NÚMERO QUINCE – HABLANDO CON DIOS COMO CON UN AMIGO

Bienvenidos a la número quince de nuestras conversaciones acerca de Dios. Otra visión de nuestro Padre celestial en el amplio escenario del gran conflicto sobre su carácter y gobierno. El tema de nuestra conversación número quince es: “Hablando con Dios como con un amigo”. Otra oportunidad para considerar el significado y el propósito de la oración. Y como en todos los temas de nuestras conversaciones, la manera en la que oramos depende del tipo de persona que creemos que Dios es.

Y seguro que nadie conoció mejor a Dios, y nadie supo mejor cómo hablar con Dios que el mismo Hijo de Dios, al que llamamos Jesús. Ustedes recordarán que en El Sermón del Monte él nos dió claros consejos sobre cómo orar. El primer texto de nuestra hoja de referencias bíblicas, en Mateo 6 del 6 al 15 Él dijo:

“Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar…para que la gente los vea…Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto…Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios…su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan…Ustedes deben orar así: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra, así como se hace en el cielo. Danos hoy el pan que necesitamos. Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos perdonado a los que nos han hecho mal. No nos expongas a la tentación, sino líbranos del maligno” (DHH).

Pero ahora, si como Jesús dijo, Dios ya sabe nuestras necesidades antes que le pidamos, ¿por qué debemos tomar tiempo para orar? Claro que eso es asumir que el propósito primario de la oración es presentarle nuestros pedidos al Señor. Pero hay quienes prefieren entender la oración como una conversación con Dios como con un amigo. Y en el registro bíblico aparece que el Hijo de Dios participó muchas veces de ese tipo de conversaciones con su Padre. Solo para mencionar unas pocas referencias, en Mateo 14:23, dice que Jesús:

“Subió a la montaña para orar a solas” (BAD).

Frecuentemente al final de un día muy ocupado. Y Lucas agrega en Lucas 6:12,

“Pasó la noche orando a Dios” (RV60).

¿Ha orado usted alguna vez, toda la noche? ¿Cómo podía orar Jesús a su Padre toda la noche sin cierta cantidad de repetición? ¿Creen que Jesús repetía inútilmente como los paganos, suponiendo que mientras más le decía a su Padre más le iba a escuchar? Eso sería inconcebible, ¿no les parece? ¿O sería que sus conversaciones con su Padre eran tan reales que las horas de la noche simplemente se le pasaban sin sentir? ¿No le ha sucedido a usted, que visitando a un amigo al que aprecia mucho, las horas pasan sin que se sientan?

¿Se dan cuenta, que todo depende de si Dios es o no nuestro amigo? Y yo creo que la manera en la que oramos revela qué tipo de persona creemos y entendemos que es nuestro Dios.

Así que ahora imagine que el Padre aparece visiblemente aquí, entre nosotros, en Loma Linda, esta noche. ¿Cómo le hablaríamos? O para hacerlo más personal, digamos que Él está dispuesto a reunirse con nosotros en el comedor de la iglesia. Y que todos los que quisiéramos pudiéramos ir y reunirnos en derredor de Él, tal como lo hacían las multitudes en derredor de Jesús, y a María le encantaba sentarse a sus pies. Y supongamos que tuviéramos el inestimable privilegio de hablar con Él libremente, con Dios el Padre, por una hora entera. ¿Sería apropiado que al final alguien de entre nosotros se levantase y dijera: “Esta ha sido una ocasión tan especial, no creen que deberíamos cerrar la reunión con una palabra de oración?” ¿O sería correcto entender que hablando, conversando, manteniendo una conversación con nuestro Dios, como con un amigo durante una hora entera, es en realidad orar de verdad, y que hemos estado orando la hora entera?

