SOLAMENTE TU MEJOR AMIGO
TE LO MOSTRARIA
El profeta Oseas comienza su libro contándonos cómo Dios le pidió que hiciera algo que él debe haber pensado increíble de parte de Dios. Le pidió que fuera y se casara con una mujer que se portaba como una prostituta. Si en ese momento no lo estaba haciendo, Dios sabía que pronto lo haría.
Ahora bien, ésta no es la clase de instrucciones que Dios incluyó en sus leyes para regir el diario vivir. Esta no es una orden tan razonable que uno cumpliría aunque Dios nunca repitiera su pedido.
Esta fue una orden muy singular, semejante a la que Dios le dio a Abrahán. Dios tenía algo muy importante que quería comunicarle a su pueblo, y le pidió a su amigo Oseas que no sólo llevara el mensaje, sino que también mostrara su significado.
Siendo que Oseas conocía muy bien a Dios, como lo demuestra en el resto de su libro, él obedeció el mandato y se casó con Gomer. Tuvieron tres hijos. Según como uno lee e interpreta la historia, quizás solamente uno era realmente suyo. Más tarde ella lo abandonó para ir a vivir con otros amantes.
Podría ser que Oseas se preguntara, “Señor, ¿significa esto que ya he terminado con lo que querías decir?”
“No, todavía falta lo más importante. Vé, y busca a tu mujer. Llévate algo de dinero contigo por si tienes que comprarla nuevamente. Cuando la encuentres, procura persuadirla a volver a casa y ser tu fiel esposa de ahora en adelante”.
Así que Oseas salió para buscar a su mujer. Me lo imagino deteniéndose en cada casa preguntando, “¿Has visto a Gomer?”
Finalmente la encontró. Si hubieras estado en el lugar de Oseas, ¿qué le habrías dicho a tu esposa? ¿Si la amabas, la habrías condenado por lo que estaba haciendo? ¿La habrías tomado por la fuerza y arrastrado a la casa? ¿Si hubieras hecho así, crees que ella habría querido vivir de nuevo contigo? ¿Si ella se hubiera negado a volver, habrías estado dispuesto a dejarla y apartarte de ella para siempre?
¿En la emoción del momento, habrías tenido algo que decirle? Salvo, quizás, “Por favor, vuelve a casa”.
“¿Estás seguro que quieres que vuelva?”
“Sí”. O quizás un movimiento de cabeza y con lágrimas.
Sea como fuere, Gomer volvió a la casa con Oseas.
Cómo se siente Dios acerca de su pueblo promiscuo
La historia del profeta y su mujer parece representar la relación de Dios con su pueblo infiel. Por mucho tiempo Dios había estado procurando persuadir a su pueblo rebelde a volver, a confiar de nuevo en él, y a comportarse como gente confiable. Pero, aun cuando eran hijos de su gran amigo Abrahán, se burlaron de su amor y rechazaron cada intento de Dios por atraerlos.
Siendo que la confianza no se puede obtener por la fuerza, ¿qué otra cosa podía hacer Dios sino dejarlos ir? Pero ahora, sin su protección, los resultados serían desastrosos.
Tristemente Dios recapitula los largos siglos de amor frustrado en el capítulo 11.
Cuando Israel era muchacho yo lo amé,
y de Egipto llamé a mi hijo.
Cuanto más los llamaba,
más se alejaban de mí.
A los baales sacrificaban,
y a los ídolos ofrecían sahumerios.
Con todo, yo le enseñé a Efraín.
Los llevé en mis brazos, y no
conocieron que yo los cuidaba.
Con cuerdas de bondad humana los traje,
con lazos de amor.
Fui para ellos como el que alza el yugo
de sobre su cerviz,
y les serví la comida.
No volverán a Egipto,
antes el mismo asirio será su rey,
porque no se quisieron convertir.
Caerá espada sobre sus ciudades,
y consumirá sus aldeas;
las consumirá a causa de sus designios.
Entre tanto está mi pueblo adherido
a la rebelión contra mí,
Aunque me llaman el Altísmo, ninguno
Absolu tamente me quiere exaltar.
¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín?
¿He de entregarte, oh Israel?
