NÚMERO TRECE – CÓMO TRATA DIOS A SUS HIJOS DESCARRIADOS

Bienvenidos a la número trece de nuestras conversaciones acerca de Dios. Otra visión de nuestro Padre celestial en el amplio escenario del gran conflicto sobre su carácter y gobierno. El tema de nuestra conversación número trece es: “Cómo trata Dios a sus hijos descarriados”. Este tema nos brinda la oportunidad de considerar, una vez más, lo que yo considero como la prueba más convincente de que Dios no es el tipo de persona que sus enemigos le han hecho parecer. Por medio de esta prueba Él se ve como exactamente lo opuesto. Él no es arbitrario, vengativo, no perdonador, ni severo.

¿Cómo piensa usted que será estar de pie, algún día, ante la presencia del ser Infinito sabiendo que Él sabe todo acerca de nosotros, y que todo es todo? Todos nos presentaremos, tanto los salvos como los perdidos. No lo quiera Dios, pero si alguno de nosotros muriera esta noche al volver a casa, y espero que todos puedan estar de vuelta mañana en la iglesia. Pero si eso sucediera, en el siguiente instante de conciencia, esa persona estaría frente a frente con Dios. Espero que sea en la segunda venida y no en la tercera. La Biblia deja esto impresionantemente claro en muchos lugares. Pero uno de los más vívidos, el primero en nuestra hoja de referencias bíblicas, es Apocalipsis 20:11, 12.

“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él… Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos… y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (RV60).

Y aunque estuviésemos entre los salvos, ¿se sentiría cómodo pasando la eternidad con alguien que nos conoce tan bien? Y aunque ya hemos sido perdonados, todos hemos sido pecadores. Porque veamos el verso que he seleccionado de ese largo pasaje en Romanos 3; veamos Romanos 3:10, 23.

“No hay justo, ni aún uno… por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (RV60).

Así que aunque estemos salvados, aunque hayamos sido perdonados, ¿seremos acaso perseguidos por la memoria Dios de nuestro pecaminoso pasado, un pasado que todos compartimos? La respuesta depende claro, como todo lo demás en esta serie de conversaciones, del tipo de persona que creemos que Dios es. A lo largo de todas las Escrituras, Dios ha hablado respecto a esta pregunta, no mediante aseveraciones o en promesas solamente, sino con las pruebas, demostrándolo. Y seguramente que la demostración más convincente fue dada a través de la forma en la que Jesús trató aun al peor de los pecadores. Aquí se encontraba Dios en forma humana, cara a cara con los pecadores y vean como los trató.

Uno de los pecadores más conocidos, fue aquella pobre mujer tomada en adulterio, sin mencionar a los piadosos pero insensibles acusadores que la trajeron hasta Cristo. Ustedes recordarán la historia completa descrita en el evangelio de Juan. Cómo esos hombres tan religiosos llevaron a esa pobre mujer hasta Cristo, en un intento de entramparlo, según ellos, de contradecir el Antiguo Testamento. No era la primera vez que intentaban entramparlo con algo así. Pero cada vez que lo hacían Él los enfrentó con su acostumbrada habilidad y gracia y toda la escena se volteaba en su contra.

Esta vez, para asegurarse de que podían convencer a la multitud, se aseguraron de tener pruebas convincentes. Y cuando llevaron a la mujer le dijeron: –”La encontramos en el acto mismo”.

Ahora bien, es rápidamente evidente por la historia, qué tipo de personas eran estas. Ya que de acuerdo a las normas del Antiguo Testamento, ellos debían haber llevado al hombre también. No había manera que pudieran decir que no habían visto al hombre, porque dijeron: “La sorprendimos en el acto mismo,” en cuyo caso sería difícil no ver a la pareja. Así que su deshonestidad era inmediatamente evidente. Después de llevar a esta pobre mujer frente a la multitud le dijeron a Jesús: “Conoces los textos del Antiguo Testamento. Sabes lo que la Biblia dice que se le debe hacer a esta mujer. ¿Estás de acuerdo? ¿Debemos apedrearla o no?” Y toda la multitud observaba esperando la respuesta de Jesús. Él escogió no decir nada. En vez de eso, se inclinó. Ustedes conocen muy bien esta historia. Y escribió con su dedo en el polvo de suelo. Unas cuantas pisadas, unas cuantas ráfagas de viento, y el registro desaparecería. La Biblia no dice que Él escribió sus pecados, pero juzgando por su reacción es aparente que eso fue lo que escribió en la tierra. Mientras miraban por sobre su hombro, vieron sus vidas delineadas en el polvo, y uno por uno, desde el más viejo hasta el más joven se fueron yendo. Pero antes de que se fueran, Jesús se volvió a ellos mientras escribía esas cosas y les dijo: “Sugiero que el que de ustedes trajo a esta mujer, que el que de ustedes nunca haya pecado, le arroje la primera piedra”. Entonces se inclinó de nuevo y siguió escribiendo. Cuando todos se hubieron ido, se volvió a la mujer, que había sido dejada allí y le dijo: “¿Dónde están tus acusadores? Ella levantó la mirada y dijo: “No sé, todos se han ido”. Y entonces esas increíbles palabras, dirigidas a una mujer que había cometido un crimen, en el que todos pareceríamos estar de acuerdo que es realmente reprensible. Le dijo: “Ni yo te condeno. Solamente vete a casa y de ahora en adelante sé una mejor mujer”. De la manera en que está registrado en Juan 8, veamos en la hoja de referencias bíblicas. Sola una pequeña porción de la historia: Juan 8:7, 9-11.

“Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra…” “Al oír esto, uno tras otro comenzaron a irse, y los primeros en hacerlo fueron los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se enderezó y le preguntó: “«Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?» Ella le contestó: Ninguno, Señor. Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno; ahora, vete y no vuelvas a pecar»” (DHH).

Ella casi no podía creer esas palabras, convirtiéndose en una de sus más firmes amigas. Cuán misericordioso y generoso Jesús, el Hijo de Dios se preocupó en recuperar la dignidad y autoestima de esa mujer. ¡Nos maravillamos de cómo trató a esa mujer! Pero ¿qué hay acerca de su trato para con esos piadosos, insensibles acusadores? Evidentemente Él conocía todo acerca de sus vidas para escribirlo en el polvo. ¿Por qué en vez de eso no se acercó a la multitud diciendo? “¡Déjenme contarles algo acerca de estos pretensiosamente piadosos farsantes! ¿Saben ustedes qué es lo que este ha hecho y este otro?” ¿Acaso no merecían se expuestos? ¿Qué nos dice eso acerca de Dios, que no haya expuesto a esos santurrones acusadores? ¿Será que a Dios no le agrada avergonzar a sus hijos? ¿Eran esos acusadores, también miembros de su familia?

Ustedes recordarán que en una de nuestra primeras conversaciones, considerábamos el hecho de que todos, buenos y malos, son sus hijos y miembros de la familia de Dios. Dios no humilló públicamente a aquellos hombres; por más que estemos de acuerdo en que se lo merecían.