¿O solamente podemos conversar así, tan liberalmente, con Jesús el Hijo? ¿Se nos puede ocurrir siquiera el hecho de que podemos conversar con el majestuoso Padre, como con un amigo? Y ustedes recordarán que los discípulos se preguntaban eso. Se sentían cómodos con Jesús, y de qué manera los había impresionado al decirles que quería considerarlos como sus amigos. Y se los dijo más de una vez. Incluí una de ellas en la lista, Juan 15:15.

“Los he llamado amigos” (NVI).

Y eso les gustó tanto que indujo a Felipe a preguntarle: “¿Es posible que el Padre sea como tú?” Y ustedes recuerdan la respuesta de Jesús, ya vimos esto en más de una oportunidad. Jesús dijo, en Juan 14:7 y 9:
“Si ustedes realmente me conocieran, conocerían también a mi Padre…El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (NVI).

Tan maravilloso como es, creo que mucha de nuestra teología y adoración falla en reconocer esa magna verdad, que conocer al Hijo es como conocer al Padre. Y ese es el por qué Jesús hizo esa sorprendente declaración, que difícilmente ha sido alguna vez incorporada aún en la teología cristiana, “No será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que Él mismo los ama”. Esta vez escogí la versión del Libro del Pueblo de Dios. Veamos Juan 16:26.

“No será necesario…” les dijo Jesús a sus discípulos, “No será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes…” por la siguiente razón, “ya que él mismo los ama” (Libro del pueblo de Dios).

Cuán difícil ha sido para Dios el convencernos que Él es en realidad nuestro amigo. Hace muchos siglos atrás, cuando Dios descendió a hablarle al pueblo en el monte Sinaí, recuerdan que estaban tan aterrorizados que le dijeron a Moisés, “No dejes que Dios nos hable, para que no muramos”.

Pero Moisés se mantuvo de pie en el medio de todos los truenos y rayos y le dijo al pueblo: “No es necesario tener miedo”. ¿Se dan cuenta? todos esos siglos antes de Cristo, y Moisés ya había entendido la verdad de la que Juan escribió casi al final del primer siglo en primera Juan 4:18, el siguiente texto en la lista.

“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”, ¿se dan cuenta? “porque el temor involucra castigo” (NBLH).

Si usted fuera llevado ahora mismo ante la presencia de Dios, ¿tendría usted miedo de que le haga daño? ¿De que pudiera golpearle? ¿Es Él confiable con su ilimitado poder?

¿Se dan cuenta? en verdad la forma en la que algún día nos acerquemos a Dios, y es que todos lo haremos, revelará el tipo de persona que nos hemos convencido que nuestro Dios es en realidad.

Y así, sabiendo todo lo que sabemos y las cosas de las que hemos hablado en nuestra serie de conversaciones, volvamos con renovado valor al comedor de la iglesia. Y allí está Dios esperando que regresemos. Y si fuera el Padre, el Hijo, o el Espíritu Santo, no habría ninguna diferencia porque los tres están de nuestro lado. Pablo dijo en Romanos 8, que los tres son nuestros amigos. Ahora, mientras caminamos hacia el comedor, sabemos que Dios es el Todopoderoso Creador del vasto universo. Y sabemos que los poderosos ángeles sin pecado, embelesados y maravillados se ponen en pie ante la majestad y gloria de nuestro Dios. Y aún así, siendo todo eso verdad, si tenemos temor de entrar, entonces Dios ha fallado en su intento de convencernos de la verdad acerca de sí mismo. Y Jesús ha fallado en su intento de convencernos, no solo con palabras sino con lo que Él demostró como la verdad cuando estuvo aquí, de que Dios es infinitamente poderoso pero igualmente misericordioso y que no hay necesidad de tener temor. ¿Cómo podríamos darle la espalda a lo que Él pagó a un precio tan alto para revelar? Y así embelesados y arrobados nos atrevemos a entrar.