¿Cómo podré hacerte como a Adma,1
ni ponerte como a Zeboím? 2
Mi corazón se conmueve dentro de mí,
se inflama toda mi compasión.3
La versión de Nácar–Colunga rinde las dos primeras líneas del versículo 8, asi:
¿Cómo te he de entregar Efraím?
¿Cómo he de darte, Israel?
Pablo tiene que haber leído a Oseas
El apóstol Pablo, como un judío bien educado, había leído muchas veces los escritos de Oseas. Me gustaría saber cómo se habrá sentido acerca de esta descripción de lo que Dios hace con los que lo rechazan. ¿Será posible que el recuerdo de este pasaje fue lo que molestaba su conciencia cuando estaba en el camino a Damasco, con la finalidad de hacer violencia a los que él creía que estaban rechazando a Dios?
Por lo menos, cuando le llegó el caso de escribir sobre este tema, tres veces Pablo, en el comienzo de su carta a los romanos, explica que Dios “entregó” y “dio” al pueblo que no podía alcanzar con la verdad.
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que suprimen la verdad con su injusticia.
Porque lo que se puede conocer de Dios, es manifiesto a ellos, porque Dios se lo manifestó.
Porque los atributos invisibles de Dios, su eterno poder y su divinidad, se ven claramente desde la creación del mundo, y se entienden por las cosas que han sido creadas; de modo que no tienen excusa.
Porque habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; antes se ofuscaron en vanos razonamientos, y su necio corazón se entenebreció.
Jactándose de ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes de hombre mortal, y hasta de aves, cuadrúpedos y reptiles.
Por eso Dios los entregó a la inmundicia, debido a la concupiscencia de sus corazones, de modo que deshonraron sus propios cuerpos entre sí mismos.
Cambiaron la verdad de Dios en mentira, y adoraron y sirvieron a las criaturas antes que al Creador . . .
Por eso Dios los entregó a pasiones vergonzosas . . .
Y como no quisieron reconocer a Dios, él los entregó a la mente depravada, para hacer lo que no conviene.4
¡Cuán consistente es el mensaje de Pablo con la idea de un Dios que desea el amor y la cooperación de amigos comprensivos! Noten que no se describe a Dios como a uno que oscurece las mentes para castigar. Las mentes se oscurecieron y perdieron sentido como un resultado natural de la supresión y el rechazo de la verdad. Ellos habían cambiado “la verdad de Dios en mentira”, hasta habían comenzado a adorar animales. En ese tiempo había quienes adoraban escarabajos y cocodrilos.
Siendo que es una ley psicológica que tendemos a asemejarnos a lo que adoramos y admiramos, imagínate el efecto de adorar un escarabajo. Los niños podrían quizás orar: “Querido Señor Escarabajo, bendice a Mamá, bendice a Papá, y ayúdanos a ser más semejantes a ti”.
En el comienzo de su explicación acerca de lo que Dios hace a los que rehúsan la oferta de salvación, Pablo habla de la ira de Dios.
Esta ira evidentemente no es semejante a la ira humana, porque noten cómo muestra Dios su ira. Pablo está de acuerdo con Oseas: Lo que Dios hace para los que no lo desean es contarles de su amor y desilusión, y luego, con tristeza “dejarlos ir”.
Cuando la persona persiste en rechazar a Dios y suprimir la verdad, ¿qué más puede hacer que dejarlos ir y abandonarlos a las consecuencias inevitables de sus pensamientos insensatos y su elección rebelde?
¿Pero cuán serias son las consecuencias cuando Dios nos deja ir? ¿Podrían ser fatales, y si lo fueran, por qué?
Los médicos no matan a los pacientes que no cooperan
Imagínate sentado en el consultorio de un médico. Es un especialista renombrado en el tratamiento de tu condición particular. Cuando él te entrega el frasco que es un antídoto especial para tu enfermedad, vacilas por unos instantes.
“Doctor”, preguntas con cierta ansiedad, “¿qué es lo que les hace a los pacientes que no toman su medicina?”
“¿Por qué se te ve tan preocupado?” “¿Por qué preguntas ‘qué es lo que hace’? ¿Alguien te ha estado hablando de la manera como trato a mis pacientes?”
