SIERVOS O AMIGOS: Capitulo 6

 

LOS AMIGOS SE TRATAN

CON FRANQUEZA

No hay peligro de que al poner tanto énfasis en la amistad con un Dios amigable se socave la debida reverencia?” La pregunta vino de un pastor en una conferencia de una iglesia a la que asistí recientemente. He oído a otros expresar la misma preocupación.

La pregunta merece ser tomada en serio, porque muchos tienen dificultad en reverenciar un Dios que es a la vez un Creador infinito y un Amigo benigno. Como el pueblo demostró al pie del Sinaí, cuando se va el temor y no hay despliegue de majestad y poder, parece que la reverencia se esfuma. Mientras los relámpagos cruzaban el cielo y la tierra temblaba bajo sus pies, los israelitas estaban dispuestos a prometer cualquier cosa que Dios pidiera. Algunos podrán considerar esa sumisión temblorosa como “verdadera reverencia”. Pero pocos días después que los truenos se apagaran, ¡el pueblo bailaba alocadamente alrededor de la imagen de oro de un becerro!1

Mientras Jesús continuara alimentando a las multitudes, sanando a los enfermos y resucitando a los muertos, el pueblo estaba listo a adorarlo y a coronarlo rey. Pero cuando contestaba a sus enemigos con tanta benignidad, cuando trataba a los pecadores con tanta paciencia y respeto, cuando explicaba que su reino no se basa en la fuerza, cuando en el Calvario humildemente se sometió a tanto abuso, la mayoría de sus seguidores o lo dejaron o se burlaron de su aseveración de que era Hijo de Dios.

Judas fue uno de aquellos que confundió la benignidad con la debilidad. Cuando Jesús se arrodilló para lavarle los pies, Judas lo despreció por su humildad. El dios que Judas podía respetar nunca podría degradarse de tal manera.

¿Qué inspira en ti mayor reverencia: la manifestación aterrorizadora del poder de Dios en el Sinaí, o el cuadro del gran Creador llorando silenciosamente en el Monte de los Olivos? Si la historia del Sinaí y la historia del Monte de los Olivos nos han guiado a ver a Dios a la vez como Rey majestuoso y como Amigo benigno, entonces hemos aprendido a adorar a Dios con la clase de reverencia que él desea, la reverencia sin temor, la reverencia de amigos.

Amigos tales pueden tener un entendimiento más claro de los caminos de Dios, porque puede hablarles con mayor claridad. A diferencia de los siervos sumisos, están ansiosos de conocer más acerca de Aquel a quien admiran. Celosos por la reputación de Dios —como deben ser los amigos— muestran que se puede confiar en ellos para recibir información que otros podrían malentender o aun abusar.

Dios puede revelarles su benignidad sin que sea despreciada como debilidad. Puede decirles que sobre todo valora su libertad, sin temor de que disminuyan su respeto por la disciplina y el orden. Podrá mostrarles que él es la personificación del perdón, sin peligro de que por eso consideren menos seriamente el pecado. Puede asegurarles que no hay necesidad de temer, sin el peligro de que se disminuya su reverencia y veneración.

Jesús no escatimó palabras al advertir de los peligros de compartir información tan preciosa con aquellos que no están listos para recibirla o que no tienen la capacidad para ello, o que incluso pudieran hallar ofensiva dicha información. Al llegar al final de su maravillosa descripción de Dios en el Sermón de la Montaña, solemnemente aconsejó: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas a los puercos; no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”.2 Si ésta parece una aseveración demasiado fuerte, el trato que Jesús recibió durante los tres siguientes años, comprobó la verdad de esta amonestación.

 

Con amigos se habla claro

Imagínate si Dios te dijera que contigo puede hablar de una manera que no puede hacerlo con otras personas, porque eres su amigo. Moisés recibió este alto cumplido, y me pregunto cómo se habrá sentido Moisés mientras escuchaba a Dios decirles a María y a Aarón que podía hablarle más claramente a su hermano de lo que podía hacerlo a los profetas.