Y Dios está sentado y nos reunimos en derredor de Él. ¿Qué debemos decir? ¿Somos nosotros lo que debemos empezar a hablar? ¿Y una vez que empezamos a hablar, debemos hablar todo el tiempo? ¿O debemos dejar que Dios hable por un buen rato? Normalmente, cuando oramos, somos nosotros los que hablamos todo el tiempo, ¿no es cierto? Y luego, decimos amén y continuamos con nuestros asuntos o nos dormimos. Eso sería como reunirnos en el salón comedor con nuestro Padre Celestial y hablarle sin cesar por varios minutos para entonces decir, “amén, muchas gracias” e irnos. Eso no tendría nada de lógica si Él estuviera allí, ¿no es cierto? Ciertamente que eso no sería una conversación con un amigo. En una conversación debe haber por lo menos dos personas hablando. Pero, ¿cómo podemos conversar con un Dios que no podemos ver, debido al estado de emergencia en el que estamos? Y todos nosotros comprendemos la emergencia y el por qué en misericordia Él no se revela visiblemente ante nosotros en este momento.

Y así la Biblia es llamada la palabra de Dios, Dios hablándonos. Y si deseamos escuchar a Dios hablar, excepto en las más extraordinarias ocasiones, Dios nos habla a través de la Biblia. Nosotros le hablamos a Él en oración. Y como alguien dijo: “Entramos en comunión con Dios a través del estudio de las Escrituras”.

Ciertamente yo encuentro que la oración es mucho más significativa mientras leo la Biblia. ¿Ha experimentado alguno de ustedes alguna vez que habla con Dios mientras lee ciertas partes de las Escrituras? O para algunos de nosotros, mientras leemos los últimos capítulos del Deseado de Todas las Gentes. ¿Se han descubierto diciendo en voz alta a sí mismos, “¡Eso es extraordinario!”? ¿A quién le estaban hablando? Pero, esa es una conversación verdadera. Leemos y escuchamos de esa manera, y entonces le contestamos a Dios.

Así que vayamos otra vez al salón comedor. Y allí está nuestro Padre celestial esperando, y comenzamos a hablar. ¿Qué idioma debemos usar? ¿Debiéramos ver a nuestro Padre celestial a los ojos y con respeto decir: “Vuestros vasallos aquí congregados Señor, rogámoste que benevolente otórguesnos vuestra santa unción?” Creo que Él con una dulce sonrisa diría: “Pueden relajarse un poco, y hablar más sencillo si desean”. A menos que ustedes hablen así todo el tiempo, claro. ¿Saben todos aquí lo que es una unción? Creo que algunos piensan que es algo sabroso para comer. Pero ¿conversaron los discípulos con Dios así? ¿Lo hizo Moisés o Abraham? No, todos ellos usaron el lenguaje de su tiempo. Ellos querían que todo quedara claro. Era el lenguaje de su tiempo.

Así que yo creo que si empezamos a hablar con Dios con seguridad seremos reverentes, y aúnque estaríamos conversando con un Amigo debiéramos usar el lenguaje apropiado. Pero eso es un asunto personal. Una conversación con un amigo, ¿quién puede decirnos cómo debe de ser? Pero es seguro que usaríamos el mejor lenguaje que podamos, para dejar claras nuestras convicciones, nuestros sentimientos, nuestros deseos, lo que admiramos y nuestra adoración mientras que conversamos con nuestro Padre celestial, como con un amigo.

Así que, ¿qué lenguaje utilizaría usted? ¿Y cómo se dirigiría a Él? Jesús se dirigía a su Padre como “Abba, Padre”. Ahora bien, “Abba” quiere decir, padre, en arameo. Es casi como decir: “Padre, Padre”, aunque es una expresión de cariño. Y algunas versiones traducen “Abba Padre” como “Querido Padre”, de la misma manera que algunos de nosotros gustamos de empezar nuestras oraciones públicas, y las privadas también, -Querido Padre-. Y ustedes recuerdan que Pablo en Romanos y Gálatas nos invita a hacerlo precisamente así. Él dice: cuando el Espíritu de verdad habita dentro de nosotros, nos dirigiremos al Padre como “Querido Padre”.