“Sí, doctor. Por eso admito que tengo miedo. Hay otro médico, sin duda no lo quiere a Ud., que dice que . . .”
No te animas a continuar. El médico parece muy profesional y tiene un rostro tan amigable. Te invita a proseguir.
“Lo que le estaba por decir, doctor, es que hay quienes dicen que si sus pacientes no toman la medicina, Ud. los castiga duramente. Los tortura, y aún los ata. Dicen que Ud. hace eso para desanimar a los otros pacientes para que no le hagan perder su tiempo precioso. Por cierto, eso debe ayudarlos a pagar sus cuentas a tiempo”.
“¿Entonces por qué has venido a mi consultorio?”
“Es que he probado todos los otros, y nadie me ha podido ayudar. He sabido que Ud. siempre ha tenido éxito en tratar esta enfermedad, así que corrí el riesgo de venir a verlo”.
El médico parece entender perfectamente. “Lo único que te voy a decir es que te ruego que tomes la medicina. Y quiero que la tomes exactamente como la he prescripto. Tu condición es tan seria que si no me permites que te ayude, no vivirás mucho tiempo más”.
Los médicos no matan a los pacientes que no quieren cooperar, pero a veces tienen que verlos morir. Y a veces aun los médicos lloran.
Hay ocasiones en que el paciente que se muere es el mismo hijo del médico. Como padre y a la vez médico, ha procurado de todas formas persuadir a su hijo a cambiar su forma de vida que lo está destruyendo. El hijo persistentemente se ha negado, y un padre amante no tiene otra opción que dejarlo. Todo lo que el padre médico puede hacer ahora es estar al lado de su lecho y verlo morir.
¿Se puede confiar en el Médico celestial?
Dios se presenta como nuestro Médico y Padre celestial. Cuando Jesús estuvo en la tierra, pasó mucho de su tiempo sanando a los enfermos. Tenía muy poco tiempo para cumplir todo su propósito de venir. ¿Por qué no pasó más tiempo en la predicación?
Se hace claro, a través de los 66 libros de la Biblia, que el método que Dios usa es la explicación y también la demostración. ¿Qué era lo que Jesús estaba mostrando acerca del Padre, y de cómo Dios trata a los pecadores, mediante el sanamiento de toda clase de personas como lo hizo él? Algunos de ellos nunca le agradecieron. Algunos de ellos podrían haber estado entre sus enemigos hasta el fin de su vida.
Es muy obvio que Jesús no vino a pintar un cuadro de Dios como un destructor. Dios tampoco cambiará al fin del tiempo. Los que se pierdan se encontrarán cara a cara con un Dios que aún es su médico, y que todavía está dedicado a ayudarle a la gente a vivir. ¿Por qué entonces la Biblia presenta a los perdidos pereciendo? Es que no han querido escuchar. No han aceptado su medicina. No han seguido las prescripciones del Médico. ¿Qué otra cosa podía hacer el Médico del cielo sino tristemente dejarlos sufrir las consecuencias?
¿Pero por qué han de ir a un médico en quien no confían? ¿Confiarías tú en un médico que tiene la reputación de ser descuidado con la verdad? ¿Correrías el riesgo de confiar tu vida a un médico de quien se dice que se enoja con sus pacientes y los amenaza con tratarlos violentamente?
Desde el momento en que el Adversario mintió acerca de Dios en el Jardín del Edén, Dios ha sufrido la reputación de ser amenazador. Hasta los que se dicen ser amigos de Dios lo han pintado como arbitrario y severo. El Padre entiende por qué muchos no lo buscan y van a buscar a otros sanadores.
Por eso Jesús, antes de ir al Calvario donde dio la respuesta a la última consecuencia del pecado, vivió un tiempo entre nosotros. El quería que tuviéramos la seguridad de que Dios, que finalmente tendrá que “dejar ir” a algunos de sus hijos, es un Médico y Amigo absolutamente confiable.
