SIERVOS O AMIGOS: Capitulo 4

 

LA CONFIANZA NO SE IMPONE

POR DECRETO

De rodillas, o irán al fuego!”

Nabucodonosor, rey del gran Imperio Babilónico, no estaba decretando que el pueblo lo adorara a él. Acababa de erigir una enorme imagen de oro, treinta metros de alto por tres metros de ancho, y había convocado a todos los oficiales del reino para la dedicación. Toda la historia se registra en el libro de Daniel en el Antiguo Testamento.1

Cuando todos estaban reunidos un vocero anunció que por mandato del rey, cuando se diera la señal musical, todos debían postrarse y adorar la imagen que se había levantado. Cualquiera que se negara sería “echado dentro de un horno de fuego ardiendo”.2

Nabucodonosor no veía nada inapropiado en decretar la adoración bajo la amenaza de una destrucción ardiente. ¿Acaso los dioses mismos no amenazaban con una retribución similar a aquellos que incurrían en su desagrado?

Veinticinco siglos más tarde, muchos de nosotros consideramos el llamado a una adoración tal como un proceder cruel e incivilizado. Pero ¿acaso era más cruel que el apóstol Pablo —antes de su experiencia en el camino a Damasco— cuando, “respirando aún amenazas y muerte”, procuraba obligar al pueblo a someterse ante su temible dios? ¿Y no hay millones en esta edad moderna que creen en un dios que demanda no sólo su sumisión, sino aun su amor y confianza, todo bajo amenazas, no simplemente de muerte en un horno ardiente, pero de tortura eterna en las llamas?

La música resonó, todos se postraron, excepto tres jóvenes israelitas, Sadrac, Mesac y Abednego. Ellos eran cautivos traídos a Babilonia después de la conquista de Judea. Pero Nabucodonosor los había escogido para darles una educación en las ciencias de la corte, y últimamente habían sido elevados a posiciones de dirigentes en su imperio. El rey se puso furioso al conocer su desobediencia, y los citó a comparecer ante su presencia.

“¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abednego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que levanté? Ahora, . . . ¿estáis prestos a postraros y adorar la estatua que levanté? Porque si no la adoráis, en esa misma hora seréis echados en un horno de fuego ardiendo. ¿Y qué dios os librará de mis manos?”3

Los jóvenes respetuosamente se negaron, y explicaron que el Dios que ellos servían era muy capaz de cuidarlos. Lívido de ira, Nabucodonosor mandó que el fuego fuera calentado siete veces más que su calor acostumbrado y que los tres fueran atados y arrojados en el horno.

 

Cómo disciplinó Dios a Nabucodonosor

¿Cómo podía Dios corregir a un hombre tan arrogante y de tanto poder? ¿Cómo podía siquiera comunicarse con un tirano tan acostumbrado a salirse con la suya que destruía a cualquiera que se le oponía?

Naturalmente, Dios podría haberlo consumido con fuego allí mismo en su trono. Los espectadores se habrían impresionado. Pero la destrucción no disciplina al destruido. El Padre celestial estaba recién iniciando la instrucción de su brillante pero arrogante hijo.

Una cosa que Nabucodonosor respetaba era un poder superior. Cuando Daniel pudo hacerle recordar a Nabucodonosor el sueño que se le había olvidado, él se postró a los pies del profeta y dijo: “Realmente vuestro Dios es Dios de dioses, Señor de los reyes, que revela los misterios, que pudiste revelar este misterio”.4

Dios se encuentra con sus hijos donde ellos estén. Con Moisés se encontró en la zarza ardiente.5 y con Nabucodonosor en las llamas del horno ardiente.

