ÁNGELES CON BUENAS NUEVAS

Dos mil años han pasado desde que Jesús les dijo a sus seguidores que llevaran el evangelio a todo el mundo. Cuando esto se haga, dijo, vendrá el fin (ver Mateo 24:14).

La verdad que el Hijo de Dios vino a revelar no debía guardarse como un secreto para unos pocos privilegiados. Algunas de las religiones más populares en el tiempo de Jesús, conocidas como «Misterios», se desarrollaron en torno a información sagrada revelada únicamente a aquellos que pasaban por ritos especiales de iniciación.

Sin embargo, la palabra «evangelio» quiere decir «buenas nuevas» y por lo tanto era algo que debía hacerse público. Jesús indicó que se le diese la mayor circulación posible, tan lejos como «hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8), «a todas las naciones» (Mateo 28:19) y «a toda criatura» (Marcos 16:15). La verdad debía llegar hasta donde habían llegado las mentiras de Satanás.

El pequeño grupo de creyentes cristianos se dispuso confiadamente a cumplir esta inmensa tarea. Hasta esperaban completarla en un breve periodo de tiempo. ¿No había dicho Jesús que volvería pronto? ¿No les había advertido constantemente que estuvieran atentos para que su regreso no les tomase por sorpresa? Algunos creyentes de Tesalónica dejaron incluso de trabajar, bajo la equivocada creencia de que el fin ya había llegado. Pablo tuvo que informarles que todavía había algunos eventos importantes que tenían que suceder antes de que Cristo regresase (ver 2 Tesalonicenses 2:1-12; 3:6-13).

Pero toda una generación pasó y el Señor aún no había regresado. De los doce discípulos, solo Juan quedaba vivo, y estaba prisionero en la solitaria isla de Patmos. ¿Había fallado algo? Las Buenas Nuevas habían sido recibidas por muchos provocando a su vez una seria y violenta oposición. Muchos cristianos eran asesinados por los mismos a quienes ellos querían ayudar.

Pero lo más serio de todo es que algunos creyentes comenzaban a dudar de la veracidad de las Buenas Nuevas que ellos mismos habían estado intentando diseminar. Algunos negaban ahora que el Hijo de Dios había venido en forma humana para revelar la verdad acerca de su Padre (ver 2 Juan 7).

En ese crítico momento Dios envió otro mensaje de ánimo y de aclaración. Al anciano prisionero en la isla de Patmos le envió la información registrada en el último libro del Nuevo Testamento. Juan la describió como «La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto» (Apocalipsis 1:1).

Este mensaje aconsejaba a los cristianos a que tuvieran una visión más amplia de la vida y no solo de las dificultades del momento. El creyente debe comprender que ha llegado a involucrarse activamente en el gran conflicto entre Cristo y Satanás, un conflicto que abarca a todo el universo.

Por primera vez en la Biblia, se hace mención de esa guerra que comenzó hace tanto tiempo en los cielos y de la abarcante influencia de Satanás entre los ángeles (ver Apocalipsis 12). El cristiano debe aprender a ver su especial misión a la luz de esta gran lucha. Entonces, cuando parezca que la predicación del evangelio está condenada al fracaso y que la venida de Jesús se demora indefinidamente, el creyente recordará el gran conflicto y todo lo que Dios ha logrado hasta ahora.  Se recordará de cómo a través de los tiempos Dios ha obrado, pacientemente, para revelar la verdad acerca de él. Y de como todavía trabaja, pacientemente, para alcanzar a la raza humana. Entonces el desaliento de la demora se torna en gratitud y admiración por la infinita gracia de Dios, y así el creyente está más dispuesto a esperar.

El Apocalipsis de Juan también habla de la ira de Satanás en contra de aquellos que se atreven a arruinar sus esfuerzos por engañar al mundo. Mientras busca enemistar a los hombres con Dios, se inflama en cólera al escuchar el incesante testimonio de aquellos que todavía  «obedecen los mandamientos de Dios y siguen confiando en el mensaje de Jesús» (Apocalipsis 12:17, BLS). Esto debiera ayudar a los creyentes a entender por qué sus esfuerzos por enseñar la verdad han provocado tan fiera resistencia.

Entonces, dando una mirada al futuro Apocalipsis 13 predice el último y supremo intento de Satanás, a través de engaños, milagros y fuerza, de silenciar la verdad y de imponerse como Dios. Tan severa es la lucha que Juan interrumpe su descripción para decir «Aquí se requiere la paciencia y la fe de los santos» (Apocalipsis 13:10 BJ 1976)

En el capítulo 14, el apóstol continúa describiendo a esta compañía del pueblo de Dios como resistiendo todavía las mentiras de Satanás hasta el mismo fin. De manera particular se menciona que «en la boca de ellos no fue hallada mentira» (Apocalipsis 14:5 NT Besson). Arriesgando sus vidas rehúsan unirse al mundo que se ha alejado del Dios de verdad, para adorar al que Cristo llamó «padre de mentira» (Juan 8: 44). Al contrario, ellos persisten en «obedecer los mandatos de Dios y seguir confiando en Jesús» (Apocalipsis 14:12 BLS).

Mientras la lucha se acerca a su clímax, el leal pueblo de Dios no está esperando pasivamente el prometido regreso de su Señor. ¡Ellos no permitirán que el enemigo conquiste el mundo tan fácilmente! Al contrario, redoblan sus esfuerzos para cumplir el mandato original de dar a conocer la verdad en todos los rincones de la tierra.

Una vez más, en el lenguaje simbólico del libro de Apocalipsis, Juan escribe que ve el  último gran esfuerzo por difundir el evangelio como representado por ángeles que traen mensajes urgentes del cielo. En el capítulo 14 menciona especialmente tres.

El primero de esos ángeles que Juan vio «Llevaba buenas noticias de valor eterno, para la gente de todos los países, razas, idiomas y pueblos… [El ángel] decía con fuerte voz: ‘Honren a Dios y alábenlo; ha llegado el momento en que él juzgará al mundo. Adoren al creador del cielo y de la tierra, del mar y de los manantiales’» (Apocalipsis 14:6,7 TLA-D 2004).

 «Lo siguió un segundo ángel, que decía: ‘¡Ya cayó, ya cayó la gran Babilonia!’ » (Apocalipsis 14:8, DHH). La oposición a Dios ha colapsado, en corrupción y en derrota.

Un tercer ángel siguió a los anteriores y con un vívido lenguaje advirtió acerca de las terribles consecuencias de creer en las mentiras de Satanás y de unírse a él en rebelión contra Dios. De nuevo hay un llamado para «el pueblo de Dios que debe aprender a soportar con fortaleza…» y a «obedecer los mandatos de Dios y seguir confiando en Jesús»  (Apocalipsis 14:12 TLA-D 2004).

Estos tres mensajes, en el contexto en que son dados, parecen resumir el último mensaje de invitación y advertencia de parte de Dios para nuestro mundo. Pero el mensaje no es nuevo. Las Buenas Nuevas del primer ángel son descritas como eternas, imperecederas, esta ha sido siempre la verdad.

Esta era la verdad que existía ya desde la eternidad, incluso antes de que Lucifer comenzara a circular sus mentiras. Es la misma verdad que ha sustentado la lealtad de la mayoría de los hijos de Dios en todo el universo. La verdad que permanecerá a través de las edades sin fin de la eternidad, la verdad que nos induce a poner libremente nuestra confianza en Dios.

Pero, ¿qué es exactamente esta verdad, este evangelio eterno, estas Buenas Nuevas?

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