El mostró cuán amante es el Padre al amar a todos en la tierra, aun a los niños pequeños. Los discípulos creyeron que Jesús estaba demasiado ocupado como para tomar tiempo para los muchachos y las niñas. Pero Jesús les dijo, “Dejad a los niños venir a mí. No los impidáis”.5
Mostró cuán infinitamente paciente es el Padre tratando a todos con la máxima cortesía y comprensión, aunque muchas veces en respuesta recibía un desaire. Cierto día los discípulos le preguntaron a Jesús si quería que ellos mandaran fuego del cielo para consumir a los que rechazaban su amor. El Señor los reprendió por su impaciencia desalmada. El no había venido a destruir sino a sanar.6
Jesús quería que supiéramos que cada detalle de nuestras vidas es de importancia para el Padre. En toda la excitación que siguió a la resurrección de la hija de Jairo, fue Jesús quien se aseguró que ella tuviera algo para comer.7
La demostración suprema
Al final de su vida inigualable llegó la suprema demostración de lo que es en verdad Dios. El jueves de tarde Jesús fue arrestado. Fue enjuiciado ilegalmente. Fue acusado falsamente. Fue groseramente insultado. Pero ni una sola vez se airó.
Dos veces fue horriblemente azotado. No se le permitió ni dormir ni comer durante toda la noche. ¿Pero se irritó? Ni por un momento.
Los malvados jugaron a golpear su cabeza herida. Escarnecieron su nacimiento misterioso tildándolo de ilegítimo. Hasta escupieron en su rostro. ¿Pero perdió la paciencia? ¿Se irritó con sus atormentadores? ¡Nunca!
Hasta cuando lo estaban clavando en la cruz, seguía pidiendo, “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”.8
Para que Jesús pudiera pedirle a su Padre que perdonara a sus atormentadores, él tenía que haberlos perdonado ya. Ninguno de ellos había pedido perdón. Nadie le había rogado a Jesús que lo perdonara. De cualquier modo Jesús los perdonó. Y recuerda que Jesús también es Dios.
Como Jesús les dijo a sus discípulos, no hay necesidad de que él ore al Padre por nosotros, porque el Padre es igualmente amante y perdonador como es el Hijo. Si el Padre hubiera estado allí colgado en la cruz en lugar de Jesús, habría estado tan dispuesto a perdonar a los que lo atormentasen como lo estuvo el Hijo, aun cuando nadie intercediera por ellos.
¿Qué fue lo que ganó el corazón del ladrón en la cruz?
Dos criminales fueron crucificados con Jesús, uno a cada lado, con Jesús en el medio. Los hombres eran bandidos o asaltantes. La Versión de Valera los llama ladrones y nos hemos acostumbrado a referirnos al “ladrón en la cruz”.
Al comienzo, los dos ladrones se burlaron de Jesús. Luego, uno de ellos le dijo al otro, “Sabes, nosotros merecemos estar aquí, pero este hombre no ha hecho ningún mal”. Miró la inscripción en la cruz. Decía en hebreo, en latín y en griego: “Este es Jesús, el Rey de los Judíos”.
Entonces Jesús escuchó las palabras que por un momento habrán aliviado su dolor y habrán hecho que sus sufrimientos parecieran valer la pena. “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. Jesús se comprometió a hacerlo.
¿Qué fue lo que ganó al ladrón en la cruz? ¿Fue escuchar a Jesús perdonar a sus crueles atormentadores? Siendo que el ladrón había reconocido que él era un criminal, es posible que estaría pensando adónde iría después de su muerte. Un lugar seguro para él sería un país donde reinara un rey tan perdonador.
Quizás estaría pensando, “Jesús, si vas a establecer un reino, déjame estar allí”.
Entonces Jesús vio a su madre cerca de la cruz. Aunque estaba en terrible agonía, y aunque su mente estaba cargada de pensamientos acerca del significado de lo que estaba haciendo, estaba preocupado por su madre, María.
Juan estaba de pie, cerca. “Te ruego que cuides de mi madre”, fue el pedido de Jesús. Desde ese momento Juan la tuvo consigo en su casa.
Poco tiempo después, Jesús murió. Al morir, Jesús no preguntó, “¿Dios, por qué me estás matando? ¿Por qué me estás ejecutando?”
No.
Jesús clamó, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué me has entregado? ¿Por qué me dejas ir?” 9
Aunque Jesús nunca se había rebelado, estaba ahora experimentando las consecuencias finales del pecado. Dios lo estaba tratando como si fuera un pecador sin esperanza de salvación.