Pero claro, lo más importante, ¿de qué hablaríamos con Él? ¿Podría usted en tan preciosa ocasión decir: “Gracias Dios por los abarrotes de hoy y aquí está mi lista para mañana, Amén? ¿Y continuar con sus asuntos? O más seriamente, allí mismo con el Padre ¿podría usted decir: “bendice a los misioneros mientras llevan la verdad, hasta los extremos de la tierra?” Y el Señor podría decir, qué dulce, ¿cómo es que solamente piensas en esas cosas cuando estás en la hora de la oración? Claro, si usted es la esposa de un colportor, la madre de un misionero, ¿cuán apropiado sería para usted hablar con Dios acerca de sus seres queridos? Y los colportores y los misioneros, por sobre todas las personas, merecen y necesitan de nuestras oraciones. Pero si no pensamos en ellos el resto del tiempo, sino que solo cuando hablamos con Dios, porque sentimos que solamente debemos mencionar los temas más elevados y no las cosas que en verdad pasamos pensando todo el día.

¿Se dan cuenta? para algunos de nosotros esas frases bien gastadas acerca de los misioneros y los colportores, ese tipo de cosas que sabemos que tenemos que mencionar cuando oramos, podrían parecer más bien vacías cuando hablamos cara a cara con Dios como nuestro amigo. O si tuviéramos que salir de la reunión para ir a caminar en algún jardín en la comunidad, ¿sería natural mientras caminamos con Dios, el comentarle admirados acerca de la belleza de una rosa y de su fragancia, y de los hermosos trinos de los ruiseñores? ¿No les parece que se ven magníficos en esta temporada? Y el hermoso canto solitario de la paloma huilota. ¿Por qué no podríamos decirle lo hermoso que fue al crear las cosas así? O mientras caminamos por el jardín, simplemente diríamos: “Agradecimos estamos Señor, por las bellezas que nos rodean” y pasaríamos a otro tema? ¿Se dan cuenta? tenemos frases bien gastadas para cada una de esas cosas. A mi me parece que si en realidad Dios fuera nuestro amigo, nos tomaríamos el tiempo para hablar con Él sobre esas cosas y seríamos más específicos, como lo haríamos con cualquier otro miembro de la familia. Quizás hasta nos atreveríamos a preguntarle sobre las espinas de la rosa. “¿Le pusiste Tú las espinas? si dijera que sí ¿por qué? ¿Estará bien hacerle preguntas a Dios? Job lo hizo, y honró a Dios con su confianza. Y ustedes recuerdan cuán atrevida, pero reverentemente Job agonizaba con Dios, ante la preocupación de sus amigos. A quienes les preocupaba que con seguridad Dios castigaría a Job por atreverse a hablarle al Padre de ese modo. El libro entero trata de eso. Y escogí solamente una cita, veamos Job 29:2 al 4 y Job 30 verso 20. Y Job clama a Dios:

“¡Cómo añoro los meses que se han ido, los días en que Dios me cuidaba! ¡Qué días aquellos…Dios bendecía mi casa con su íntima amistad!” Pero ahora “A ti clamo, oh Dios, pero no me respondes; me hago presente, pero tú apenas me miras” (BAD).

¡Y cómo preocupó eso a los amigos de Job! Pero, ¿se ofendió Dios? ¡No!, veamos el siguiente versículo, Job 42:7, Dios les dijo a los tres preocupados amigos:

“A diferencia de mi siervo Job, lo que ustedes han dicho de mí no es verdad” (NVI).