María y Aarón se habían puesto celosos por la relación especial que Moisés gozaba con Dios, aun cuando a Moisés se lo describe como “un hombre muy humilde, el hombre más manso de la tierra”.3 Me acuerdo que cuando niño pensaba que si Moisés había escrito eso de sí mismo, no era muy humilde hacer alarde de su humildad. Más tarde me di cuenta que se necesita mucha humildad para admitir que uno es manso. Es raramente admirada la mansedumbre en un dirigente y hasta afecta la confianza de algunos. Durante una campaña electoral para presidente, los candidatos no presentan su excepcional mansedumbre y humildad como cualidades especiales para su alto cargo.

Uno de los primeros versos que me enseñó mi madre decía: “Benigno Jesús, dulce y manso, mira tú a este niño”. Lo consideraba entonces muy bello, y aun lo creo. Pero mucha gente a quienes Jesús vino para revelar a su Padre lo despreció y lo rechazó por su benignidad, como había sido predicho por Isaías.4

Siglos antes, Dios le había dicho al humilde Moisés que algún día se levantaría un profeta especial de entre el pueblo de Israel, “un Profeta . . . como tú”.5 Jesús reconocía que esta predicción se refería a sí mismo.6 Sin duda Moisés contempló con creciente asombro y admiración al Hijo de Dios al verlo tratar a todo tipo de personas, y especialmente a sus enemigos, con tanta humildad y gracia.

Antes de que Jesús se encaminara hacia su crucifixión, Moisés bajó para hablar con él en el Monte de la Transfiguración. El profeta Elías se unió con ellos, y los tres —dos hombres y su Dios Creador, aunque ahora en forma humana— conversaron “cara a cara”, como hacen los amigos. Lucas dice que hablaron del cruel rechazo y la ejecución que Jesús pronto experimentaría.7

Aunque muchos despreciaron a Jesús por su humildad, ¿crees que Moisés se avergonzaba de estar allí con su Señor? ¡Qué honor era para él identificarse con el “benigno Jesús, dulce y manso”! Moisés no se había avergonzado de describirse en el libro de Números como más manso y humilde que “cualquier otro en la faz de la tierra”. Ser esa clase de persona es ser semejante a Dios.

Da la impresión que estas cualidades de Moisés no habían granjeado el respeto de su hermano y su hermana. Dios citó a los tres a su presencia. A María y Aarón se les ordenó dar un paso al frente, luego Dios dijo, Escuchad mi palabra:

Cuando haya entre vosotros profeta del Eterno,

le apareceré en visión,

en sueños hablaré con él.

No así a mi siervo Moisés,

que es fiel en toda mi casa.

Boca a boca hablo con él,

a las claras y no en figuras.

Y ve la apariencia del Eterno.

¿Por qué, pues, no temisteis hablar contra mi siervo Moisés? 8

 

Nota que Dios sigue llamando siervo a su amigo Moisés. En una ocasión anterior se describió a Dios hablando con Moisés “cara a cara, como se habla a un amigo”.9 Pero la amistad con Dios no da por terminado el servicio. Jesús mismo dio el ejemplo de ser un amigo servicial.

Hablando con claridad acerca del Padre

Poco tiempo después que Jesús hiciera la oferta de amistad registrada en Juan 15:15, les dijo a sus discípulos que muy pronto les hablaría claramente acerca del Padre. Explicó que hasta entonces les había estado hablando en figuras, metáforas, parábolas, “palabras oscuras” que no necesitaba usar con Moisés su amigo. “La hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre”.10

¿Cuán pronto llegó ese día? Los discípulos sin duda creyeron que enseguida. Después que Jesús hiciera una breve pero significativa declaración acerca del Padre, los dicípulos respondieron: “Ahora hablas claramente, sin figuras”.11 Compara las palabras del Señor un momento más tarde, anunciando cómo los discípulos lo abandonarían, “La hora viene, y ha llegado ya . . .”12

Esta clara afirmación fue hecha por Jesús en arameo. Juan la tradujo al griego. Nosotros la leemos en traducciones de la traducción de Juan. Pero no necesitamos preocuparnos con la idea de que al pasar por tantas traducciones se haya oscurecido. Las muchas versiones de este pasaje dicen esencialmente lo mismo. Así dice la versión Nueva Reina-Valera 1990:

 