Más tarde Pablo explicó este momento, “Al que no tenía pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros”.10 Como lo rinde la versión Dios Habla Hoy, “Cristo no cometió pecado alguno; pero por causa nuestra, Dios lo trató como al pecado mismo”.
Repetidas veces he oído decir que cuando los pecadores mueran al final del tiempo, Dios estará “derramando su ira” sobre ellos. En la cruz Dios “derramó su ira” sobre su Hijo. Eso significa, de acuerdo a la explicación de Pablo en su carta a Roma, que Dios “lo dejó”, “lo entregó”, “lo dejó ir”. Y en Romanos 4:25, Pablo afirma que cuando Cristo murió, en verdad “fue entregado”, usando la misma palabra en griego que él usó en Romanos 1:24, 26, y 28, para explicar lo que sucede cuando Dios muestra su ira.
En algunas traducciones de Romanos 4:25 se dice que a Jesús “se le dio muerte”. Cuando “fue entregado”, en realidad murió. Se podría decir que “fue entregado” a la muerte. Pero en el griego simplemente dice “fue entregado”, o “fue dado”. Podría ser que Pablo deliberadamente escogió esa palabra en griego para ayudarnos a entender qué es lo que la muerte de Jesús tenía que demostrar.
El propósito de la demostración
En este pasaje memorable de su carta a Roma, Pablo declara el objetivo básico de la muerte de Cristo en la cruz:
A quien Dios puso como medio de perdón, por la fe en su sangre, para demostrar su justicia, al haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con el fin de mostrar su justicia en este tiempo, para ser a la vez el justo, y el que justifica al que tiene fe en Jesús.11
Pablo no podría haber expresado más enfáticamente que el propósito de la cruz era demostrar la verdad acerca del carácter mismo de Dios, verdad que es la base de nuestra amistad y confianza.
Mirando desde el Getsemaní y la cruz
A menudo me he imaginado como estando al pie de la cruz eldía en que Jesús fue crucificado. Y por cierto, me gusta imaginarme yendo aún más temprano para verlo en el Jardín de Getsemaní.
Es allí donde comienza para Jesús la experiencia de la separación de su Padre, que le llegaba por ser “entregado” como si fuera un pecador. Al sentir que su unidad con el Padre se estaba resquebrajando, su agonía llegó casi al punto de no poderla sobrellevar. Marcos registra que Jesús dijo, “Mi alma está abrumada de tristeza, hasta a punto de morir”.12
Lucas, el médico, registra que un ángel fue enviado del cielo y se le apareció a Jesús para fortalecerlo. “En su agonía oraba más intensamente, y su sudor fue como grandes gotas de sangre que caían a tierra”.13
Los ángeles también tienen preguntas
¿Está castigando Dios a su Hijo? ¿Será que lo va a matar? Los ángeles están allí observando.14 Ellos también necesitan ver la respuesta al cargo de Satanás de que el Creador ha mentido. Ellos estaban escuchando en el Jardín del Edén cuando la serpiente se burló de la advertencia que Dios les había dado a Adán y a Eva de que si pecaban, de seguro morirían. Si Dios no ha dicho la verdad, entonces se acabó la confianza en él. Y sin confianza, no puede haber amistad en la familia.
Los ángeles han estado observando mientras el Adversario ha ido pervirtiendo el significado de esas palabras de advertencia. La advertencia sobre las consecuencias inevitables del pecado han sido cambiadas para que se entiendan como una amenaza arbitraria.
Los ángeles han observado el efecto maléfico de esta distorsión de la verdad. ¡Cómo ha envenenado la actitud de muchos hacia Dios y la práctica de su religión!
Por miles de años la gente ha ofrecido sacrificios —a veces a sus propios hijos— para ganar el favor de dioses ofendidos. Aún en el mundo cristiano, algunos enseñan que si no fuera por Cristo que aplaca la ira del Padre, hace tiempo que ya nos habría destruido.