Como vemos, Job conocía a Dios, y lo honró con sus ruegos. Dios no le hablaba solamente en esos momentos. Y Job se encontraba profundamente afectado porque su amistad parecía haber llegado a un final. Así es que lo que preocupó a los amigos, era un cumplido para Dios y habla muy bien de la relación que ellos tenían

Ahora bien, seguro que esas son preguntas sinceras acerca de Dios que nosotros también podemos hacer en estos tiempos modernos. Uno piensa en los accidentes que ocurren, algunas veces a las mejores personas de entre nosotros, ¿podrían ustedes mencionar a algunos? ¿O será que los ángeles guardianes están empezando a descuidar su protección? En un gran centro médico como este, frecuentemente surgen preguntas serias como esas. ¿Por qué es que algunas veces Dios no sana a sus amigos fieles, aunque se lo hemos pedido? Y yo creo que Dios, así como le conocemos, bien podría decirnos: “Confía en mí. No puedo explicártelo en este momento, pero espero que confíes en mí lo suficiente como para estar dispuesto a esperar a que llegue el día cuando pueda aclarártelo. Y espero que hayas encontrado suficientes pruebas y suficientes razones como para confiar tanto en mí. Además, ya sabes que nunca permitiré que seas probado y evaluado más de lo que puedas soportar”. Y ustedes recuerdan que más tarde, Pablo dio esa explicación en 1 Corintios 10:13, también en la lista.

“Pueden ustedes confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar” (DHH).

Y entonces Dios podría seguir diciendo: “Ustedes también saben que en todas las cosas yo obro para el bien, de aquellos que entre ustedes me aman y me permiten hacerlo”. Y así también Pablo dijo en Romanos 8:28

“Sabemos que Dios obra en toda situación para el bien” (PDT). Esa es la forma correcta de traducir este versículo. No es: “No te preocupes, todo va a estar bien”. La palabra “Dios” debe aparecer en las primeras palabras del versículo. “Sabemos que Dios obra en toda situación para el bien,” no es sólo buena suerte, “Sabemos que Dios obra en toda situación para el bien de los que le aman” (PDT).

Pero entonces, si confiamos lo suficiente en Dios, lo respetamos y reverenciamos lo suficiente como para tomarnos el tiempo para escuchar, podríamos escuchar a Dios incitándonos Él mismo a hacer las preguntas. Piensen en cómo Dios conmocionó a su amigo Abraham, mientras Dios se dirigía a Sodoma y Gomorra para consumir las ciudades. Y dijo: “Yo no haría esto sin primero contarle a mi amigo Abraham”. Y entonces, ustedes recuerdan la respuesta de Abraham, cómo se atrevió a razonar con Dios. Veamos en Génesis 18:23 y 25 solamente una parte de la conversación.

“Entonces se acercó al Señor y le dijo ¿De veras vas a exterminar al justo junto con el malvado?… ¡Jamás hagas tal cosa! Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia?” (NVI).

¿Se ha atrevido usted alguna vez a decirle eso a Dios? ¿Se ofendió Dios? ¡No!, veamos Santiago 2:23, el siguiente texto en la lista.

“Abraham… fue llamado amigo de Dios” (NVI).

Y este es solo uno de los lugares en la Biblia en donde se menciona eso. Y entonces ustedes recordarán cómo le habló Dios a Moisés, su amigo. Dios le dijo: “Estoy cansado de este pueblo, hazte a un lado y déjame destruirlos”. Pero veamos las palabras en Números 14:11, 13 y 16.

«Entonces el Señor le dijo a Moisés…Voy a enviarles una plaga que los destruya, pero de ti haré un pueblo más grande y fuerte que ellos… pero Moisés le argumentó al Señor…Cuando los egipcios se enteren de lo ocurrido… las naciones que han oído hablar de tu fama dirán: “El Señor no fue capaz de llevar a este pueblo a la tierra que juró darles, ¡y acabó matándolos en el desierto!”» (BAD)

Y así mostró Moisés cuán celoso era por la reputación de Dios. ¿Se ofendió Dios por eso? ¡No!, veamos Éxodo 33:11.

“Y hablaba el Señor con Moisés cara a cara, como quien habla con un amigo…” (BAD).

