SIERVOS O AMIGOS: Capitulo 2

 

PREFERIRIA QUE FUESEN

MIS AMIGOS

Cuando Jesús conversó con sus discípulos esa noche en el aposento alto,1 habló en arameo. Juan registró las palabras en griego, y su traducción en castellano actual sería: “Ya no os llamo más siervos . . .” En griego la palabra traducida como “siervos” significa realmente “esclavos”, pero no nos gusta usar ese término duro. “Ya no os llamo más siervos [o esclavos], porque el siervo no sabe lo que hace su señor. Pero os he llamado amigos, porque todo lo que he oído del Padre os lo he hecho saber”.

Noten la distinción que Jesús trazó entre ser un siervo y ser un amigo. No es el privilegio de un siervo entenderse en los negocios de su señor. Solamente debe hacer lo que se le manda. Nada de preguntas. Nada de razones. Solamente: “Muy bien, señor. Si Ud. lo manda, señor”.

Para hacer bien claro a los discípulos que él no deseaba una obediencia ciega, les recordó que les había contado todo lo que pudo del negocio de su Padre. Esto les permitía a ellos ofrecerle a Jesús lo que realmente deseaba, la libre cooperación de amigos comprensivos.

¿Pero no parecería más apropiado que nosotros, mortales débiles y pecaminosos, nos colocáramos como siervos que aceptamos todo ciegamente? De hecho, hay un pasaje en la epístola de Pablo a los romanos que se cita para apoyar la idea de que un siervo fiel no debe tener la presunción de cuestionar los caminos inescrutables de Dios. En Romanos 9:20 el apóstol está respondiendo a las preguntas de una persona perpleja y algo indignada:

“Pero antes que nada, oh hombre, ¿quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? Le dirá la vasija al alfarero: ‘¿Por qué me has hecho así?’ ”

Un rechazo tan brusco parecería terminar con todo intento de entender a Dios y sus caminos. Y admito que parece plenamente adecuado para meros humanos. “Simplemente dinos lo que deseas que creamos, y lo creeremos. Simplemente dinos lo que quieres que hagamos, y lo haremos”. Pero esta manera de hablar es de siervos, y no está en armonía con la oferta de amistad y comprensión de Juan 15:15. Sin embargo, ¡cuántas veces, durante discusiones teológicas, he oído citar Romanos 9:20, y se supone que con esto se acaba todo argumento!

Es importante, más que eso, esencial, leer siempre este pasaje en su contexto más abarcante. En los primeros ocho capítulos de su Epístola2 a los Romanos, Pablo ha explicado que Dios ofrece la libertad de amistad y salvación a todos los que escogen confiar en él. Todos tienen el mismo derecho, sin excepción de raza, nacionalidad, sexo, o posición social, porque Dios es Padre de todos nosotros.

“Pero eso no es justo”, objetan algunos de los oyentes de Pablo. “Dios le hizo esta oferta a nuestro padre Abrahán, y solamente los descendientes de Abrahán tienen derecho a este alto privilegio”.

Pablo concuerda, pero sigue con la sugerencia de que no todos los descendientes físicos de Abrahán han aceptado la oferta gratuita de Dios. Los verdaderos descendientes del padre Abrahán son todos aquellos quienes, como Abrahán, han escogido ser los amigos que confían en Dios.

Y vuelve la objeción: “Eso no es correcto ni justo”.

Y Pablo en Romanos 9:20 responde: “¿Ustedes, unos meros seres humanos, presumen indicarle a Dios cómo debe o no debe manejar su universo?” Dios, como Creador del universo y de todos los que vivimos en el universo, tiene, sin duda alguna, el derecho de manejarlo en la forma que él ve mejor. La buena noticia es que él está invariablemente decidido a manejarlo en una atmósfera de libertad y amistad, e invita a todos sus hijos a participar.