¿Será verdad que si el Hijo no estuviera continuamente suplicando en nuestro favor, el Padre no perdonaría ni sanaría a sus hijos? En el aposento alto con sus discípulos, Jesús llana y claramente estableció su corrección de ese malentendido.15
Ahora los ángeles observan mientras Dios el Padre y Dios el Hijo juntos demuestran la verdad. Lo que los ángeles observan aquí en el Getsemaní, y más tarde en el Calvario, satisfará sus interrogantes con la evidencia que preservará la confianza y la amistad en la familia de Dios por la eternidad.
Los ángeles saben quién es Jesús. El es su Creador y su Dios. Ellos están atentos para ver qué le está sucediendo a Aquel que aman y adoran. ¿Va el Padre a quitar la vida a su Hijo?
Los ángeles han escuchado a Jesús explicarles a sus discípulos: “Nadie me la quita, sino que yo la doy de mí mismo. Tengo poder para darla, y tengo poder para volverla a tomar”.16
Bien saben los ángeles que solamente Dios tiene un poder tal. Ahora contemplan cuando Jesús cae a tierra.
Se contestan las preguntas
¿Es verdad que el pecado tiene como resultado la muerte?
Sí. Jesús murió la muerte que es “la paga del pecado”. Dios les había dicho la verdad a Adán y a Eva.
¿Fue Dios quien mató a su Hijo?
No. El lo entregó, como tendrá que entregar a los pecadores al fin. Es verdad que “la paga del pecado es la muerte”.17 Pero no es Dios el que impone tal paga. Es el pecado mismo que impone la paga. La versión de Phillips, en inglés, dice: “El pecado paga a sus ssiervos: su sueldo es la muerte”.
Una tercera pregunta
Podríamos hacer otra pregunta: “¿Por qué, Dios, es necesario que entendamos bien que no eres Tú el verdugo o ejecutante de la sentencia? Como Soberano del universo, tienes perfecto derecho de destruir a los siervos desobedientes”.
“Ese es exactamente el punto” Dios podría contestar. “ No quiero trataros como a siervos. No quiero que os quedéis como siervos. Quiero que seáis mis amigos”.
“Mis hijos a través de todo el universo”, casi puedo escucharlo a Dios diciéndolo, “quiero que entendáis que la obediencia que surge del temor puede producir el carácter de un rebelde. Aun mientras me estéis obedeciendo con temor, estaréis volviéndoos contra mí. Os ruego que vayáis al Calvario y veáis donde eso se demostró”.
Allí, como en el Getsemaní, Jesús experimenta la separación de su Padre. “¿Por qué me has abandonado, por qué me has dejado ir?” clama. Otra vez, no es Dios quien deja caer una mano destructora sobre su Hijo.
Pero aquí en el Calvario, Jesús es torturado de la manera más lenta y cruel que fue posible para sus enemigos. Si hubieran podido quemarlo lentamente en el fuego, quizás habrían elegido ese método.
¿Pero quiénes son los que demandan que Jesús sea tratado así? Algunos de los siervos más obedientes que Dios haya tenido jamás. Por lo menos, lo aparentan ser.
Creen en Dios Creador y reverencian grandemente su autoridad y su poder.
Creen en la Biblia y la leen continuamente. Jesús los cumplimentó por ello.18
Aceptan todos los Diez Mandamientos, y hasta han agregado algunos más para ayudarse a guardar los detalles.
Pagan más que el segundo diezmo. No comen nada que sea prohibido. Se mantienen separados de los incrédulos para no contaminarse.
Pueden parecer siervos obedientes, pero difícilmente son amigos de Dios. Al menos, no son amigos de Jesús, y parecen estar confusos en saber quién es él realmente. Le dijeron a Jesús que por describir a Dios como lo describió, sin duda él era poseído por los demonios.19
Ahora en el nombre de Dios demandan que sea torturado hasta la muerte. Sin duda creerán que su Señor en el cielo estará contento con un servicio tan fiel.
¿Qué diremos del fuego?
Frecuentemente la Biblia describe la destrucción de los malvados en “el fuego eterno”. Jesús mismo habló del día en que tendría que decirles a los perdidos, “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles”.20
¿Pero qué es este fuego “eterno”? El profeta Isaías describe a personas que no son destruidas como estando en “llamas eternas”.
¿Quién de nosotros habitará con el
fuego consumidor?
¿Quién habitará con
las llamas eternas?
