Exactamente en el centro de la «real ley de libertad» hay un mandamiento a recordar el Sábado. ¿Quizás es este un caso en el que Dios impuso un requisito arbitrario sobre su pueblo, con el único propósito de demostrar su autoridad y para probar la disposición de ellos a obedecerle? Pero todo el mensaje de las Escrituras es que no hay arbitrariedad en Dios. Pablo ha explicado que las leyes de Dios fueron dadas para ayudarnos, para protegernos en nuestra ignorancia e inmadurez, para llevarnos de nuevo a la fe.
El primer ángel de Apocalipsis 14 nos hace un llamado a adorar a Dios nuestro Creador. Esto nos recuerda que la primera mención del Sábado en la Biblia se hace al final de la semana de la creación.
¡Cuán fácilmente pudo haber creado Dios nuestro mundo en un instante! Pero en vez de eso, ante los ojos del universo que observaba, escogió hacerlo en seis días de veinticuatro horas. En el primer día fue solamente «Haya la luz». Después fue el segundo día, el tercero, el cuarto, el quinto día, mientras que Dios en pausado y majestuoso drama desplegaba sus planes para nuestro planeta.
Ya para el sexto día este mundo era un bello lugar.
¿En dónde quedaban ahora las acusaciones de Satanás de que Dios era egoísta y severo? Vean la libertad dada a Adán y a Eva, creándolos a su misma imagen, con individualidad, con el poder de pensar y hacer. Los creó capaces de amar y de confiar —o ¡de rebelarse y de escupirle en la cara!
Dios hasta le dio a Satanás la oportunidad de abordar a nuestros primeros padres en el árbol de la ciencia del bien y del mal. Y Dios no escondió ese árbol en alguna oscura esquina del Edén. Lo puso en el mismo centro del jardín para que Adán y Eva lo vieran cada vez que vinieran a comer del árbol de la vida (ver Génesis 2:9; 3:2). Claro que podemos confiar en que Dios no permite que sus hijos sean tentados más allá de su capacidad de resistir (ver 1 Corintios 10:13). Así que los abordajes de Satanás estaban limitados al árbol y Adán y Eva fueron advertidos de no arriesgarse en una confrontación con el artero enemigo.
Entonces Dios compartió con nosotros —hasta donde era posible compartir con sus seres creados —algo de su propio poder creativo. Entonces Dios diseñó las cosas de tal manera que cuando el hombre y la mujer se acercan en amor, pueden darle vida a otros seres —¡pequeñas personas formadas a la imagen de sus padres humanos! «Tengan muchos hijos…», les dijo el Creador, «para así poblar el mundo y ejercer control sobre él» (Génesis 1:28 PDT).
El universo vio que todo era muy bueno. Seguro que el amor y la admiración por Dios abundaban sin límites. ¿En dónde quedaban ahora las acusaciones de Satanás de que Dios no tenía ningún respeto por la libertad y que hacía uso egoísta de su autoridad y poder?
«Y consumó Dios en el día el sexto las obras suyas que hizo; y reposó el día el séptimo de todas las obras suyas que hizo. Y bendijo Dios el día el séptimo y santificole, porque en él cesó de todas las obras suyas que empezó Dios a hacer» (Génesis 2:2,3 LSB Jüneman).
Así Dios y su universo celebraron el primer séptimo día Sábado. No era el séptimo día del hombre, era solamente su segundo día. Si el propósito principal del Sábado fuera el de proveer de un día de descanso cada semana desde nuestra creación, ¡deberíamos estar guardando el jueves! Pero ese primer Sábado era un séptimo día de Dios. Fue el día en que el Creador invitó al universo a celebrar con él el significado de lo que acababa de hacer, para reflexionar en la verdad que había sido revelada y en la falsedad de las acusaciones de Satanás.
Tuvo que haberle parecido a los ángeles como que Dios había ganado el gran conflicto. Pero la acusación más grave de Satanás en contra de Dios no había sido aclarada todavía. Este había acusado a Dios de ser mentiroso cuando el Creador le advirtió a sus criaturas que la muerte era la consecuencia del pecado. Los eventos de la semana de creación no habían satisfecho esa acusación. Durante miles de años Dios aguardó para dar su respuesta.
Luego, en el momento más propicio, Dios se sacrificó a sí mismo en su Hijo para probar la veracidad de su palabra. «Consumado es», exclamó Jesús. Ya para el viernes de tarde en la semana de la crucifixión, todos los cuestionamientos del gran conflicto habían sido totalmente aclarados. La más perjudicial de las acusaciones de Satanás había sido completamente resuelta.