Romanos 9:20 no tiene el propósito de disuadir o prohibir la indagatoria reverente y el entendimiento amigable. Es más bien una expresión de asombro de que alguien pudiera ser tan impertinente —no digamos irracional— como para desafiar el derecho de Dios de conducir su universo en forma tan maravillosa.

Por cierto, cuando nos ponemos a pensarlo bien, ¿cómo podemos simples seres humanos tratar en términos de amistad genuina con un Ser tan infinitamente superior a nosotros, tan pavoroso en poder y majestad que la Biblia describe a los poderosos ángeles postrándose humildemente en su presencia?3 ¿Cómo podemos tener una amistad íntima con una Persona tan poderosa?

¿Será que Jesús se refería solamente a sí mismo en Juan 15:15, como un humilde humano mientras vivía en esta tierra con los hombres? ¿Será que sus palabras incluían también al que llamamos “Padre nuestro”? Un himno favorito dice: “Oh, qué Amigo nos es Cristo” pero, ¿has escuchado alguna vez cantar “Oh, qué Amigo es Dios el Padre”?

Jesús ya había preparado a sus discípulos para enfrentar esta duda. “Si me habéis visto a mí, habéis visto al Padre. Si confiáis en mí, confiáis en el Padre”. El les había dicho esto justo antes de ofrecerles su amistad.4 Luego, un poco más tarde, agregó, “el Padre mismo os ama”.5

Además, ¿quién es Jesús? En muchas partes de la Biblia se describe a Jesús como Dios, el mismo Creador. Pero nunca está más claramente expuesto que en un pasaje del “Mesías” de Händel que se canta en Navidad:

“Porque un Niño nos es nacido, Hijo nos es dado . . . Será llamado . . . Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.6 Sabemos quién es el Príncipe de Paz. Es también Dios poderoso, Padre eterno. Este es el que prefiere llamarnos, no sus siervos, sino sus amigos.

 

“¡Dios lo dijo!” ¿Eso lo resuelve todo?

Pero, ¿acaso la Biblia no habla mucho más acerca de ser siervos obedientes, con una lista acompañante de recompensas y castigos? Eso es cierto. Según mi observación, parece que muchos santos devotos prefieren estos pasajes acerca de siervos. De manera que procuran actuar como creen que deben actuar los siervos fieles. No hacen preguntas. No buscan razones. Hasta dicen: “La fe no necesita razones”. Simplemente colocan en el parachoques de su automóvil: “Dios lo dijo. Yo lo creo. Todo está arreglado”.

A través de los años ha habido dirigentes religiosos que han preferido por lejos el modelo de siervo para la relación del creyente con su Dios. Sosteniendo ser los representantes de Dios, han derivado mucha de su propia autoridad de este concepto y han esperado que sus propios seguidores se comportaran como siervos leales. Y recuerden que los siervos no preguntan, “¿por qué?” Los siervos no requieren razones. Los siervos simplemente obedecen.

Jim Jones7 persuadió a sus seguidores que debían simplemente obedecer, y sumisamente novecientos de ellos bebieron el cianuro y los novecientos murieron. Si tan sólo hubieran hecho algunas preguntas, es muy posible que muchos de los miembros del People’s Temple (Templo del Pueblo) estarían todavía vivos. Pero con fe ciega se sometieron a las demandas de su líder demente y se sacrificaron en ese suicidio en masa en las selvas de Guyana en 1978.

 

“¿Sé mi amigo o te destruiré?”

Para quienes han leído las muchas amonestaciones de destrucción registradas en la Biblia, naturalmente surge la pregunta: ¿Cómo podemos tener amistad con alguien que amenaza destruirnos en el fuego si le desobedecemos? ¿Está diciendo Dios: “Sé mi amigo, o te destruiré”?

Cuando Nabucodonosor dijo: “Todos de rodillas, o serán arrojados al horno de fuego”,8 él sabía que no podía decir: “Díganme cuánto me aman, o los echaré al fuego”. Se puede obligar a las personas a arrodillarse, pero no se las puede obligar a ser amigas.

 

“¡Amame o déjame!”