Piensen en la historia de Simón, el leproso que Jesús sanó. Invitó a Jesús a cenar en su casa. También invitó a María, Marta y a Lázaro. Lucas nos cuenta que María era conocida por vivir una vida inmoral en el pueblo. Algunos piensan que esta es la misma mujer que había sido tomada en adulterio. Recordarán que durante la cena, esta mujer unge los pies de Jesús con un carísimo perfume.

Ella intentó mantenerlo en privado, pero olvidó que la fragancia llenaría el ambiente. Y se hizo público. Entonces Simón, “dentro de sí”, de acuerdo al registro dice: “Si Jesús fuera profeta, sabría qué tipo de mujer le está tocando. Él conocería la pecaminosa vida que ella lleva”. Y Jesús hablando se dirige a Simón y le dice: “Simón tengo algo que contarte”. “Habla”, fue su respuesta. Y Jesús le cuenta la historia de los dos deudores. Y Simón se da cuenta de que Jesús conocía sus más profundos pensamientos. Eso quería decir que Jesús sabía qué tipo de pecador él había sido. Simón contuvo la respiración mientras esperaba a ver si Jesús lo expondría delante de la multitud. Ciertamente que el santurrón de Simón merecía ser delatado. Pero Jesús lo mantuvo en privado. Cuidó de la dignidad y reputación de Simón delante de sus invitados. No lo delató y mientras tanto gentilmente aceptaba el impulsivo acto de María. Piensen en lo que estas historias nos dicen acerca de nuestro Dios.

Podemos recordar la experiencia del paralítico en el estanque. Por treinta y ocho años había estado tratando de entrar al agua. Y un sábado de tarde al levantar la mirada, el rostro más amable que él hubiese visto lo observaba y le dijo: –”¿Quieres ser sano?” Jesús no le dio un sermón a este hombre de cómo su indulgencia le había causado la enfermedad. Simplemente le dijo: “¿Quieres ser sano?” –”Si así es, levántate, toma tu lecho y vete a casa”. Más tarde Jesús se encuentra con él y le dice: –”Te sugiero que ya no peques, no vaya a ser que algo peor te suceda”. Pero siempre en ese mismo orden. Jesús primero hizo que la gente se sintiera cómoda. Los sanó. Especialmente a los pecadores que quizás se despreciaban a sí mismos. Trató de que recobraran su dignidad y respeto propio. ¿Cómo se le puede pedir a una persona que se comporte con dignidad cuando se le ha privado de su respeto propio? Dios primero les restaura eso. Después les dice que dejen de pecar, para que no les sobrevenga algo peor.

Y luego, imaginen a Jesús en el aposento algo, la noche antes de ser crucificado. El registro dice que los doce discípulos estaban discutiendo acerca de quién sería el mayor. Si vemos en el relato de Lucas él lo tiene en ese orden, Jesús les dijo a los doce: –”He deseando tanto comer de esta Pascua con ustedes. Pero quien me ha de entregar está sentado a la mesa conmigo”. Y ellos empezaron a discutir sobre quién haría tan terrible cosa. Pero también discutían sobre quién de ellos sería considerado como el más importante. ¿Pueden imaginárselos discutiendo sobre un tema tal, mezclado con quién de ellos va a traicionarlo?

¿Cómo los trató el Hijo de Dios? ¿Los reprendió por su conducta infantil? ¿O los regañó acaso por su falta de disposición de lavarse los pies entre sí? En vez de eso, el universo entero observaba mientras su Creador, aquel a quien ellos adoraban, se levantó, tomó la vasija y una toalla, y el Supremo Creador se arrodilla para lavar una docena de pies sucios. Lavó incluso los pies de Judas, su traidor. Piensen en lo que eso dice acerca de Dios, el que él los tratara de esa manera. Jesús pudo haber levantado la vista y decirles: “Ustedes no creen que mi Padre estaría dispuesto a hacer esto, ¿no es cierto?”

Es por eso que durante la Santa Cena, no me gusta hacer otra cosa sino pensar y casi no hablar. Lo que movió a los discípulos no fue el lavarse los pies entre ellos. Lo que los movió fue que Dios les lavó los pies. Y se pueden imaginar esa experiencia, mientras ellos veían hacia abajo, la cabeza de Cristo inclinada sobre la vasija y sentir sus fuertes manos de carpintero en sus pies. Y entonces que levantando la vista les dijera: “Ustedes no creen que mi Padre haría esto, ¿no es cierto? Él lo haría. Si me han visto a mí, han visto al Padre. Si ustedes se sienten cómodos conmigo, se sentirían igual de cómodos con el Padre”. Eso era lo que Él trataba de decirles en el aposento alto.

Pero entonces, piensen en lo necios que fueron al perder la oportunidad de lavarle los pies al Hijo de Dios, antes de que muriera. ¡Qué recuerdo podría haber tenido alguno de los discípulos, por toda la eternidad! Imagínense a Jesús encontrándose él pasados un millón de años en la eternidad diciendo: “Juan o Pedro o Santiago, nunca olvidaré cómo lavaste mis pies aquella noche antes de ser crucificado”. Ese discípulo no podría olvidarlo nunca. Y se lo perdieron, a causa de su mala conducta allá en el aposento alto.

Y aunque Jesús les dijo que uno de ellos lo traicionaría, ¿lo delató ante los otros? ¡No! Dice el registro bíblico que cuando Judas salió rápidamente para hacer lo que se había determinado a hacer, ellos pensaron que Jesús le había pedido que fuera a comprar provisiones para la fiesta, o quizás para ir a dar una ofrenda para alimentar a los pobres. Veamos el registro en Juan 13:27-29.

“Jesús le dijo: –Lo que vas a hacer, hazlo pronto. Pero ninguno de los que estaban cenando a la mesa entendió por qué le decía eso. Como Judas era el encargado de la bolsa del dinero, algunos pensaron que Jesús le quería decir que comprara algo para la fiesta, o que diera algo a los pobres” (DHH).

Piensen en cómo Jesús encubrió a su traidor. ¿Por qué no lo delató ante los otros? ¿No lo merecía el traidor? Pero el traidor era miembro de la familia de Dios, solo que uno con graves problemas de conducta. Pero una vez más, Dios no se deleita en avergonzar a sus hijos.

Más tarde Pedro, Santiago y Juan, según recuerdan, fueron con Él al jardín del Getsemaní. Y allí Jesús pasó por esa asombrosa experiencia de separación de su Padre para responder la pregunta: “¿Produce la muerte el pecado?, ¿o es tortura y ejecución en las manos de nuestro misericordioso Dios?” Él sufrió allí sólo, aparentemente abandonado por su Padre. Tres veces llegó a donde sus discípulos dormitaban, buscando su compañía y aliento. Y al final, ¿los regañó, por no haberlo ayudado? ¡No! Hizo una excusa para ellos. Les dijo: “El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Los entiendo a los tres. Solamente están muy cansados”.

