AMIGOS DE UN DIOS AMIGABLE
En el noroeste de Inglaterra, cerca del límite con Escocia, vive un pastor de ovejas fuerte y benévolo. Supimos que hacía poco que había llegado a ser cristiano. Así que viajamos allí para averiguar qué era lo que lo había llevado a tomar tal decisión.
Con la ayuda de un perro bien amaestrado condujo su rebaño cerro abajo hacia donde estábamos nosotros. Allí observamos el nacimiento de trillizos, y admiramos la manera como trató tan hábilmente a la madre y a los corderitos. Mientra estaba allí, sosteniendo en sus brazos uno de los miles de corderitos que ha ayudado a llegar al mundo cada año, tuve la oportunidad de preguntarle cómo había hecho la decisión de ser creyente.
“Fue mi amiga Alicia”, dijo, indicando con su cabeza a una mujer que tenía un rostro admirablemente amigable.
“Díganos qué hizo ella”, le rogamos.
“Oh, simplemente me llevó a través de toda la Biblia, y todo pareció salir bien”.
Nos informamos más acerca de Alicia. Ella había leído todos los 66 libros, y amaba la imagen de Dios que había descubierto. Era muy activa en la pequeña iglesia de campo, y a veces, hasta predicaba cuando el pastor estaba ausente. No hace mucho, me mandó una grabación de su sermón sobre el Buen Pastor. Mi esposa lo calificó como el mejor sermón que había oído sobre el tema.
Una de las señales de verdadera amistad con Dios es el celo por la buena reputación de nuestro Amigo. Abrahán, Moisés y Job, todos demostraron una lealtad similar. Alicia también. Quería que a Dios se lo viera como realmente es, y esto ganó el corazón del pastor de ovejas.
He notado que los amigos de Dios tienen especial interés en que sus hijos vean a Dios como un Amigo. Después de visitar tantas iglesias vacías en Gran Bretaña, asistimos a una en Londres que nos dijeron que desbordaba de adoradores cada semana. Cuatro niñas muy vivaces me permitieron hablar con ellas al fin del servicio.
“¿Cuando llegues al cielo, a quién quisieras encontrar primero, a Dios el Padre o a Jesús el Hijo?”
Sin un momento de demora, una de ellas contestó, “Daría lo mismo. Jesús dijo, ‘Si me has visto a mí, has visto al Padre’ ”. Me quedé pensando si algún amigo de Dios había ayudado a esta niña vivaz.
Cuando pregunto qué se podría hacer para traer de vuelta a la iglesia a algunos miembros desilusionados, algunos me dicen que se les debería decir a estas personas con dudas, que deben dejar de hacer tantas preguntas y ejercer más fe. Algunos hasta agregan esa advertencia del libro de Hebreos, “Sin fe es imposible agradar a Dios”.1 A mi juicio, esta es la manera como hablan los siervos. Y esta forma de encarar los problemas es la razón por la que muchos en el mundo se han vuelto contra Dios.
Los amigos de Dios quieren entender por qué tantas personas como Lorena y su familia sienten que las enseñanzas cristianas ya no tienen más significado para ellas. Ha habido mucho discurso “oscuro” al hablar de Dios y de la salvación.
Si Jesús estuviera aquí en persona, iría a ver a Lorena para hablarle con toda llaneza y claridad; así también iría a ver a su linda familia, a Barry el carnicero, al sepulturero y a los motociclistas. Como hijos de Dios merecen la oportunidad de entender.
Es el elevado privilegio de los amigos de Dios servir como “mediadores” para personas como las mencionadas, así como Moisés sirvió para el pueblo de Israel.
Cuando le pregunté a un jovencito cristiano de escuela primaria qué creía él que se debiera hacer para ayudar a personas como Lorena, de inmediato respondió, “Sólo contarles las historias de Jesús”.
Contar historias de Jesús es contar lo que dijo en el aposento alto, y de lo que hizo para sus discípulos. Es explicar que Dios valora en el más alto grado la libertad y la amistad de sus hijos en el mundo entero.
Hablar acerca de Jesús es invitar a la gente a hacer más preguntas y no menos. No preguntas baladíes, sino preguntas que buscan entender la verdad.
Quienes se animen a hablar por Dios deben ser los primeros en animar también a los oyentes a formular tales preguntas.
Seguir el ejemplo de Cristo significa darle a la gente la libertad de decirle respetuosamente al más erudito predicador, “No entiendo lo que acaba de decir acerca de Dios. Perdóneme por tener que decir esto, pero para mí eran todas palabras oscuras ”.
Seguir el ejemplo de Cristo es también respetar mucho a los siervos. Si por el miedo que le tienen a Dios, necesitan la seguridad de que tienen un Amigo entre ellos y Dios, los amigos de Dios les dirán que en verdad tienen un Intecesor amigable. Quizás más tarde tengan la oportunidad de decirles que ese Amigo es también Dios.
Para los siervos, el cumplido mayor que quisieran oír de Dios es, “Bien, buen siervo y fiel”.
¿Quién podría pedir más?
Para aquellos que han aceptado la oferta de Juan 15:15, hay un cumplido todavía más elevado. “Gracias, hijos míos, por decir la verdad. Gracias por ser mis amigos”.
1. Hebreos 11:6.