Hace un tiempo recibí una tarjeta en el Día de los Enamorados con la famosa caricatura del gato Garfield. Este, usualmente irascible, sostiene su corazón en la mano y suplica fervientemente: “Es tu decisión . . . ámame, o déjame”. Acaso, ¿no es esa la manera de conquistar a un amigo? Pero al abrir la tarjeta, encontré adentro esta amenaza: “Si decides mal, te parto el brazo”.

“¿Quiéreme, o te parto el brazo . . . ?” Eso se supone que es un absurdo. Pero si es así, ¿cómo se explica la terrible amonestación del tercer ángel en Apocalipsis 14 a la luz de la apelación a la amistad en Juan 15:15? ¿Está Dios diciendo: “Lo que más quiero es tu amor y amistad, pero si no lo consigo, te torturaré por la eternidad”? ¿Consideras esta idea atractiva o convincente? ¿O es correcto preguntarle a Dios lo que realmente quiere decir? Los siervos no hacen preguntas, pero los amigos, sí. Los amigos, con respeto y reverencia preguntan: “¿Por qué?”

 

“Pregunta y asume el riesgo”

Tengo otra tarjeta del gato Garfield levantando un martillo con su garra mientras advierte amenazador: “Pregunta y asume el riesgo”. Tristemente parecería que algunos piensan que Dios hace la misma advertencia. Personalmente creo que es mucho más peligroso no preguntar, porque si no lo hacemos podríamos terminar tomando cianuro con Jim Jones.

El procedimiento de la Biblia es proveer evidencias en las que los amigos inquiridores pueden basar su comprensión. Se podría entonces esperar que las Sagradas Escrituras ofrecieran ejemplos para demostrar cómo el Padre celestial considera estas preguntas serias de sus hijos.

 

Abrahán fue llamado amigo de Dios

Piensa en Abrahán. Cuando Dios descendió para destruir a Sodoma y Gomorra, primero hizo una visita a su viejo amigo para informarle de lo que estaba por hacer.9 ¿Fue la respuesta de Abrahán: “Bien, quién soy yo para cuestionar tus caminos inescrutables. Muy bien, Señor; estaré allí sobre el cerro para verlos arder”?

¡No!

“Oh Dios, como yo te conozco, no podrías hacer esto si hubiera cincuenta personas decentes allí; aun cuarenta, treinta, veinte, o aun menos. Perdóname, Dios, si parezco ser irreverente, pero ¿no debe el Juez de toda la tierra hacer lo que es justo?”10

¿Acaso se airó Dios y contestó: “Este es el fin de nuestra amistad. Nunca he oído impertinencia tan grande”?

¡Al contrario!

“Para hablar así debes ser mi amigo comprensivo. De aquí en adelante, y a través del resto de las Escrituras, serás el modelo de la amistad basada en la confianza mutua”. Y así es, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, a Abrahán se lo menciona como el mejor amigo de Dios, el que osó preguntarle: “¿Por qué?”

 

Dios podía hablar con Moisés como se habla con un amigo

Más tarde, Dios le dijo a Moisés: “Estoy harto de este pueblo. Hazte a un lado que los voy a destruir. Y haré de ti una nación grande”.11 ¿Acaso Moisés respondió: “Muy bien, Señor, si tú lo dices, Señor. ¿Quién soy yo para cuestionar tus caminos inescrutables? Además aprecio tu oferta de hacerme una nación grande”?

No hizo nada de eso.

“Dios, como yo te conozco, sé que no harías eso. Además, si lo hicieras, arruinarías tu reputación. Los egipcios llegarían a saberlo y dirían que fuiste demasiado débil para llevar a este pueblo a la tierra prometida. Dios, como yo te conozco, sé que no podrías hacerlo”.