Pero, piensen en lo que ellos se perdieron. ¿Qué hubiera sucedido si los tres levantándose, hubieran caminado hacia Cristo y arrodillados le rodearan con sus brazos, mientras pasaba por tal experiencia? ¡Qué recuerdo el que hubieran tenido por el resto de la eternidad! Imaginen a Jesús corriendo hacia ellos de vez en cuando, por la eternidad y decirles: –”Pedro, Santiago y Juan nunca olvidaré cuando se arrodillaron junto a mí en el Getsemaní, cuando yo más los necesitaba”. Pero se durmieron durante toda la experiencia y Jesús no los reprendió.

Y solo unas pocas horas más tarde, Pedro insultaba y maldecía para probar que ni siquiera conocía a ese Cristo. Y entonces el gallo cantó, tal como Jesús se lo había dicho, después del atrevido discurso de Pedro en el aposento alto: “Aunque todos te negaren, yo daría mi vida”. Ustedes recordaran, que después de negarlo Pedro se preguntaba si Jesús lo había notado. Y aunque la vida de Jesús estaba en juego y sufría, Él estaba más preocupado por su descarriado discípulo allí afuera en el atrio que por sí mismo. Y Lucas dice que Jesús volviendo su rostro dirigió su mirada hacia Pedro. Imagínense ustedes de pie allí. Y de la manera en que Pedro conocía a Dios hasta ese momento, podría haber esperado ver indignación, ¡se la merecía!, desaprobación en el rostro de Cristo. Pero en lugar de eso él vio, pena, claro que sí, decepción, compasión. Porque era el rostro de aquel que se había arrodillado, según el registro, para lavar sus sucios pies la noche anterior. Y cuando Pedro vio esa expresión en el rostro de Jesús, salió corriendo del atrio y lloró amargamente.

Vean el relato escrito por los tres autores evangélicos, Mateo, Marcos y Lucas. Empezando con Marcos 14, en la hoja de referencias bíblicas.

“Jesús les dijo” [arriba en el aposento alto]: “–Todos ustedes van a perder su fe en mí…” Y Pedro le dijo: “Aunque todos pierdan su fe, yo no… –Aunque tenga que morir contigo, no te negaré” (DHH).

Ese es Marcos. Y Mateo agrega en Mateo 26:69, 70, 72, 74:

“En esto, una sirvienta se le acercó y le dijo: –Tú también andabas con Jesús, el de Galilea. Pero él negándolo ante todos ellos decía: –No sé de qué estás hablando… – ¡No conozco a ese hombre! Entonces comenzó a jurar y perjurar diciendo: -No conozco a ese hombre” (DHH).

Y entonces Lucas añade en Lucas 22:61, 62:

“El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces». Y saliendo de allí, lloró amargamente” (BAD).

Más tarde Judas llegó al mismo atrio y arrojó las treinta piezas de plata en el suelo y confesó que había entregado sangre inocente. Él también vio a Jesús. ¿Piensan ustedes que notó una mirada diferente en el rostro de Jesús? ¿Había enfado? ¿Había ira? ¿Había rechazo? ¡Se lo merecía! Pero no, Judas era uno de los hijos de Jesús, y estaba a punto de perderlo. Jesús vio a Judas de la misma manera en que vio a Pedro. Con la misma pena, la misma decepción, la misma compasión. Una vez más era el rostro de aquel que recién la noche anterior se arrodilló y lavó los sucios pies de Judas. Sobrecogido, Judas corrió y cometió suicidio. Qué hermoso final hubiese sido, si Judas hubiera sido tocado por la mirada de Jesús, como lo fue Pedro, y corriendo afuera del atrio se hubiera encontrado con Pedro que lloraba y los dos juntos se hubiesen convertido en hombres nuevos. ¡Qué feliz final hubiera sido aquel! Pero todo el cielo observó otro final.

Imagínense cómo se sintió Pedro todo ese sábado. En las últimas veinticuatro horas él había hecho repetidamente el papel de un insensato. Dos veces con sus impetuosas declaraciones en el aposento alto. Y luego dos veces había hecho de sí un miserable en el jardín del Getsemaní. Y ahora su cobarde conducta en el atrio, negando incluso el siquiera conocer a Cristo. Y ahora Cristo estaba muerto y no había ya manera de enmendarlo, de hacerlo bien otra vez. No nos sorprende que cuando él escuchó que la tumba estaba vacía, él fue el primero en llegar allí ese domingo de mañana. Pero no fue Pedro, sino María, la que tuvo el privilegio de ver primero a Jesús y llevarles las buenas noticias a los discípulos. ¿Por que creen ustedes, que entre todos, fue María? María, la que era conocida por llevar una vida inmoral en el pueblo. María, ¿de quien Cristo había expulsado siete demonios? ¿La hubiéramos escogido nosotros para tan alto honor? Dios la eligió a ella. Aunque disfruto del comentario de mi esposa, que si a María no le hubiera importado estar allí, Dios no hubiera podido honrarla así. Eso es verdad, ¿no es cierto?

Y más tarde, cuando María se volvió y reconoció a Jesús y cayendo a sus pies le adoró, Jesús no le dijo: –”¡No me toques! ¡No me toques María! Si me tocas ya no puedo ir al cielo”. ¿Qué nos diría eso acerca de Dios? No, en el lenguaje de este tiempo Él le dijo a María… Mejor veámoslo en la siguiente referencia en nuestra hoja de referencias bíblicas, Juan 20:17. Esto es lo que Él le dijo:

“Jesús le dijo:” amablemente, con misericordia, “Deja ya de retenerme,” literalmente no te aferres a mí, los saludos tomaban algo de tiempo en aquellos días, “Deja ya de retenerme porque aún no he subido al Padre; pero ve a mis hermanos” a mis hermanos, “y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (N-C).

Escuchen a Jesús llamando hermanos a sus discípulos. ¿Se dan cuenta? los hombres que lo han abandonado tan gravemente cuando Él más los necesitaba. Y entonces, cuando los ángeles confirmaron la orden de Jesús de ir a decirles a los discípulos, ellos añadieron algo que debió haber sido sobrecogedor para Pedro cuando lo escuchó. Veamos lo que dijeron en Marcos 16:7.

“Ahora vayan a decir a los discípulos, y en especial a Pedro, que él se les adelanta camino de Galilea…” (BL95).

Cuán divino de parte de los ángeles el agregar: “especialmente a Pedro”. Los ángeles admiran y adoran a Dios por la increíble y misericordiosa forma en la que trata a los pecadores en su familia. Cuánto habrán disfrutado esos ángeles al agregar esas palabras: “y especialmente a Pedro”.

Hay muchos ejemplos más que podríamos agregar, pero ¿no es este el tipo de Dios con el que podríamos pasar la eternidad si confiamos en Él?

Si tenemos el privilegio de pasar la eternidad con aquel que es infinito en recordar, no tenemos por qué temer de esa memoria, porque Dios es el perdón personificado. Él ha prometido no solo perdonarnos, sino tratarnos como si nunca hubiésemos pecado. Piensen en todos los textos que dicen eso. Veamos los siguientes dos. Isaías 38:17

“…porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados” (RV60).