Y el día siguiente era otro Sábado. Mientras que el Hijo de Dios descansaba en la tumba, todo el universo que observaba hizo una pausa para reflexionar sobre la verdad que se había revelado durante aquella última semana en la vida de Jesús y para celebrar la costosa victoria que se había ganado en el Calvario. Satanás había sido finalmente desenmascarado. La credibilidad de Dios quedó confirmada por la eternidad.
Este es el Sábado que Dios le dijo a su pueblo que recordara. Él sabía que necesitábamos de una pausa cada semana para ser recordados de la verdad que el Sábado representa. El Sábado no es una mera prueba de obediencia. Atrapados como estamos, en este gran conflicto, necesitamos el mensaje del séptimo día. De la manera en la que Jesús les dijo a sus discípulos, «El sábado se hizo para el bien de los seres humanos» (Marcos 2:27 TLA-D).
A través de toda la Biblia, el significado del Sábado se repite y se aumenta. Cuando Dios dio los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí, presentó el Sábado como una conmemoración de la semana de la creación, como un recordatorio de que él es nuestro Creador y que nosotros somos sus criaturas.
Pero, tal como nos lo explican Juan y Pablo, el que nos creó no era otro sino el mismo Cristo (ver Juan 1:1-3; Colosenses 1:16). Cada semana el Sábado nos recuerda que el que vino a salvarnos es el que nos creó al principio. El tierno Jesús que murió en el Calvario es también el supremo y todopoderoso Creador del universo. Dios no envió a ningún subordinado a morir por nosotros. El Creador mismo vino, el que es igual con Dios, porque él es Dios. Al guardar el santo Sábado de la semana de la creación reconocemos nuestra fe en Jesús no solamente como nuestro Salvador, sino como nuestro Creador y nuestro Dios.
¿Qué clase de persona, pues, es nuestro Dios? ¿Será tan misericordioso y respetuoso de nuestra libertad como es el Hijo? La respuesta nos llega con cada Sábado: Dios es exactamente igual a Cristo, pues Cristo es Dios.
Muchos cristianos observan el primer día de la semana para conmemorar la resurrección de Cristo. Seguro que es algo bueno recordar en un domingo de mañana, que ese fue el día en que Cristo se levantó de la tumba. Y los viernes, ¿no estaría bien reflexionar, ese fue el día en que Cristo fue crucificado? ¿Y los jueves por la tarde, que ese fue el día cuando Jesús se reunió con sus discípulos en el aposento alto?
Pero el único Sábado semanal del que la Biblia habla es el día que fue apartado para recordarnos de que la Persona que vivió entre nosotros como un hombre tan misericordioso, Aquel que dio su vida por nosotros, es el mismo que nos hizo, porque él también es Dios.
Nuestra salvación incluye no solo perdón, sino sanidad del daño que el pecado hizo. No es menos milagro de creación el restaurar seres humanos caídos que el crearlos perfectos en el principio. No es de extrañar que David orara como lo hizo después de su triste experiencia como Betsabé: «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio» (Salmo 51:10).
Cuando Moisés repitió los Diez Mandamientos en el libro de Deuteronomio, mencionó el éxodo en vez de la creación como la razón para la observancia del Sábado: «Acuérdate de que tú fuiste esclavo en la tierra de Egipto y que Jehovah tu Dios te sacó de allí con mano poderosa y brazo extendido. Por eso Jehovah tu Dios te ha mandado que guardes el día del sábado» (Deuteronomio 5:15 RV1989).
No hay discrepancia en la Escritura, ni un desliz en la memoria del gran líder. El propósito del Sábado es recordarnos de la verdad acerca de Dios. Él no es solamente nuestro Creador sino nuestro Salvador y Redentor. Aquel que nos creó libres al principio esta ejerciendo su poder creativo ahora para liberarnos de cualquier esclavitud y devolvernos nuestra libertad.
En Hebreos 4 se menciona otra forma en la que el Sábado nos recuerda la verdad y fortalece nuestra fe en Dios. Allí el Sábado se describe como un tipo y anticipo del descanso que ha de venir y de la restauración final. Así como Dios descansó de sus labores al final de la semana de la creación, asimismo le queda al pueblo de Dios «un descanso sabático».
Cuando los hijos de Israel entraron a Canaán, no pudieron entrar en el descanso de Dios a causa de su falta de fe. Tomaron posesión de la Tierra Prometida, pero no disfrutaron del descanso sabático que les hubiera traído el confiar en Dios. Hoy, si mantenemos nuestra fe en Dios, podríamos empezar a disfrutar de este descanso en esta vida. Y entraremos de lleno en el descanso sabático cuando seamos admitidos al reino celestial y el Edén sea restaurado.