Estas cosas os he hablado en figura. La hora viene cuando ya no os hablaré por medio de comparaciones, sino claramente os anunciaré acerca del Padre. En aquel día pediréis en mi Nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, porque el mismo Padre os ama, ya que vosotros me habéis amado a mí, y habéis creído que  yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo. Otra vez dejo al mundo, y vuelvo al Padre.13

Personalmente me gusta el versículo 27 en la versión inglesa de Knox. “Porque el Padre mismo es vuestro amigo, ya que vosotros habéis llegado a ser mis amigos . . .” Monseñor Knox lo tradujo de la traducción griega de Juan, y tanto en latín como en griego las palabras amor y amigo provienen de la misma raíz.

En lo que Jesús dijo acerca del Padre, ¿hay algo que les parece más claro y menos figurado aquí que lo dicho anteriormente? Encuentro solamente palabras sencillas que pueden ser entendidas con toda claridad. “No os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, porque el mismo Padre os ama”.

La versión de Goodspeed traduce así este pasaje: “No prometo interceder ante el Padre por vosotros, porque el Padre mismo os ama.”

Como amigos de un Dios amigable, se les animó a los discípulos a presentar sus pedidos directamente a Dios. No era necesario que Jesús hiciera esto por ellos.

Sin embargo, tenían que pedir “en mi nombre”, dijo Jesús. Esto no indicaba que si el Padre no escuchaba el nombre de su Hijo, tendría menos voluntad de contestar. La mención del nombre de Jesús expresa un reconocimiento de gratitud, porque si el Hijo de Dios no nos hubiera mostrado la verdad acerca de su Padre, no sabríamos cómo dirigirnos a él. Quizás no tendríamos ni deseo.

En este sentido, todos tuvimos necesidad de alguien que “mediara”, “intercediera”, “interviniera”. Cada vez que oramos en el nombre de Jesús, estamos agradeciendo a Dios por Cristo nuestro Mediador, quien vino a colocar un puente sobre la brecha existente entre nosotros y Dios, y a traernos la verdad acerca de nuestro amante Padre celestial.

Por Jesús sabemos que podemos hablar con nuestro Padre celestial “como se habla con un amigo”. No hay necesidad de otro amigo intermediario, porque Dios mismo es nuestro Amigo.

De todo lo que Jesús podría haber hecho claro acerca de su Padre, ¿por qué usó esta información específica, y por qué eligió el momento justo antes de su crucifixión? ¿Sería esto algo que los discípulos necesitarían recordar al pasar por los eventos de las siguientes horas? ¿Sería algo que los discípulos necesitaban conocer con mucha claridad para no entender equivocadamente el significado de su muerte expiatoria?

 

La misteriosa desaparición del “no”

Sorprende el hecho de que no todos se alegran con esta clara aseveración de Juan 16. Cierta vez, escuché a un ministro condenarla como una “maldita herejía”. “Si Jesús no está intercediendo ante el Padre por nosotros —continuó diciendo— no tenemos esperanza de ser salvos”.

Estoy seguro que este ministro no se daba cuenta que estaba condenando las palabras de Cristo mismo. Con toda justicia, debo indicar que él estaba acostumbrado, como otros muchos, a leer Juan 16:26 omitiendo la palabra tan importante, “no”. Jesús dijo “ no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros”. Pero muchos que leen el pasaje, por alguna razón lo leen con la omisión del “no”.

Muchas veces en público, y a veces en impresos, he visto este versículo citado sin el “no” como si fuera una promesa de que en verdad Jesús implorará ante el Padre por nosotros. Algunos han quedado muy sorprendidos cuando se les ha llamado la atención a la palabra que falta. Hasta he escuchado a predicadores confesar que si la palabra “no” tiene que estar allí, entonces no saben qué hacer con el texto. Simplemente lo ignoran.

Un predicador explicó: “Siendo que todos sabemos que Cristo está actualmente intercediendo con el Padre, Juan 16:26 es una paradoja difícil”. El se refería, naturalmente, al versículo con el “no” del Señor todavía en su debido lugar. Pero Jesús no dijo que este versículo era difícil. ¡Dijo que era simple y claro!