Y este otro tan conocido en Miqueas 7:19

“…sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (RV60).

Ahora bien, no hay fingimiento u olvido en esto. Dios conoce todos los pecados en los que nos hemos metido. Los ángeles han visto cada acto nuestro. Nosotros sabemos todas las cosas que hemos hecho. ¡Esas cosas no han sido olvidadas! Aún así somos tratados como si siempre hubiésemos sido hijos leales de Dios. Ahora bien, esto no quiere decir que Dios se hace de la vista gorda con el pecado. Piensen en el precio que Él pagó para aclarar todas las dudas y cubrir las emergencias que el pecado ha causado en su familia.

Y ustedes recordarán algunas de esas graves ocasiones, cuando fue necesario para Jesús, el bondadoso Jesús, llamar al pecado por su nombre y denunciarlo en los términos más fuertes. Se recuerdan cuando esos pretensiosamente piadosos maestros de la Biblia, en quienes la gente confiaba tanto, denunciaron la representación que Jesús les dio del Padre como satánica. Imagínense, decir que la propia descripción del Hijo de Dios de su propio Padre era herética, antibíblica y diabólica. Piensen en que estos eran los guardadores del sábado, que pagaban diezmo, los maestros de Biblia que hicieron esa acusación. Y a causa de la gran influencia que tenían sobre el pueblo, Jesús se volvió a ellos y les dijo: “No, no soy yo quien tiene demonio. Ustedes son hijos de su padre el diablo y ustedes prefieren sus mentiras a la verdad”. Pero cuando dijo eso, sabemos que tenía lágrimas en su voz.

Y aún durante la asombrosa muerte final de los impíos, Dios estará respetando la libertad e individualidad de sus inteligentes criaturas. Él lo ha dejado bien claro a lo largo de los sesenta y seis libros, que Él no quiere perder a ninguno de sus hijos. Veamos 2 Pedro 3:9 una vez más.

“El Señor… es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (RV60).

Está enfatizado a lo largo de todo el Antiguo Testamento, así como en el Nuevo. Veamos Ezequiel 33:11.
“Vivo yo” «declara el Señor DIOS» “que no me complazco en la muerte del impío, sino en que el impío se aparte de su camino y viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos. ¿Por qué habéis de morir, oh casa de Israel?” (LBLA).

Como un médico, Dios está listo para sanarnos, pero no nos puede forzar a estar bien. Si preferimos dejarlo Él respetará nuestra decisión y con tristeza nos dejará ir. Pero mientras lo abandonamos por última vez para cosechar las horrendas consecuencias, escucharemos su triste lamento en Oseas: “¿Cómo podré dejarte? ¿Cómo podré abandonarte?” Lo discutimos cuando hablamos del por qué Jesús murió, esa impresionante historia en el libro de Oseas, ¿lo recuerdan?

Y entonces, mientras Dios interpretaba lo que Oseas había hecho, Él dijo: “He rogado tanto tiempo, tantos años, siglos, a mi pueblo Israel que por favor vuelva a casa. Traigan palabras de arrepentimiento con ustedes,” dijo Dios, “y yo los sanaré y los perdonaré”.

Ustedes recuerdan cuando el hijo pródigo hizo eso. Jesús contó la historia para mostrar cuán feliz está Dios cuando alguien vuelve a casa. Cuán deseoso está Dios de sanar. Y cuán magnífica es esa historia, contada tantas veces. Solo un poquito de ella. Lucas 15, en la hoja de referencias. Noten lo que la historia dice acerca de la actitud del Padre hacia sus pecadores hijos.

“Mientras el hijo todavía estaba muy lejos de casa, su padre lo vio y tuvo compasión de él. Salió corriendo a su encuentro y le dio la bienvenida con besos y abrazos. El hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra Dios y contra ti. No merezco llamarme tu hijo’. “Pero el padre les dijo a sus siervos: ‘¡Apresúrense! vístanlo con la mejor ropa”. ¿No les gusta eso? ‘¡Apresúrense! vístanlo con la mejor ropa… y ¡celebremos y comamos! Mi hijo estaba muerto y ha vuelto a vivir, estaba perdido y ha sido encontrado'” (PDT).

Jesús añadió que hay gozo delante de los ángeles en el cielo cuando alguien vuelve a casa. Hasta los ángeles se gozan cuando volvemos a casa. Pero Israel no volvió en los días de Oseas. Por eso esas tristes palabras que siguen en Oseas 14

“Vuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios; Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová… Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia” (RV60).

Pero no volvieron. Veamos el siguiente verso, Oseas 11:7, 8

“Mi pueblo está aferrado a la rebelión contra mí…” No volviendo a casa, alejándose, “¿Cómo voy a dejarte, Efraím, cómo entregarte, Israel? (BJ76).

Así como en Oseas, con tristeza Él nos dejará ir, si insistimos en alejarnos más. Yo entiendo que Dios nos extrañará si nos perdemos. Él nos extrañará eternamente si no llegamos a casa. Piensen en el eterno vacío que el brillante Lucifer dejará en la infinita memoria de Dios. Pero para algunos de nosotros, esta magnífica imagen de Dios nos conduce al arrepentimiento, y a la confianza. Recuerdan el famoso versículo en nuestra lista, Romanos 2:4

“¿O menosprecias las riquezas de su bondad, paciencia y magnanimidad, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento?” (RV89). Y ese verso lo hemos utilizado múltiples veces ya. Cuando escuchamos esas buenas nuevas acerca de Dios, algunos somos conducidos a la confianza. Y así en confianza y seguridad, esperamos ver al Ser Infinito. Y aunque la próxima vez, vendrá con toda su majestad y poder no hemos de tener miedo. Y aunque todos hemos sido pecadores, nos sentiremos tranquilos en su presencia por la eternidad.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS
A. Graham Maxwell (GM) y Louis Venden (LV)

(LV): El título de esta noche: “Cómo trata Dios a sus hijos descarriados”, hace surgir una pregunta en mi mente Graham. Esas historias que usted nos ha recordado, hermosas, interesantísimas historias. Pero en su mayoría están centradas en Jesús y en cómo Jesús trató a la gente. Y yo creo que todos tenemos eso más o menos claro. Todos tenemos esa imagen de Jesús en mente.

(GM): El amante Jesús.

(LV): Sí, claro. Pero yo creo que la pregunta aún persiste en muchas de nuestras mentes: ¿Qué tal si fuera el Padre? ¿Trataría Él a esas personas de la misma manera? Usted ya ha hablado de eso, pero yo creo que debemos volver a eso una vez más, rápidamente. ¿Y qué hay del Espíritu Santo, en este caso también?

(GM): Entonces, en el título: “Cómo trata Dios a sus hijos descarriados” sería interesante preguntarle a toda la audiencia: ¿Quién les vino a la mente primero, el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo?