El que anda en justicia y
habla lo recto,
el que rehúsa la ganancia
de violencias,
el que sacude sus manos
para no recibir cohecho,
el que tapa su oreja para no oír
propuestas sanguinarias,
el que cierra sus ojos para no ver
cosas malas.21
La gloria que rodea a Dios se describe muchas veces en la Biblia como fuego consumidor. Cuando Dios bajó sobre el Monte Sinaí, “El parecer de la gloria del Eterno era como fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los Israelitas”.22
Cuando Daniel registró su visión del cielo, él describe el trono de Dios como “llama de fuego, y sus ruedas fuego ardiente. Un río de fuego salía delante de él”.23
Cuando Ezequiel describió su visión de Dios, habló repetidas veces de la apariencia brillante de fuego: “Así era el resplandor que lo rodeaba”.24 Cuando describió la posición del ángel Lucifer antes de su caída, lo presentó en la misma presencia de Dios, caminando “en medio de piedras de fuego”.25
Aun cuando un amigo tan confiable como Moisés pidió ver a Dios en su gloria, el Señor respondió, “No podrás ver mi rostro, porque ningún hombre me verá y quedará vivo”.26 Cuando Moisés descendió de hablar con Dios en la montaña, su rostro reflejaba tanto de la gloria divina que tuvo que usar un velo en consideración de las otras personas.27
Cuando Dios dijo que ningún mortal podía ver su rostro y vivir, no estaba amenazando que mataría a cualquiera que encontrara espiando. Para el ser humano en su estado pecaminoso presente, la gloria no velada de Dios es un fuego consumidor.
El pecado cambia en tal forma al pecador que realmente resulta en muerte. Estando fuera de armonía con su Creador, no puede soportar la gloria vivificante de su presencia.
¿Siendo así, cómo podía Dios salvar a los pecadores? ¿Cómo podía acercarse lo suficiente a ellos para reconquistarlos a su confianza? ¿Cómo podía mostrarles que es un Amigo a quien no hay que temer?
La respuesta de Dios fue enviar a su Hijo en forma humana. Aunque él mismo es “el resplandor de su gloria”,28 Jesús “se despojó de sí mismo, . . . y se hizo semejante a los hombres”.29 El veló la enceguecedora gloria de su divinidad para que los seres humanos pudieran llegar a conocer a Dios sin ser consumidos.
Algún día Dios descubrirá su gloria. El anhela volver este mundo a su estado normal como era en el comienzo. En el Edén, Dios podía caminar y conversar con nuestros primeros padres sin ningún velo entre ellos.30 Pero desde que el pecado comenzó a obrar sus cambios mortíferos, Dios en su misericordia ha velado su gloria. Pedro nos explica que nuestro Padre es muy paciente con nosotros, “porque no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”.31
El arrepentimiento significa cambiar de parecer y pensamientos. En su gracia Dios continúa dándonos tiempo y oportunidad para considerar la evidencia. Si decidimos que se puede confiar en él, y entonces continuamos nuestra confianza en él mientras nos sana del daño que el pecado nos ha infligido, vendrá la hora cuando podremos volver a vivir en esa gloria.
Moisés y Elías han sido sanados, de otra manera nunca hubieran podido estar con Cristo en el Monte de la Transfiguración. En ese día memorable, dos pecadores de antaño se encontraron en la gloria no velada de Dios.
Sin embargo, cuando Dios descubra su gloria en el fin del tiempo, todo lo que no esté en armonía será consumido. En ese día aterrador, los salvos y los perdidos igualmente estarán de pie en el “fuego devorador”, “las llamas eternas”, de la gloria de Dios.
¿Por qué los únicos consumidos son los perdidos? No hay nada arbitrario en esto. No tiene nada que ver con su posición legal. No es que Dios finalmente da la orden, “¡Quema a éstos, y preserva a aquéllos!” La diferencia se halla simplemente en nosotros.
Mientras Dios observa morir a un número no conocido de sus hijos rebeldes, él estará llorando, así como lo registra el libro de Oseas, “¡Cómo podré abandonarte! ¡Cómo podré entregarte!”