“Entonces el rey Nabucodonosor se espantó. Se levantó aprisa, y dijo a los de su consejo: ‘¿No echaron tres varones atados dentro del fuego?’ Ellos respondieron al rey: ‘Es verdad, oh rey’. Agregó él: ‘Yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en el fuego, sin sufrir ningún daño. Y el parecer del cuarto es semejante al hijo de los dioses’ ”.6 El rey llamó a los jóvenes que salieran del horno. Entonces públicamente anunció:

¡Alabado sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abednego, que envió su ángel, y libró a sus siervos que confiaron en él; desobedecieron la orden del rey y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios! 7

 

Dios claramente ganó la atención y el respeto del rey. Pero todavía Nabucodonosor no conocía muy bien a Dios, mucho menos que Pablo después de la experiencia en el camino a Damasco. Distaba mucho el rey de poder decir como Pablo: “Si alguien no está de acuerdo conmigo, está libre para seguir aquello de lo cual está convencido”.8

En lugar de hacer eso, Nabucodonosor emitió un decreto tiránico:

Toda persona de cualquier pueblo, nación o lengua, que hable contra el Dios de Sadrac, Mesac, y Abednego, sea descuartizado y su casa sea destruida. Puesto que no hay dios que pueda librar como él.9

Con una manifestación de poder, Dios había conducido a Nabucodonosor a tomar el primer paso hacia la reverencia y disposición de escuchar. El rey, a su vez, acudió al uso de poder para intimidar al pueblo a mostrar respeto por este Dios poderoso. Es muy claro que Nabucodonosor no estaba listo todavía para la bondadosa oferta de amistad registrada en Juan 15:15.

En una ocasión, Daniel se animó a informar al rey que Dios esperaba que él tratara a sus súbditos con mayor bondad: “Por lo tanto, oh rey, aprueba mi consejo. Renuncia a tus pecados y haz lo justo, renuncia a tu maldad y sé bondadoso con los oprimidos”.10 Antes todavía, Nabucodonosor había expresado su admiración por la confianza en Dios que mostraron los tres exiliados hebreos.

Finalmente, después de varios años de disciplina humillante, el rey se sintió persuadido a reconocer públicamente que “. . . el Altísimo domina sobre el reino de los hombres, y a quien él quiere lo da”.

En el ejército del cielo y en los habitantes de la tierra, hace según su voluntad. Ni hay quien detenga su mano, y le diga: “¿Qué haces?”

“Ahora, yo Nabucodonosor, alabo, engrandezco, y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdad, sus caminos justos, y puede humillar a los que andan con soberbia”.

“Conviene que yo publique las señales y milagros que el Altísimo Dios ha hecho conmigo. ¡Cuán grandes son tus señales, y cuán potentes tus maravillas!”11

Todavía Nabucodonosor estaba impresionado con la manifestación de poder, aunque también reconocía que el uso que Dios hacía del poder era bueno y justo. Pero esta vez no le agregó a su confesión un decreto cruel de que los que se negaran a seguirlo en su sumisión al Dios del cielo fueran “descuartizados”, o arrojados al fuego ardiente.

Me pregunto si alguna vez Nabucodonosor, en su experiencia, progresó hasta llegar a ser más que un humilde siervo que reconocía la soberana autoridad de su Maestro. La historia de su vida en la Biblia termina sin hacer mención de que haya enseñado a su pueblo acerca del amor y la confianza, tan diferente de los registros de los amigos de Dios, Moisés y Pablo. Puede ser que Nabucodonosor tendrá que aprender de las libertades de la amistad en el mundo venidero. Como un siervo reverente y dispuesto a aprender, él estará muy dispuesto a escuchar.

 

“No con fuerza ni por poder”

El lugar donde Nabucodonosor ordenó a su pueblo a arrodillarse no está lejos de la actual ciudad de Bagdad, la capital de Iraq. Se ha informado que el gobernante de ese país admira grandemente a este antiguo monarca de Babilonia. Con todo, su admiración no ha llevado a las naciones del Medio Oriente a disfrutar un período de paz. ¡Si tan sólo Nabucodonosor hubiera servido como modelo de gobernante entre amigos, de un gobierno dedicado a la unidad basada en la confianza y no en la fuerza ni el temor! Pero naturalmente, si el rey de Babilonia hubiera sido ese tipo de líder, algunos constructores de imperios modernos no lo habrían considerado tan digno de su admiración.