Y espero que no haya ninguna diferencia, que podamos aceptar el testimonio de Jesús repetido en Juan 12, Juan 14, Juan 16: “Si me han visto a mí, han visto al Padre”. “El Padre mismo los ama, tanto como yo los amo”. “Y si me fuere, os enviaré otro Consolador”, otro como yo. No hay diferencia entre el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo. Eso es lo más maravilloso que uno puede entender. Todo el mundo ama al amante Jesús, pero el Padre nos trataría exactamente igual.

(LV): Pero quizás tenemos que escuchar eso una y otra vez, ¿no es así? para que se pueda grabar en lo más profundo de nuestro ser.

(GM): Sí.

(LV): A propósito, he notado todas las versiones que usted ha utilizado, pero en la cita de Juan 20:17 aparecen las siglas (N-C) ¿a cuál versión se refiere?

(GM): Nácar y Colunga. La primera versión Católica traducida al español desde las lenguas originales.

(LV): Nácar y Colunga

(GM): Así es, Alberto Colunga Cueto y Eloíno Nácar Fúster.

(LV): Suena interesante.

(GM): Sí, solamente los protestantes tenían una versión traducida directamente de los idiomas originales, la de Casiodoro de Reina que data del siglo XVI. La razón por la que la escogí es porque en el griego el texto dice literalmente: “No me sigas deteniendo, no continúes tocándome, no te aferres a mí, porque tengo que irme.” Era muy cortés y amable. Pero para alejarnos de la idea de que si le tocaba algo hubiera sucedido, me encanta la traducción: “Pero deja ya de retenerme”. Además del hecho que en el Deseado de Todas las Gentes, esta fue la elección de Elena de White: “No me detengas”. Así que revisé muchas de mis versiones y la Nácar-Colunga expresaba eso.

(LV): En su presentación usted se refiere a todo tipo de historias, hermosas historias y tan apropiadas especialmente para este fin de semana. Pero la mayoría de ellas son del Nuevo Testamento. ¿Qué quiere decir eso?

(GM): Sí, todas excepto Oseas, ¿no es cierto?

(LV): Sí. Ahora bien, ¿Es Dios, como lo reveló Jesús en el Nuevo Testamento? ¿Es en realidad más misericordioso que en el Antiguo Testamento?

(GM): La única solución para esa pregunta es ir a través de todos los sesenta y seis, al menos eso me parece a mí, y así darnos cuenta de toda la ternura que existe en el Antiguo Testamento. Cosas de las que usted ha predicado tantas veces. Dios en su viña. ¡Cuánta ternura hay en esa narración! “¿Qué más se podría hacer por mi viña? o “…Pueblo mío ¿Qué te he hecho o en qué te he molestado?” Y claro, todo el libro de Oseas es bien conmovedor. Y en otra parte dice: “Cualquiera que toca a mi pueblo toca la niña de mis ojos,” que otros traducen como “El que a ustedes los toca me pega en la pupila del ojo”. Eso duele, y Dios dice: “Así es como me siento en relación con ustedes”.

Una de las más impresionantes es la forma en la que Dios trató a David. David pecó lo suficiente como para desfraternizarlo periódicamente de nuestra iglesia de la universidad, y aún así Dios le dice a Salomón su hijo: “Salomón, obedéceme en todas las cosas así como tu padre David lo hizo”. Esa es una de las declaraciones más generosas en toda la Biblia, y por eso la voy a utilizar la próxima semana, cuando hablemos acerca de la perfección.

(LV): Graham, usted ha hecho referencia a esa hermosa escena del Nuevo Testamento en Juan 8, en donde llevan a la mujer tomada en adulterio y Jesús le dice: “Ni yo te condeno”. Pero usted puede ir al Antiguo Testamento y allí Dios ordena la destrucción y la muerte de Acán y su familia. Eso parece como que… ¿por qué hay tanta discrepancia o una diferencia tan grande?

(GM): Y creo que si Él hubiera estado de acuerdo en que apedrearan a la mujer sorprendida en adulterio, muchos más le hubieran seguido. Hubieran aprobado ese tipo de decisión. Una explicación que he escuchado es que Acán no se arrepintió y que por eso fue apedreado. Y que la mujer sorprendida en adulterio sí se arrepintió. Pero eso hace que surja la siguiente pregunta: ¿Si ella no se hubiera arrepentido entonces Jesús se habría unido a ellos para apedrearla? ¡No lo creo! ¡No!, ¡yo prefiero reconstruir el escenario completo! En el caso de Acán había irreverencia, había desconfianza, estaban a punto de entrar a Canaán. Y es cierto, no había mucho arrepentimiento, si es que acaso lo hubo. Con la mujer sorprendida en adulterio, la situación era diferente. Era necesario que Él dijera algo diferente. Su misericordiosa forma de tratar a esa mujer, de la que se estaban aprovechando, y su increíble manera de tratar a esos pretensiosamente piadosos acusadores. Eso era lo que necesitaba decirse en ese momento y todo lo que Dios hace en las Escrituras está diseñado para decir lo que se necesita en el momento. Y cuando usted toma su Biblia como un todo, usted nota que es consistente en todo.

(LV): Él es tan misericordioso con ellos. Y esa es la imagen de su ministerio y usted ve eso durante tres años y medio. Y entonces, por ejemplo, en los inicios de la iglesia, tenemos a Ananías y Safira.

(GM): Sí. Aún no ha dejado de hacer las cosas de la misma manera.

(LV): Así es.

(GM): Y el mensaje del tercer ángel es fuego y azufre.

(LV): Entonces, ¿por qué no puede actuar Dios de la misma manera, consistente con esos tres años y medio, durante todo el período bíblico?

(GM): De la forma en que yo lo entiendo, esos tres años y medio fueron una increíble demostración de la manera en la que Dios hace las cosas en un ambiente ideal. Esa es la forma en la que le gustaría hacerlo todo el tiempo. Ahora bien, no todos lo recibieron muy bien. Algunos lo despreciaron por ser tan misericordioso. Él fue gentil con todo el mundo. Gentil con Judas. Gentil con los hombres que lo clavaron en la cruz. Esa es la forma en la que Dios desea actuar por la eternidad. Y Él estaba demostrando que usted solo puede gobernar de esa manera cuando las personas sobre las que usted gobierna son impresionadas favorablemente con eso y que le van a respetar y no van a malinterpretar eso como debilidad.

(LV): Eso va muy bien con lo que usted mencionó antes, que cuando Dios no actúa de esa manera, es porque estamos en situaciones de emergencia en donde lo “único” de la situación requiere de una acción apropiada para dicha situación, misma que está todavía basada en el amor.

(GM): Así es.

(LV): Eso es muy importante.

(GM): Es por eso que me encanta seguir viajando a lo largo de todos los sesenta y seis para ver la consistencia que tienen. A todo lo largo de ellos, Dios está tratando de decir y demostrar lo que necesita ser dicho bajo variadas circunstancias ante todo el universo que observa.