Ahora bien, uno necesita conocer a Dios muy bien como para hablar con Él de esa manera. Y seguro que Moisés y Abraham conocían a Dios muy bien. Pero ustedes recuerdan que aun Pedro se atrevió una vez a decirle “no” a Dios. Y lo hizo tres veces. Veamos en Hechos 10:13 y 14. Y ustedes recuerdan la historia del lienzo que bajó tres veces con todo tipo de cosas prohibidas en él. Leamos ahora Hechos 10:13 y 14.

“Y oyó una voz, que le dijo: «Levántate, Pedro; mata y come». Pedro contestó: No, Señor” (DHH).

“No Señor”, la segunda vez. Me atrevo a pensar que su voz sonaba temblorosa cuando por tercera vez dijo: “No, Señor, no puedo hacer eso”. ¿Regañó Dios a Pedro por hacer eso? ¿Se dan cuenta? Ese es el tipo de relación que Dios desea tener con nosotros, sus hijos. Y cuando tenemos una relación tal, la oración no puede ser una trillada formalidad, sino la honesta conversación de las cosas que más nos importan. Y por sobre todo, la conversación tiene que se honesta, o no sería una amistad verdadera después de todo. Y eso quiere decir que si hay un hermano Pérez que trabaja cerca de usted, y que le está molestando a morir y esa noche usted se arrodilla y dice: “Nuestro Dios, bendice al hermano Pérez. Tú sabes cuánto lo amo”.

Entonces escuche bien de cerca porque puede que escuche a Dios diciendo: “Eso es muy dulce de tu parte, pero ¿por qué no me dices la verdad? Te molesta hasta la tierra en la que pisa. Y si tan solo lo admites quizás podría empezar a ayudarte. Pero mientras continúes fingiendo no es mucho lo que puedo hacer”.

Cuando David estaba deprimido, lo decía. Veamos por ejemplo el Salmo 77:7 y 10. Y pude haber escogido muchos pasajes, ¿no es cierto?

“¿Acaso va a estar siempre enojado el Señor? ¿No volverá a tratarnos con bondad? ¿Acaso su amor se ha terminado? ¿Se ha acabado su promesa para siempre? ¿Acaso se ha olvidado Dios de su bondad?…Lo que más me duele es pensar que el Altísimo ya no es el mismo con nosotros” (DHH).

Y él le dijo eso a Dios en oración. Pero claro, esa es sólo la primera parte del Salmo. Ustedes ya saben que deben continuar leyendo, hasta leerlo todo y encontrarán al final del Salmo 77 cómo es que David resuelve su depresión. Pero si en cambio David buscaba venganza, no decía: “Señor, tú sabes cuánto amo al hermano Pérez, y espero que sus cultivos florezcan este año”, cuando en realidad David deseaba que la sangre del hermano Pérez corriera por la calle y regara los surcos de sus campos y que las langostas consumieran su cultivos. Y David se pondría de rodillas y diría: “Señor, tu conoces mis pensamientos de todas maneras, ¿por qué seguir fingiendo?” Veamos el Salmo 139:19, 21 al 24.

“Oh Dios, quítales la vida a los malvados y aleja de mi a los asesinos. Señor, ¿no odio acaso a los que te odian y desprecio a los que te desafían? ¡Los odio con toda mi alma! ¡Los considero mis enemigos!” Pero sin detenerse él va directo a “Oh Dios, examíname, reconoce mi corazón; ponme a prueba, reconoce mis pensamientos; mírame si voy por el camino del mal y guíame por el camino eterno” (DHH).

¿Se dan cuenta? le daba la bienvenida a la sanidad y sabía que necesitaba un nuevo corazón y un espíritu recto; veracidad en el hombre interior. Así que en primer lugar se presentaba honestamente delante de Dios. Y decía: “De todos modos, tú conoces mis pensamientos. Así que para qué ocultarlos. Tú sabes como me siento. Entonces reconóceme y que puedan mis pensamientos, mis pensamientos y las meditaciones y las palabras de mi boca ser aceptables ante tí”.