 

Una oportunidad para hacer preguntas

Los discípulos perdieron otra oportunidad de actuar como amigos según la invitación ofrecida, y hacer preguntas como amigos. Podrían haberle preguntado a Jesús si verdaderamente era en serio lo que acababa de decirles.

“¿Estás diciéndonos que no hay necesidad de que ruegues al Padre por nosotros? ¿Entonces por qué se le instruyó a Moisés a establecer el sistema sacerdotal en Sinaí? ¿Acaso no era la tarea específica del sumo sacerdote interceder ante Dios a favor de los pecadores?”14

“¿Acaso no tuvo Moisés que interceder ante Dios para que no derramara su ira sobre el pueblo rebelde? ¿Acaso no fue Moisés mismo quien dijo que había persuadido a Dios a cambiar su decisión?”

Los discípulos podrían haber llamado la atención de Jesús a las mismas palabras de las Escrituras: “Entonces Moisés oró al Eterno su Dios y dijo: . . . ‘Deja tu ira y desiste del mal contra tu pueblo’ . . . Entonces el Eterno desistió del mal que dijo que haría al pueblo”.15

“Señor, ¿nos estás diciendo que aun Moisés entendió esto en forma equivocada?”

Y si fuera ahora, después de tener la ventaja de leer el libro de Hebreos, podríamos agregar la siguiente pregunta: “Si la obra del sumo sacerdote representaba la misma obra que tú, Jesús, has venido a realizar —y continúas haciendo después de tu vuelta al cielo en la presencia del Padre— ¿por qué dices que no hay necesidad de interceder ante el Padre por nosotros? Y aun después de estas declaraciones tan claras, ¿por qué tus buenos amigos Juan y Pablo, en sus cartas en el Nuevo Testamento, continúan describiéndote como el Abogado que nos defiende en la corte celestial?16

¿Acaso ellos también entendieron mal? ¿Podría ser que Juan quedó intrigado al escucharte pidiéndole al Padre que hiciera ciertas cosas por tus discípulos, seguidamente después que dijiste que no rogarías al Padre?”177

Yo hubiera querido que Juan le hubiese pedido ayuda a Jesús para entender las implicaciones de esta simple declaración acerca del Padre. Entonces Juan habría registrado la valiosa respuesta, y nosotros podríamos leerla hoy. Con todo, estudiando el resto de la Biblia, podemos obtener alguna idea de cómo el Señor lo habría explicado.

 

No he venido a contradecir a Moisés

Jesús bien podría haber comenzado repitiendo lo que les dijo a los críticos que le acusaron de contradecir las enseñanzas de las Sagradas Escrituras. “No penséis que he venido para abolir la Ley o los Profetas. No he venido a invalidar, sino a cumplir”18

Entonces, como era su costumbre al contestar tales preguntas, Jesús podría haber trazado la historia de toda la idea de que los hijos de Dios necesitan a alguien que esté entre ellos y su Padre celestial. El habría recordado a los discípulos de cómo Dios había bajado al Sinaí para hablar a su pueblo, de las medidas que tuvo que tomar para captar su atención, de cómo el pueblo con terror le pidió a Moisés que no dejara que Dios les hablara directamente para que no fueran destruidos.

“Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos. No hable Dios con nosotros para que no muramos”.19

Jesús podría haber continuado diciendo, “Como ven, fue el pueblo que quería un intermediario, alguien que ellos consideraban un amigo de Dios, para que estuviera entre ellos y Dios porque estaban aterrorizados. Vosotros, mis discípulos, sabéis que fui Yo quien estuvo en el Sinaí. ¿Tenéis miedo de mí? He pedido que seáis mis amigos. Sabéis bien que no hay peligro de estar a mi lado y conversar abiertamente conmigo así”.

 

Yo no quería ningún intermediario

Luego Jesús, quizás, habría agregado con tristeza: “Hubiera querido mucho hablar así con mi pueblo allí en el desierto. Yo no deseaba ningún intermediario, como si yo no amara a mis propios hijos. Pero ellos no me conocían como vosotros me conocéis. En primer lugar eran tan irreverentes. Y estaban tan atemorizados. No era posible ordenarles que no tuvieran miedo. Como vosotros bien sabéis, la confianza y la amistad no se pueden decretar. Así que, hasta que me llegaran a conocer mejor, arreglé que Moisés fuera el mediador. Ellos no le temían a él, y él no me tenía miedo a mí.