¡Cómo estará Dios deseando que la confianza y la amistad sean restauradas en esa parte del mundo donde viven tantos descendientes de su antiguo amigo Abrahán! Entonces ¿por qué no interviene el Omnipotente e impone su soberana voluntad? ¿Acaso no dijo Jesús que “para Dios todo es posible”?12 ¿Puede alguno atreverse a sugerir que hay algo que Dios no puede hacer? Pero si por la aplicación de la fuerza y el poder él pudiera transformar a todos los del Medio Oriente —o del mundo entero— en amigos amantes y confiados, entonces ¿quién es el culpable de que continúe la desconfianza y la hostilidad?

Dios mismo respondió a esta pregunta. Todo el resto de la Biblia es una demostración de la veracidad e importancia de su explicación. “ ‘No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu’, dice el Eterno Todopoderoso”.13

Este mensaje fue dado por el profeta Zacarías a Zorobabel, el dirigente de los israelitas que acababa de volver a Judea de su exilio en Babilonia. Después de 70 años de disciplina en cautividad, se le estaba ofreciendo al pueblo una nueva oportunidad para mostrarse dignos descendientes de su padre Abrahán, una oportunidad para vivir juntos en tal paz y armonía que Jerusalén llegara a ser conocida como “Ciudad de la Verdad, monte del Eterno Todopoderoso, Monte Santo”.14

Podría llegar a ser un lugar tan seguro y amistoso que, “Aún se sentarán ancianos y ancianas en las plazas de Jerusalén, cada cual con el bastón en la mano por la multitud de sus días. Y las calles de la ciudad se llenarán de muchachos y muchachas, que jugarán en ellas”.15

La noticia de la honestidad y bondad de los habitantes de Jesusalén se extendería tanto que “Vendrán muchos pueblos y fuertes naciones a buscar al Eterno Todopoderoso en Jerusalén, a implorar el favor del Señor . . . En esos días diez hombres de todas las naciones, asirán el manto de un judío, y le dirán: ‘Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros’ ”.16

Esto es lo que Dios siempre había deseado para los hijos de su viejo amigo Abrahán, y no solamente para ellos, sino para todos aquellos que a través de la amistad y fidelidad de los descendientes de Abrahán llegarían al conocimiento de la verdad acerca del Dios de Abrahán.

Pero el mensaje de Dios a Zorobabel era que a pesar de su anhelo de que Israel llegara a ser un pueblo tal, el mismo no podía cumplirse a través de la fuerza y el poder, sino solamente mediante la manera en que obra el Espíritu. Aunque nadie puede oponerse al poder de Dios, como finalmente admitió Nabucodonosor, todavía es posible que el más débil de los humanos puede decirle no a esa suave voz de amor y verdad.

Mediante su energía y poder Dios llamó a la existencia a todo el vasto universo. Pero ni aun ese poder infinito pudo mantener la lealtad de Lucifer,17 su ángel más brillante, ni pudo convencer a muchos de los hijos de Adán y Eva a amar y confiar en su Creador.

Por fuerza y poder, cuando casi había perdido el contacto con toda la raza humana, Dios tristemente destruyó todo el mundo por el diluvio. Pero la fuerza y el poder no pudieron ganar la confianza de los descendientes de Noé. No dudaban de la existencia de Dios. Reconocían su poder superior. Pero como los demonios descritos en el libro de Santiago, sus pensamientos acerca de Dios les hacían temblar con temor.18 Ellos creían en la existencia de Dios, pero no tenían ningún deseo de confiar en él como en un amigo. En lugar de eso, edificaron la torre de Babel para escaparse de él.

Por fuerza y poder Dios rescató a su pueblo de la esclavitud de Egipto, y los estableció en la tierra de Canaán, pero todo su poder no pudo ganar su confianza. Vez tras vez mostraron más fe en los crueles dioses del paganismo. El rey Salomón en un tiempo conocía a Dios tan bien que pudo escribir, con sabiduría inspirada, el libro de los Proverbios. Pero más tarde, aun él sacrificó algunos de sus hijos al dios del fuego, Moloc.19

 

“ ‘Por mi Espíritu’, dice el Eterno Todopoderoso”

No fue por falta de fuerza o poder que Dios le enviara este mensaje a Zorobabel. El “Señor Todopoderoso” estaba hablando. ¿Quién conocería mejor las limitaciones del uso de poder? Algunos entienden que Zacarías 4:6 indica que los propósitos de Dios no pueden cumplirse mediante la fuerza humana o el poder humano, sino únicamente por la fuerza y el poder de Dios mismo. Pero en este pasaje, el contraste está entre el uso del poder y la manera de obrar del Espíritu.