(LV): Pero entonces, cuando Dios viene como Jesucristo y actúa con esa maravillosa forma de aceptación, nosotros todavía venimos y lo crucificamos.

(GM): Sí, ellos no lo respetaron por eso. Lo hubieran respetado más si les hubiera dicho: “Vamos a apedrear a esa mujer y Yo voy a arrojar la primera piedra”.

(LV): Ellos en realidad no querían su descripción, ellos no querían el tipo de Dios que Jesús les dijo que Dios era y que es.

(GM): Así es. Hasta dijeron que estaba poseído por un demonio al describir a Dios de esa manera.

(LV): ¡Increíble!

(GM): Es increíble. Y aún así Él lloro mientras los denunciaba por hacer eso.

(LV): Esta pregunta ha venido vez, tras vez: ¿Si Dios es tan bueno y si al ver a Jesús vemos a Dios actuando como Él siempre quiere hacerlo, cómo es que puede destruir a los pecadores al final del tiempo?

(GM): Esta pregunta a surgido muchas veces durante nuestra serie.

(LV): Si sigue surgiendo, quizás la gente está esperando esa respuesta una vez más.

(GM): Así es. Si todo lo que Dios quiere en verdad es amor y confianza dados en libertad, Él no puede decir: “O ustedes me dan eso o los voy a destruir”. Así que eso me lleva a la Biblia otra vez para tratar de entender qué es lo que Él quiere decir cuando dice: “Te destruiré”. Y solo un ejemplo: cuando Saúl se suicidó, la Bible dice: “Y Yahvé le mató”. ¡Él nunca le puso un dedo encima! Y luego claro, la cruz: Jesús murió como los pecadores morirán y Dios no destruyó a su Hijo. Entonces yo pienso que podemos encontrar consistencia en el significado en toda la Biblia. Dios usa la palabra “destruir”, un lenguaje que podemos entender cuando ya casi no escuchamos a Dios y tenemos que estar casi aterrorizados para tomarlo en serio. Pero en realidad, si queremos saber lo que Él le hará a los impíos en el fin, veamos lo que le pasó a su Hijo. Él murió la muerte de un pecador.

(LV): Entonces las múltiples veces que la Biblia se refiere a Dios destruyendo, ¿usted dice que quiere decir qué?

(GM): Que si yo quiero saber qué es lo que Él me va a hacer, específicamente a mí, si me pierdo al final. Y la Biblia dice: “Cristo nunca pecó. Pero Dios lo trató como si hubiera pecado”, y Él murió la muerte del pecador. Entonces debo de ir a la cruz y ver a Jesús morir la muerte del pecador.

(LV): Y ese es el significado central de “destruir”.

(GM): Sí. Claro, es absolutamente devastador, pero Dios no lo está tomando a usted por el cuello diciéndole: “Puesto que no has escogido amarme ni confiar en mi, te voy a matar de la manera más dolorosa que conozco”.

(LV): Y eso nos lleva a otra pregunta que he visto por lo menos ocho o nueve veces en las tarjetas que nos entregaron, así que es una preocupación bastante común: “¿Está usted diciendo que Dios nunca en realidad mata a nadie?” Y si así es, entonces yo diría o muchos en nuestra congregación dirían: “¿Y qué hay del diluvio?”

(GM): Yo creo que Dios ha puesto a millones de sus hijos a dormir lo que la Biblia llama la primera muerte. Y claro que Él les promete a todos resurrección. Y ninguno de nosotros puede hacer eso si le quitamos la vida a alguien. Pero para el Dador de la vida, interrumpir la vida de una persona, y esta no sabe que solo está dormida, Él lo despierta en la resurrección, esperamos que en la correcta y muchos se levantarán en la otra. Sí, yo puedo ver a Dios haciendo eso.
¿Pero quitarnos nuestra vida eterna al final?, esa destrucción al final, no es suya. Esa es cuando Él nos deja, nos abandona a las horribles consecuencias y llora mientras nos deja ir, como en Oseas. Pero la diferencia entre la primera y la segunda muerte es una diferencia bien bíblica, Jesús la hizo y Juan la hizo.

(LV): Esa diferencia crucial es la que usted está sugiriendo como respuesta a esta pregunta.

(GM): Sí, claro que sí.

(LV): Esto es más como una nota de pie de página, pero apenas hace una semana alguien preguntaba sobre la historia en la que usted se espació, la mujer tomada en adulterio, y esta persona dice que trató de buscarla en su Biblia y buscó en Juan y no estaba allí. ¿Por qué?

(GM): Así es.

(LV): ¿Por qué? Yo también he notado eso en un par de versiones que tengo.

(GM): Esa sería una grave pérdida. Es una de las más grandiosas historias. Es absolutamente única en la Biblia.

Es verdad, no aparece en el manuscrito más antiguo. En donde aparece algunas veces es en Juan 7:53 al 8:11. Algunas veces está al final de Juan. Un manuscrito la tiene en Lucas. Los eruditos están de acuerdo en que no saben exactamente en dónde pertenece. Pero para no descorazonarnos, los eruditos están de acuerdo en que no hay manera de que alguien se hubiera inventado una historia tal. La historia es tan contraria al pensamiento de ese tiempo, que como Kenyon dijo: “¡Ni pensar que a un monje de algún monasterio se le hubiera ocurrido una historia tal en donde Dios es tan generoso con una mujer inmoral! No lo hubiera hecho. Así que el consenso general es que la historia posee todas las marcas de ser genuina. Así que dejémosla en donde está. Pero algunas versiones no la tienen como nota de pie de página. La eliminan completamente. Yo le diría a la gente, no se den por vencidos tan pronto. Vean en las notas de pie de página, búsquenla al final del libro de Juan, o en los apéndices, antes de concluir que finalmente no está.

(LV): Así que esta es una pregunta de manuscritos y que tiene que ver con en dónde aparece y no si en realidad la historia es o no una representación fidedigna de Jesús.

(GM): Así es.

(LV): Espero que todos hayan leído los primeros párrafos en nuestra hoja de referencias bíblicas, porque pienso que son muy importantes para establecer el entorno. Pero en este segundo párrafo y en su presentación usted se refirió al hecho de que estaremos tranquilos, cómodos, con Dios. Y usted hizo la pregunta, “¿Nos sentiremos cómodos, sabiendo que estamos en la presencia de alguien que sabe todo de nosotros?”

(GM): Hasta de aquellas cosas que nosotros mismos hemos olvidado.

(LV): No hay escondite alguno.
Ahora, usted ha sugerido que nos sentiremos cómodos en la presencia de Dios, y no porque Él haya olvidado todo. Pero hay referencias en las Escrituras de que Dios ha tomado todos nuestros pecados y los hecha en lo profundo del océano y que no los recuerda nunca más. ¿No nos daría más confianza decir solamente: “Bien, Él los ha borrado todos y no aparecen absolutamente en ninguna memoria?”

(GM): Sí, pienso que algunos obtienen más tranquilidad de la idea de que Dios es incapaz de recordar, un tipo de amnesia divina, que ninguno de nuestros vecinos y amigos, especialmente nuestros ángeles guardianes, serán capaces de recordar.