Si usted tuviera que ver a un ser amado morir, y tuviera que clamar: “¿Por qué Dios? ¿Por qué?” ¿Se ofendería Dios? O, el Dios que usted conoce se inclinaría a usted y rodeándole sus hombros le diría: “Entiendo como te sientes. No serías humano si no te sintieras así. Algún día te lo explicaré todo. Cómo quisiera podértelo aclarar ahora. Pero, por favor confía en mí. Y confía lo suficiente como para estar dispuesto a esperar”.

Pero vean, tenemos que llegar a conocer a Dios tan bien, para que cuando esas emergencias surjan, podamos confiar en Él y orar a Él de esa manera. Y por eso es que Pablo dijo que necesitamos al Espíritu Santo de verdad para ser capaces de confiar y orar así. En Romanos 8:26, ese versículo tan conocido:

“De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como es debido”.

Y así el Espíritu Santo nos trae la verdad; la verdad sobre nuestro Dios. Nos ayuda a ver esa verdad y de ser convencidos a ella; y la verdad acerca de nosotros mismos y a aprender a cómo decir la verdad a nuestro misericordioso Padre celestial. Entonces Dios puede hacer buenas cosas por nosotros. Pablo incluso dijo que deberíamos orar sin cesar. Vean ese último verso tan conocido, 1 Tesalonicenses 5:17.

“Nunca dejen de orar” (PDT).

O como la versión peshita en español lo pone: “Oren sin desistir”. Pero si debemos pasar todo el tiempo de rodillas, nunca haríamos ninguna otra cosa. Entonces, ¿cómo puede uno orar sin cesar y aún así ser efectivo en esta vida? Vean, la oración es en esencia el pensar en dirección a Dios. Significa que Dios es el centro mismo de nuestros pensamientos. Y eventualmente se convierte en un hábito el que Dios sea el centro mismo de todos nuestros planes, siempre.

Cuando le veamos cara a cara, como sabemos que sucederá, ¿será ese el final de la oración? ¿Significa eso que la oración es otra de las medidas de emergencia de Dios, y que ha utilizado para mantener abiertos los canales de comunicación entre Él y sus hijos hasta que llegue el día en que no será necesario hablar juntos otra vez? ¿Qué queremos decir cuando cantamos: “Entonces me despediré, feliz de tí, dulce oración?” “Entonces me despediré y no hablaré con Dios otra vez”. ¡No!, si la oración es una conversación con un amigo, cuando nos encontremos con Dios, la hora de la oración estará apenas empezando.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS
A. Graham Maxwell (GM) y Louis Venden (LV)

(LV): Me parece que el tema de esta noche aparece bajo el título de lo que algunas veces llamamos piedad práctica. Y no es que exista algo así como piedad impráctica, pero usted ha estado hablando de cosas que tienen que ver con nuestro caminar con Dios y de un cristianismo bien práctico. Y tenemos muchas preguntas. Ahora bien, las preguntas que surgen no son teóricas o teológicas hablando de ese tipo de teoría. En realidad tienen que ver sobre cómo vivir nuestras vidas. Una de las primeras que surge, al ver nuestra hoja de referencias bíblicas, es que aquí tenemos lo que la mayoría de nosotros conocemos como El Padre Nuestro. Pero cuando usted lo leyó no sonó tan conocido. Entonces, si vamos a orar El Padre Nuestro, ¿no debiéramos usar en realidad las palabras que Jesús nos dio, en vez de las de una traducción nueva como esta?

(GM): Bueno, si tuviéramos que usar las palabras que Jesús usó, tendríamos que hablar en arameo.

(LV): Él no usó la Reina Valera en español.

(GM): Así es. Ni siquiera español.

(LV): Pero, usted sabe que esa versión suena tan conocida para nosotros Graham. Está tan enraizada en nuestras vidas y en el culto de todas las iglesias cristianas. Me pregunto si…

(GM): Bueno, pienso que hay una lección muy importante en esto. En el Sermón del Monte, Él nos dio una versión, que se encuentra registrada en Mateo. La versión registrada en Lucas es bastante similar pero diferente en cierto modo y muy interesante. Es la versión que les dio a sus discípulos cuando ellos vinieron ante Él diciéndole: “Enséñanos a orar”.