“Naturalmente no había nadie entre mí y Moisés. El me conocía bien, y era mi amigo. Tampoco había nadie entre mí y mi viejo amigo Abrahán, cuando me habló tan cándidamente acerca de mis planes hacia los habitantes de Sodoma. Ni tampoco había alguien entre mí y Job cuando se sintió libre de expresar sus sentimientos tan fuertemente. Sus consejeros pensaban que despertaría mi ira, pero la verdad es que me sentí honrado con su confianza.

“Y ahora —podría haber dicho Jesús en conclusión— he venido en persona para ser el que está en medio, así como le dije a Moisés. Muchos pueden entender equivocadamente el propósito de mi venida. Habrá quienes darán gracias a Dios por haberme mandado a mí, el benigno, para estar entre ellos y el Padre celestial ofendido, como si yo fuera más bondadoso que él.

“Pero vosotros sabéis quién realmente soy. Habéis visto que Isaías tenía razón cuando predijo que el Príncipe de Paz sería en realidad Dios.20 Mis discípulos, decidme ahora la verdad, ¿necesitáis que alguien os proteja contra mí? Entonces tampoco necesitáis que alguien os proteja contra el Padre. Cuando durante la cena estabais comportándoos tan mal, ¿había alguien entre vosotros y Dios, cuando yo os lavaba los pies sucios? Y quiero que recordéis en el futuro, que cuando lavaba los pies de Judas, no había nadie entre él y su Dios.

“Os he dicho tan llana y claramente como es posible, que el Padre os ama tanto como yo. El es tan amigable y perdonador como espero que me habéis encontrado a mí. El estaría tan dispuesto a arrodillarse y lavar vuestros pies como lo fui yo.

“Pero ahora debo ir hacia mi crucifixión. Quiero que estéis conmigo en el Calvario. Quiero que observéis cuando yo muera. Quizás os ayudo a entender más claramente lo que he estado procurando deciros acerca del Padre”.

Tristemente, de los doce discípulos, sólo Juan estuvo presente. Pero él escribió lo que vio y oyó.

 

¿Quién nos ama más, Jesús o el Padre?

En la hora del culto familiar, cuando mi hija menor tenía sólo seis años, estábamos leyendo una historia para niños de una revista cristiana. Decía dramáticamente cómo Jesús se coloca delante del Padre y le pide que perdone, ¡especialmente a los niñitos que no han sido buenos!

“Papito —interrumpió la pequeña Alicia, con preocupación marcada en su rostro— ¿quiere decir esto que Dios no nos ama tanto como Jesús?” A ella le parecía claro que el que hacía el ruego tenía que amarnos más que el que tenía que ser rogado.

Esa noche el culto familiar se hizo un poco más largo. Una niñita había tenido la libertad de hacer una pregunta muy importante acerca de Dios, y realmente quería entender.

Le conté la historia de lo que Jesús había querido hacer muy claro a sus discípulos en el aposento alto.

Ahora, a su vez, Alicia les explica a mis nietos que Dios los ama tanto como los ama Jesús.

 

 

1. Ver Exodo 32.

2. Mateo 7:6.

3. Números 12:3.

4. Ver Isaías 53:3,7.

5. Ver Deuteronomio 18:15–18.

6. Ver Lucas 24:27,44; Hechos 3:17–26.

7. Ver Lucas 9:28–36; Mateo 17:1–8; Marcos 9:2–8.

8. Números 12:6–8.

9. Exodo 33:11.

10. Juan 16:25. BIBLIA ANOTADA DE SCOFIELD.

11. Juan 16:29.

12. Juan 16:32.

13. Juan 16:25–28.

14. Ver Levítico 16.

15. Exodo 32:11–14.

16. Ver 1 Juan 2:1; Romanos 8:34.

17. Ver Juan 17:6–26.

18. Ver Mateo 5:17.

19. Ver Exodo 20:18,19.

20. Ver Isaías 9:6.

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