Yo pienso que demuestra más confianza en Dios el entender que Dios puede recordar muy bien, pero que no nos perseguirá con esos recuerdos.

Ahora, hay una razón vital para no olvidar. La historia del gran conflicto es la historia de la evidencia sobre la cual Dios ganó el conflicto. Después de ganarlo, Él no destruiría las pruebas, o el conflicto podría surgir una y otra vez. Y es por eso que Jesús es representado como manteniendo su forma humana. Destruiría la maravillosa pintura de Harry Anderson en la que una niña está sentada en el regazo de Jesús y ella tomándole la mano le pregunta: “¿Cómo fue que te hiciste esto?” Y Él le contesta: “No sé, espero que alguien pueda decírmelo algún día”. No tiene objeto el mantener su forma humana si todas las cosas han sido olvidadas. Además, cuando usted piensa en todo lo que sería necesario, los pecados de tantos santos que están registrados en las Escrituras. Piense en cuántos sermones se han predicado sobre los pecados de David. Para que el registro de todos los pecados se olvide, todas las Biblias deberían ser destruidas, todo recuerdo de su contenido. El Salmo 51 tendría que desaparecer, esa hermosa oración pidiendo un nuevo corazón y un espíritu recto. Todo eso debería desaparecer.

(LV): Está usted diciendo entonces que esas declaraciones de que nuestros pecados han sido “borrados” y “lanzados a lo profundo del océano” y otras más, es la forma en la que Dios nos hace sentir seguros de que aunque nos conoce tan bien, Él nos ama y nos acepta como si nunca hubiésemos pecado.

(GM): Nosotros solemos decir: “Perdona y olvida”. Bien, las pruebas de eso, mi madre me conocía muy bien, como nadie más. Y cuando en 1961 me invitaron a venir aquí, ella podía haberse presentado ante la junta y decir: “Ustedes no querrían a mi hijo aquí. Permítanme contarles algunas de las cosas que ha hecho”. ¡Yo sabía que mi madre preferiría morir que decir algo así! Yo sabía que mi reputación estaba absolutamente segura con mi mamá y con mi papá. Bueno, si nuestra reputación está segura con nuestros padres, nuestras reputaciones están completamente seguras con Dios.

(LV): Tengo que hacer otra pregunta aquí: No me preocupa solamente el que Dios se acuerde. ¿Pero qué hay de nuestros propios recuerdos Graham?

(GM): Nadie será admitido en el porvenir si no se le puede confiar el recuerdo de los pecados de otras personas, el recuerdo de los pecados de David y otros más. Dios no quiere que vayamos a Rahab diciendo: “Hey, cuéntanos un poquito. ¿Qué hacías antes de conocer a los dos espías?” Es por eso que a la mitad de ese capítulo, la lista de los pecados de Romanos 1, esos espantosos pecados, exactamente a la mitad de la lista aparece el pecado del chisme.

Y existe un maravilloso versículo. Me hubiera gustado tener más espacio en nuestra lista de referencias. Lo copié, sí en 1 Timoteo 5:13, Pablo habla de la gente que va de casa en casa “aprendiendo a ser haragán” y no solo haragán sino chismeando y entremetiéndose y hablando de cosas que no tienen que estar diciendo. Él dijo: “No se preocupen, esos no van a estar en el Reino”. Bien, nos harían la vida miserable a todos. Allí no va a haber un encargado de hacer copias para difundir las malas noticias de todas las cosas que el resto de nosotros hizo.

(LV): Me gustaría ir un poquito más lejos. No estoy pensando ahora en la otra persona y de mis recuerdos de lo que él o ella hayan hecho. Estoy pensando sobre la carga de mi memoria y de las cosas que me gustaría olvidar.

(GM): Oh, yo pienso que va a requerir de algunas conversaciones con el Señor, que serán tan buenas y Dios nos dirá: “-Vean, Yo no estoy pensando en eso, ¿por qué piensan en eso? No se preocupen”.
“-Bueno, tenía miedo que lo sacaras a luz”. “-¿De veras? ¡No! ni en sueños.

(LV): Significa que alabaré al Señor por la eternidad por ser ese tipo de Dios. Sabiendo por qué y entendiendo lo que eso significa.

(GM): ¡Absolutamente! Y el tiempo es sanador, ¿no es cierto? Probablemente usted nunca ha tenido un enemigo en toda su vida… (sonrisas), pero yo conozco personas que tuvieron enemigos que se convirtieron en sus íntimos amigos. Y ya no recuerdan esos desagradables momentos ¿no es cierto? Pienso en una persona o dos que siento que me hirieron con las que ahora estamos en buenos términos. Uno ya nunca vuelve a pensar en eso. Es casi como una amistad íntima. Ese es el por qué David y Urías van a poder encontrarse y no agarrarse a golpes.

(LV): Tenemos un par de preguntas, bueno, muchas otras preguntas que han venido, así que continuemos. Alguien preguntó: “¿Por qué sanó Jesús al paralítico en sábado?”
Nos estamos dirigiendo a algo del tema de la semana pasada, especialmente sobre nuestra discusión en el salón de usos múltiples. ¿Por qué lo hizo Jesús?

(GM): Muchos de sus sanamientos fueron electivos, ¿no es así? El paralítico había estado allí por treinta y ocho años.

(LV): No era una emergencia grave.

(GM): No, para nada. Verdad. Yo pienso que Jesús trató de pasar desapercibido la mayor parte del tiempo. Él sabía que si se hacía muy público, era tan controversial, que no duraría mucho tiempo. Y en verdad que no, cuando llamó la atención. Pero cuando se trataba del sábado, Él arriesgó su vida repetidamente para evitar que el sábado fuera mal interpretado. Porque un enfoque arbitrario del sábado pone al Padre en la peor de las posiciones. Así que para aclararlo Él corrió el riesgo sanando, ayudando en sábado. Y cada vez que lo hizo se metió en problemas. La importancia de redimir el sábado de toda arbitrariedad es evidente, porque el sábado habla tan elocuentemente de Dios, para bien o para mal.

(LV): Aquí tenemos otra pregunta muy importante. En la parábola del hijo pródigo, el padre solo perdona. Nadie tiene que morir. No hay sacrificio o animal que tenga que matarse, o el Padre no tiene que morir. ¿Por qué no podía Dios perdonar de la misma manera a sus hijos descarriados?