“¿Quién más me conoce como me conoces tú, Moisés? Eres realmente mi amigo. Por esto puedo hablar claramente contigo, cara a cara, como un hombre habla con su amigo”.12

 

“Gracias, Job, por ser mi amigo”

Y tenemos también a Job. En el momento en que aparentemente fue abandonado por Dios, clamó: “Dios, tú y yo antes éramos tan buenos amigos. Nos hablábamos muy a menudo. ¿Por qué no me hablas ahora? Por favor, dime ¿qué ha pasado?”13

Eliú y otros tres bien intencionados, pero “miserables consoladores”,14 vinieron para aconsejar a Job. Eliú dijo: “Yo no le hablaría así a Dios. No le daría motivo para destruirme”.15 Nota que Eliú, en el mejor de los casos, era sólo un siervo temeroso.

Pero Job continuó: “Yo quiero que Dios me hable. Te ruego, Dios, que me hables, porque yo sé que si tan sólo pudiéramos hablar, podría llegar a entender por qué me está sucediendo todo esto”.16

Al fin Dios intervino. “Estás en lo cierto, Job. Tus consejeros no me conocen como me conoces tú. Gracias, Job, por ser mi amigo. Gracias por hablar la verdad”.17

Si tan sólo los discípulos hubieran aceptado la oferta de amistad de Jesús en el aposento alto, se habrían sentido libres para hacerle preguntas, tales como: “Si quieres que seamos amigos, ¿por qué se habla tanto en la Biblia de la condición de siervos de Dios? Siendo que el amor y la amistad no se pueden obtener por mandatos, ¿por qué se usa tanto de la ley?”

 

“Dile a tu hermano que lo quieres”

Quizás recuerdes alguna ocasión, hace mucho, cuando le diste un puñetazo en el ojo a tu hermanito. Con su agudo discernimiento, Mamá pronto determinó quién tenía la culpa.

“Dile a tu hermano que lo sientes”.

Pero, la verdad era que no sentías haberlo hecho. Y en verdad, tenías ganas de darle un puñetazo en el otro ojo. Pero allí está Mamá, y ella es mucho más grande que tú, así que dices, “lo siento mucho, hermanito”. Pero, ¡cuán huecas sonaban esas palabras!

Entonces la Mamá empeora las cosas. “Dile a tu hermano que lo quieres”. ¿Recuerdas cómo te sonaban esas palabras?

La situación se agrava aún más cuando Mamá dice: “Dale un beso a tu hermano”.

“No, no puedo”.

“Te he dicho ‘besa a tu hermano’, o verás lo que te va a pasar”. ¿Recuerdas la calidad que tenía ese beso?

¡Cuánto le dolería a Dios tener que reunir a sus hijos al pie del monte Sinaí18 y ordenarles a amarlo a él y a amarse unos a otros; dejar de matarse unos a otros y de odiarse; dejar de ser inmorales, de robar y de mentir! Cuando un padre tiene que hacer eso con sus hijos, la situación en la familia tiene que ser muy seria.

 

El amor no puede forzarse

Como lo explica el apóstol Pablo, la ley se agregó por causa de la maldad y la transgresión.19 En realidad, lo que Dios más desea para sus hijos —paz, amor, felicidad, amistad confiada— no puede obtenerse por legislación, menos aún por la fuerza o el temor. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu dice el Señor”.20 Solamente en la forma en que el Espíritu trabaja —el Espíritu de amor y verdad— pueden los seres humanos ser persuadidos a ofrecerle a Dios lo que él desea, en forma libre y voluntaria.

Usted puede forzar a otros a que sean sus siervos, pero no puede obligarlos a que sean sus amigos.

Yo hubiera querido que los discípulos le pidieran a Jesús en el aposento alto que les explicara más el uso que le daba a la ley. Parece una gran contradicción de experiencia y de sentido común ordenar a una persona a amar a Dios y a sus semejantes. No obstante, inmediatamente antes e inmediatamente después de su oferta de amistad en Juan 15:15, él repitió el mandato de amar. “Este es mi Mandamiento: Que os améis unos a otros”. “Esto os mando: Que os améis unos a otros”.21

Agregó también en esa misma ocasión: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando”.22 ¿Alguna vez aplicaste esta fórmula a alguien que buscabas como amigo?