Estos significados del Sábado dan respuesta a las grandes incógnitas que ocupan las mentes de personas pensantes, las básicas preguntas de la filosofía: ¿De dónde venimos? ¿Por qué estamos aquí? ¿A dónde vamos cuando morimos? Y la incógnita primordial: ¿Existe un Dios? Si existe, ¿cómo es? Y ¿qué quiere de nosotros?
¿De dónde venimos? El Sábado siempre nos ha recordado que «en el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Génesis 1:1).
¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es el gran propósito de la vida humana? ¿Cómo alcanzamos el mayor bien en esta vida? El Sábado siempre nos ha recordado que el gran propósito de la vida es nuestra salvación, nuestra restauración a la imagen de Dios por la fe en Aquel que nos hizo perfectos al principio.
¿Adónde vamos después de morir? El Sábado apunta hacia la segunda venida de Cristo y al descanso y restauración finales.
¿Existe un Dios? ¿Sabemos cómo es y qué desea de nosotros? El Sábado nos recuerda de cómo Dios se ha revelado —en tantas maneras, pero especialmente en su Hijo.
Puesto que el Sábado es tan importante, era natural que el gran enemigo se ocupara en intentar destruirlo. El propósito de Satanás es destruir la fe en Cristo, de socavar nuestra confianza en él como nuestro Creador y así hacer nulo el testimonio de Jesús acerca de su Padre. Pero mientras los hombres continúen reconociendo todo lo que el Sábado representa, Satanás difícilmente espera lograrlo. Por lo tanto, puso toda su influencia para el descuido del Sábado o para distorsionar su significado.
Me gusta la manera en la que Moffatt, en su versión en inglés, interpretó Ezequiel 20:12: «Les di mi sábado, como marca del enlace entre ellos y Yo, para enseñarles que soy Yo, el Eterno, el que los ha apartado». El último mensaje de Dios al mundo es la restauración de este enlace. No es un mensaje de legalismo; no es una advertencia de que forzosamente tienen que guardar el Sábado y los otros mandamientos, porque de no hacerlo, serán destruidos. Al contrario, es un mensaje de amor y de fe. Y Dios nos dio el Sábado para recordarnos cada semana de las convincentes pruebas que son la base de una confianza tal.
Dios ha prometido restaurar nuestro mundo, dárselo una vez más a su pueblo. Tal como dijera Jesús en su Sermón del Monte, «Afortunados los apacibles porque ellos heredarán la tierra» (Mateo 5:5 WH Interlineal). Pero antes de que puedan recibir su herencia, nuestra tierra tiene que pasar por el fuego descrito en el mensaje del tercer ángel. Este fuego «eterno» (ver Judas 7) es tan intenso que Pedro dice que «los elementos se derretirán por el calor y la tierra con todo lo que hay en ella se consumirá» (2 Pedro 3:10 BL95).
Cuando el fuego haya acabado con la purificación de nuestro planeta, Dios volverá a crear el mundo. Así como «en el principio creó Dios los cielos y la tierra», al final los creará una vez más. Juan dijo «Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron» (Apocalipsis 21:1).
He imaginado a Dios creando nuestro nuevo mundo. ¿Cómo piensan que lo hará esta vez? Claro, así como podría haberlo hecho en el principio podría crearlo en tan solo un instante. Pero, ¿y qué tal si repitiera el pausado y majestuoso drama de la primera semana de la creación? El gran conflicto ya ha terminado. No hay necesidad de responder a las acusaciones de Satanás. Pero, paciente maestro que él es, ¿querrá Dios responder las preguntas que alguien pudiera tener acerca del sencillo relato del Génesis?
De cualquier manera que él escoja, por lo menos una cosa será diferente. No es necesario esta vez, que Dios cree a Adán y Eva -tan solo que se abran las puertas de la ciudad y se dé la bienvenida a sus hijos que vuelven a su hogar en Edén, (ver Apocalipsis 21, 22).
El profeta Isaías anticipaba el día cuando Dios crearía «nuevos cielos y nueva tierra», imaginando al feliz pueblo de Dios reuniéndose para adorar a su Creador «de sábado en sábado» (Isaías 65:17; 66:23 Torres Amat).
Si en el primer Sábado en la tierra nueva Dios nos invitara a unirnos a él y al universo que observa para celebrar todo lo que se ha hecho, ¿protestaríamos? ¿Le objetaríamos diciendo que guardar el Sábado es un requisito arbitrario solamente para demostrar la autoridad de Dios y para probar nuestra disposición a obedecer?
¡Piense en todo lo que habrá para recordar! Y por toda la eternidad el Sábado continuará recordándonos de la evidencia.