(GM): Bueno, en un sentido lo hace. Pienso que la historia fue contada para decir que no había absolutamente nada que tuviera que hacerse para persuadir al padre de que amara y perdonara a su hijo. Yo creo que el padre había perdonado al hijo mucho antes de que el hijo se dirigiera de vuelta a casa. Pero esa no es toda la historia en el gran conflicto. Dios es el perdón personificado, pero se habían levantado dudas. Dios había sido acusado y esas dudas debían ser aclaradas. Las acusaciones de Satanás tenían que aclararse. Cualquier mal entendido respecto a las consecuencias del pecado, la gravedad del pecado, todo tenía que ser aclarado. Por eso es que había algo más que debía hacerse. Pero entre Dios y sus pecadores hijos, no tenía que hacerse nada para poner al Padre en nuestro favor, para aplacar su ira antes de que nos perdonara. Es triste tener que decir esto. El hijo pródigo habla más del Padre que del hijo. ¿No es cierto? La conocemos como la historia del hijo pródigo. Es la historia de un Padre que estaba tan encantando con que su hijo hubiera vuelto, que ni siquiera le dejó terminar su discurso de arrepentimiento.

(LV): Varios amigos querían que contara otra vez la historia del veneno para ratas. La ilustración que usó la semana pasada para enfatizar una vez más la diferencia entre el enfoque legal y este de la amplia visión de la que hemos hablado durante esta serie.

(GM): Puesto que no nos queda mucho tiempo, déjenme darles la esencia, la diferencia es esta. El padre le dice al hijo: “Tengo veneno para ratas en la cochera. No quiero que lo toques. Podría ser fatal para ti”. ¿Por qué sería fatal? Bueno, al llamarlo veneno nos orienta la historia inmediatamente en una dirección, ¿no es cierto?

Pero al abordar el plan de salvación desde un punto de vista legal el padre le dice al hijo: “Si te veo agarrando ese veneno, si tomas del veneno, de castigo te voy a matar”. Y el padre escucha a su hijo en la cochera. Corre hacia él y este ha bebido del veneno y se está muriendo. Y el padre le dice: “El castigo es que voy a matarte”. Y el muchacho le dice: “Por favor padre, perdóname”. Y el padre le dice: “Bueno, sí hijo, te amo y te voy a perdonar”. El problema es que estando envenenado, de todas maneras se muere.

En el modelo legal es un verdadero problema concebir al pecado como veneno en sí mismo, que el pecado es intrínsecamente malo.

En el otro modelo, el padre le dice a su hijo: “No toques el veneno, no quiero que mueras”. Y corre a la cochera, el muchacho está muriendo. El perdón no evitará que el muchacho muera. Necesita un antídoto. Y sin tan solo el muchacho confía lo suficiente en su padre, que hay un antídoto. Entonces el padre puede sanarlo. Esa es la diferencia. ¿Es la muerte por el pecado un castigo impuesto por causa de haber ofendido a quien está a cargo? ¿O es la muerte que viene del pecado resultado de envenenarnos a nosotros mismos con eso? No necesitamos más perdón de lo que necesitamos el antídoto sanador. Y si confiamos en Dios, Él puede sanar el daño hecho. Y esa es la diferencia entre los dos, que el pecado es un veneno.

(LV): Esa manera de entenderlo parece ser decisiva, en verdad, y la diferencia que eso hace, en términos de cómo ve Dios al pecado y del por qué Dios odia al pecado. No es que sea solamente su opinión personal.

(GM): ¡No! ¡Él no quiere que muramos! Y ciertamente que Él no mataría a su hijo moribundo, ¿o sí? Le diría: “Hey no te mueras tan rápido, porque tengo que matarte como castigo”. Los médicos no matan a sus pacientes moribundos y Dios no mata a sus hijos moribundos.

(LV): Volviendo al modelo del hijo pródigo y a la pregunta que surgió: ¿Es necesario arrepentirse y confesarse antes que uno sea perdonado?

(GM): Ah. El muchacho apenas si empezaba cuando el padre le dice: “Te perdoné hace mucho tiempo”. Pero la más sorprendente ilustración es Jesús perdonando en la cruz. Nada indica que los soldados que lo clavaron en la cruz dijeran: “Por favor perdónanos, por favor”.

(LV): Ni siquiera lo habían pedido.

(GM): Ni siquiera lo pidieron y Él les dice: “De todas maneras los perdono”. (Lucas 23:34) Y esa es la idea de que Dios es el perdón personificado. Pero el perdón no nos sirve de nada a menos que prestemos atención, a menos que lo aceptemos, a menos que seamos movidos por su perdón a arrepentirnos. Nosotros siempre lo entendemos al revés: “Si me arrepiento, quizás Él me pueda perdonar”. No, cuando aprendo de su perdón, eso me mueve al arrepentimiento, bueno a algunos de nosotros. Esa es la bondad de Dios que nos mueve al arrepentimiento. Ahora bien, eso no deja fuera al arrepentimiento. Si no respondo a su misericordioso perdón, que sería en términos de cambiar mi mente y confesar y decir: “estoy enfermo, ayúdame, ¿qué debo hacer para ser salvo?” Entonces no me sirve de nada.

(LV): Entonces la diferencia aquí es si intentamos por medio de nuestro arrepentimiento y confesión ganar el favor de Dios…

(GM): O si preparo un buen discurso…

(LV): …quizás Él esté dispuesto a perdonarnos. Y que diga: “Bueno, está bien, siendo que te sientes tan mal”, y el padre diciéndole al hijo pródigo: “Bueno, ya que has hecho todas esas promesas, entonces quizás te reciba en casa”.

(GM): ¿Se da cuenta? hablando seriamente, y de nuevo quiero decir esto con mucha reverencia, si es necesario que yo tenga que traer la sangre de su Hijo para que Dios pueda decir: “Bueno, ahora ya puedo perdonarte”, eso sería una negación de la historia del hijo pródigo.

(LV): Es verdad.

(GM): Sí, es muy triste. Usted no tiene que llevarle nada a Él. Porque Dios envió a su Hijo a morir para contestar todas las preguntas y atraernos a Él, a administrar todas las emergencias en el gran conflicto. Porque nos ha perdonado, pero nosotros no lo sabemos. Envió a su Hijo para aclararlo todo. Y el Hijo colgando en la cruz dijo: “Los perdono. Ustedes no entienden lo que están haciendo”. ¡Es increíble! Eso gana a algunos al arrepentimiento. Eso ganó al ladrón.

(LV): Y mientras nos acercamos a la número catorce, ¿cuál es tema de la número catorce? Cuéntenos un poquito de lo que sigue en nuestra serie.

(GM): “Dios puede sanar completamente el daño hecho”. En realidad trata acerca de la perfección, que probablemente le ha causado hipertensión y úlceras a muchas personas y hasta ha sido muy desanimador. En la Biblia, la perfección no es un requerimiento. La perfección es una oferta. ¿Quieres estar bien o no? ¿Qué tan bien quieres estar? El mensaje de la perfección, en lugar de ser prohibitivo, son buenas noticias que traen alivio. Y así es como me gustaría discutirlo.

(LV): Sumado a la maravillosa manera en la que Dios nos trata, “Cómo trata Él a sus hijos descarriados”, Él sigue adelante, para sanar.

(GM): “Déjenme sanar todo lo que se ha dañado”. Y usted dice: “Bueno, pero no me sanes tan bien, quizás sólo hasta la mitad. De hecho, no creo que puedas hacerlo a la perfección.

(LV): Estaremos esperando entonces la número catorce.

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