Mientras Dios esté llorando la pérdida de sus hijos, no puedo imaginarme a ninguno de los salvados celebrándola con alegría, como he oído a algunos asegurar que lo harán. Los veo rodear al Padre, como podrían haberlo hecho Pedro, Santiago y Juan con Jesús en el Getsemaní mientras agonizaba. Quizás Juan, quien vio a Jesús morir, se aventurará a decir, “No llores, Dios. No hay nada más que podrías haber hecho”.
Les costó contestar las preguntas
Piensa lo que les costó al Padre, al Hijo y al Espíritu de Verdad, contestar estas preguntas esenciales. No solamente enunciar las respuestas, sino demostrar la verdad.
La demostración fue tan dolorosa, que de seguro solamente alguien que fuera nuestro mejor Amigo estaría dispuesto a mostrarnos tal evidencia. Pero siendo que el único que podía contestar todas estas preguntas era Dios mismo, sólo él, nuestro mejor Amigo, pudo mostrarnos la verdad.
El poder de la cruz para conquistar amigos
Cerca del comienzo de este libro conté de la actriz shakespereana que estaba fuera del teatro en el pueblo donde nació el bardo, y explicó la razón por la cual rechazaba a Dios. Puedes recordar que ella dijo, “Los dioses de las otras religiones son menos crueles que el Dios del Antiguo Testamento”.
Había entonces a su lado un actor joven. El no entró en argumentos por lo que ella dijo, porque él podía entender lo que la había llevado a esa posición. Pero aseguró que él creía en Dios. Es más, dijo que era cristiano.
“¿Cómo llegaste a ser cristiano?”, le pregunté.
“Bien, no he sido cristiano toda mi vida”, respondió. “Sucedió hace poco. Alguien me obsequió un ejemplar del Evangelio de San Juan”.
“¿Qué leíste allí que te hizo desear ser cristiano?”
“La historia de la cruz”, respondió sin titubeos.
“¿Y qué parte de la historia de la cruz causó tu decisión?” le pregunté, pues me interesaba saber si alguien le había dado alguna teoría acerca de la expiación.
“ Fue la manera cómo Jesús se condujo en la cruz”, siguió diciendo mientras reflexionaba. “Pensar que una persona tan buena podía quedarse colgando allí. Jesús nunca había hecho mal alguno, ni dañado a nadie. Sin embargo lo torturaron hasta la muerte”.
“Y todavía, mientras lo seguían torturando”, prosiguió el joven actor, “Jesús estaba diciendo que los perdonaba. Entonces dijo que el Padre era como él. Había algo en Jesús que me hizo desear creer en todo eso. Y si Dios es exactamente igual a Jesús, de seguro que puedo confiar en él”.
“Eso es lo que me hizo querer ser cristiano”.
1. Una de las pequeñas ciudades destruidas con Sodoma y Gomorra (ver Génesis 10:19; 14:2,8; Deuteronomio 29:23).
2. Ver la nota anterior.
3. Oseas 11:1–8.
4. Romanos 1:18–28. Enfasis agregado.
5. Mateo 19:14.
6. Ver Lucas 9:51–55; 19:10.
7. Ver Lucas 8:49–56.
8. Lucas 23:34. En algunas versiones no figuran estas palabras de Jesús, porque algunos antiguos manuscritos las omiten. Ver toda la historia en Mateo 27, Marcos 15, Lucas 23, y Juan 19.
9. Ver Mateo 27:46.
10. 2 Corintios 5:21.
11. Romanos 3:25,26.
12. Marcos 14:34.
13. Lucas 22:43,44. Si su versión no incluye esta parte de Lucas, es porque no está incluida en algunos manuscritos.
14. Ver 1 Timoteo 3:16; 1 Pedro 1:12.
15. Ver Juan 16:26,27.
16. Juan 10:18.
17. Ver Romanos 6:23.
18. Ver Juan 5:39,40.
19. Ver Juan 8.
20. Mateo 25:41.
21. Isaías 33:14,15.
22. Exodo 24:17.
23. Daniel 7:9,10.
24. Ver Ezequiel 1:28.
25. Ezequiel 28:14.
26. Exodo 33:20.
27. Ver Exodo 34:29–35.
28. Hebreos 1:3.
29. Filipenses 2:7.
30. Ver Génesis 3:8–10.
31. 2 Pedro 3:9.