Las cosas que Dios más desea —paz permanente, libertad, confianza, amistad— no pueden ser obtenidas por la fuerza, y mucho menos por el temor. Si lo único que Dios quisiera fuera sumisión y servilismo ciego, podría obtenerlos de inmediato. “¡De rodillas, o te arrojaré al fuego!” Pero Dios no es un Nabucodonosor celestial. No aceptaría jamás gobernar por fuerza ni por poder. Un día, para hacer esto bien claro, él ciertamente dio su vida.

Jesús explicó cómo obra el Espíritu. Enseña, persuade, ruega. No es que el Espíritu posea menos fuerza y poder que el Padre o el Hijo, porque él mismo es también Dios. Pero él trabaja especialmente con el poder más grande y más duradero de todos, la persuasiva autoridad de la verdad. Pablo habla del poder de la verdad que retornará a las personas a la confianza.20

No todos reconocen este tipo de poder. Es efectivo únicamente con aquellos que están dispuestos a escuchar, aquellos que se conmueven más profundamente, no por los truenos del Sinaí, sino por la verdad dicha suavemente con amor.

El Espíritu le suplicaba suavemente a Judas mientras el Maestro lavaba los pies sucios de su traidor. Los ángeles leales tendrían que haberse anonadado al contemplar al Creador del universo, al que rendían culto y adoraban, postrado voluntariamente sobre sus rodillas en servicio humilde a su discípulo desleal. El Santo Espíritu estaba a la vez hablando con los ángeles, y su comprensión de labondad de Dios sin duda creció grandemente esa noche en el aposento alto.

Pero Judas, el traidor, quedó inamovible. El respondió con un no a la voz suave del Espíritu Santo. ¿Por qué no lo destruyó un Dios indignado por rechazar tan ingratamente una persuasión tan amorosa? Los ángeles seguían aprendiendo al ver al Padre tristemente dejar a otro más de sus hijos desleales seguir su camino y cosechar las consecuencias naturales de ello. Unas pocas horas más tarde, en la oscuridad del rechazo de la verdad, Judas se suicidó.

Años más tarde, el Espíritu inspiró a Juan a registrar una descripción de ese evento memorable, para que nosotros, en nuestro tiempo, pudiéramos leerla. Así, quizás, algunos de nosotros nos conmoveríamos profundamente, como los ángeles, para sentir una mayor confianza en un Dios tan bondadoso.21

Una confianza tal no se impone. No se produce ante la amenaza de destrucción. Se granjea por la verdad acerca de Dios, retratada tan emotivamente allí en el aposento alto, y registrada en centenares de otras ocasiones en las páginas de los 66 libros.

Este es el camino poderoso que el Espíritu Santo busca para cumplir el propósito de Dios de llenar su universo con amigos que confían y que son confiables. “ ‘No por fuerza ni por poder, sino por mi Espíritu’, dice el Señor Todopoderoso”.

 

1. Ver Daniel 3.

2. Daniel 3:6.

3. Daniel 3:14,15.

4. Daniel 2:47.

5. Ver Exodo 3.

6. Daniel 3:24,25.

7. Daniel 3:28.

8. Ver Romanos 14:5.

9. Daniel 3:29.

10. Daniel 4:27.

11. Daniel 4:32,35,37,2,3.

12. Ver Mateo 19:26.

13. Zacarías 4:6.

14. Zacarías 8:3

15. Zacarías 8:4,5.

16. Zacarías 8:22,23.

17. Ver Apocalipsis 12:7–9.

18. Ver Santiago 2:19.

19. Ver 1 Reyes 11:7,8 y 2 Reyes 23:10.

20. Ver Romanos 1:17.

21. Ver Juan 13:1–20.

 

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