¿Qué hubiera pasado, si cuando eras estudiante le hubieras dicho a un compañero nuevo, “Puedes ser mi amigo siempre que hagas lo que yo te mando”? Si esta es tu idea de amistad, me sorprendería que tuvieras muchos amigos.

 

Es un honor ser un siervo de Dios

¿Quién de nosotros tendría la osadía de ir a Dios con la increíble idea expuesta en Juan 15:15? “No queremos que nos llame más sus siervos. Insistimos, de hoy en adelante, que nos hable como amigos”.

Realmente es un honor ser un siervo de Dios. Y cuán maravilloso sería escuchar a Dios al final decir: “Bien hecho, buen siervo fiel”. Pero es Dios quien nos ofrece algo mejor, mucho mejor, ser sus amigos comprensivos.

Tampoco debemos tomar livianamente esa frase que aparece en los parachoques de los automóviles, “¡Dios lo dijo! ¡Yo lo creo! ¡Todo está arreglado!” Dios ha dicho: “No os llamaré siervos, porque los siervos hacen lo que se les manda. Prefiero llamaros amigos, porque quiero que comprendáis”. Un siervo bueno y fiel vivirá a la altura del significado de esa frase del parachoques y tomará muy en serio lo que Dios ha dicho en cuanto a que prefiere amigos.

 

Yo preferiría ser un amigo de Dios

¿Cómo te consideras, siervo o amigo de Dios?

Quizás digas: “Me considero algo mejor aún, me considero hijo de Dios”.

“¿Por qué es mejor ser hijo?”

“Ah, porque los hijos tienen más derechos, y yo estimo los derechos que Jesús adquirió para mí a un precio tan elevado”.

Escuché hace poco decir a alguien desde el púlpito, “Cuando llegue al cielo y me encuentre con Dios, y él se pregunte cómo una persona como yo puede estar allí, lo único que necesito hacer es mostrarle mis credenciales. El no necesariamente tiene que quererme. Solamente necesita ver mis credenciales que me dan el derecho de estar allí”.

Personalmente creo que eso es hablar como un siervo. Y por cierto, no es muy amigable. Además, conozco muchos hijos que no son amigos de sus padres. Absalón era hijo de David, pero llegó a ser su peor enemigo.23 Por eso pienso que preferiría ser amigo de Dios más bien que solamente un hijo. Pero, afortunadamente podemos ser las tres cosas a la vez. No necesitamos elegir.

Creo que es un gran honor ser siervo de Dios, y especialmente ser un siervo fiel.

Es también un alto privilegio ser llamado hijo de Dios.

Sin embargo, sobre todo, yo prefiero ser su amigo. Un amigo que confía en él y en quien él puede confiar.

 

 

1. Una pieza en el piso alto donde Jesús comió la Pascua con sus discípulos. Ver Lucas 22:12,13.

2. Palabra arcaica que significa carta.

3. Ver Apocalipsis 7:11,12.

4. Ver Juan 12:44,45; 14:9, 15:15.

5. Ver Juan 16:27.

6. Isaías 9:6.

7. Jim Jones fue un dirigente de un culto religioso que dirigió un suicidio en masa en 1978 en las selvas de Guyana.

8. Ver Daniel 3.

9. Ver Génesis 18.

10. Ver Génesis 18:25.

11. Ver Exodo 32:7–14; Números 14:11–19.

12. Ver Exodo 33:11; Números 12:8.

13. Ver Job 29:1–4; 30:20.

14. Ver Job 16:2.

15. Ver Job 37:20.

16. Ver Job 23:3–7.

17. Ver Job 42:7,8.

18. Ver Exodo 20.

19. Ver Gálatas 3:19.

20. Zacarías 4:6.

21. Juan 15:12,17.

22. Juan 15:14.

23. Esta triste historia se relata en 2 Samuel 15–18.

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