(LV): Y entonces les dio exactamente la misma oración…

(GM): En esencia, la misma. Y ese es el punto. Como dice en el prefacio de la Biblia King James en inglés: “El reino de Dios no son palabras y sílabas. Son grandes ideas”. Entonces pueden ser traducidas en cualquier idioma. Así que es lo que El Padre Nuestro significa lo que cuenta y no las palabras exactas. Si queremos ser puntillosos, acerca de las palabras exactas, tendremos que averiguar de alguna manera el arameo que É usó, y que ya ni siquiera existe.

(LV): ¿Entonces, esta no es una oración para ser repetida una y otra vez?

(GM): Oh, creo que si meditamos en lo que decimos mientras la repetimos, nunca podríamos repetirla demasiado. Si lo hiciéramos como una experiencia con mucho significado personal. Pero el riesgo es que podamos empezar: “Padre nuestro… y llegar al amén” y ni siquiera recordar lo que dijimos en el medio, por el hecho de repetirla muy a menudo.

(LV): Eso nos lleva a otra pregunta. ¿Por qué se la llama el Padre Nuestro?

(GM): O el Pater Noster, en latín.

(LV): Sí.

(GM): En Londres hay una calle llamada Pater Noster Row, y la calle termina en una esquina llamada Esquina Amén. “Pater” quiere decir: Padre, y “noster” quiere decir: nuestro. “Pater noster”. En realidad, Jesús dijo otras oraciones que podrían merecer ese título también. Hay un magnífico capítulo en el libro de Juan, cuando en respuesta a sus discípulos Él le oró al Padre. Ese es un Padre Nuestro. Es solamente una tradición, eso es todo.

(LV): Podría ser mejor llamarla “nuestra oración”, la que Él nos dio.

(GM): La que Él nos dio, sí.

(LV): Porque esa es “su oración”.

(GM): Sí. Así es.

(LV): Viendo la manera en la que aparece en nuestra hoja de referencias bíblicas, hay algo que parece faltarle al final. Esas grandiosas palabras “Porque tuyo es el reino…”. la doxología. “Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria”. ¿No hizo falta eso?

(GM): Casi parece como que terminara abruptamente allí.

(LV): Correcto.

(GM): Pero en los manuscritos más antiguos de Mateo no aparece. Y no se encuentra en ninguno de los manuscritos de Lucas. Así que aparentemente cuando el Señor dio el así llamado “Padre Nuestro” este finalizaba con “líbranos del mal o del maligno”. Pero, ¿debiéramos entonces en la iglesia dejar de repetir la doxología que se encuentra al final? Hay una doxología en 1 Crónicas 29 que es cuatro veces mejor que esta. David mismo la incluía en sus oraciones. Es sencillamente magnífica. Así que si uno quiere ser un purista al hacer esto, cuando llega el momento de la doxología, al repetir el Padre Nuestro diga en su mente, “ahora cambio a 1 Crónicas 29”, es bien bíblica y es muy hermosa.

(LV): Puedo verlo a usted diciéndole eso al Señor, ¿no es cierto?

(GM): Él lo sabe de todos modos.

(LV): Después de todo son palabras de David.

(GM): Así es. Me encanta ese final. Pienso que bien bíblico y es posible que Jesús haya dicho algo así en otras ocasiones. Así que yo prefiero seguir nuestra costumbre, es hermosa y decir la oración completa.

(LV): Siempre y cuando se haga con significado y pensándolo.

(GM): Ese el punto, eso es exactamente.

(LV): Muy bien. Hay algo en el Padre Nuestro, de la manera que lo decimos tradicionalmente y que me ha confundido. Por ejemplo, cuando he estado adorando en otra congregación, algunos dicen “ofensas”, “perdona nuestras ofensas,” y algunos de nosotros crecimos diciendo, “perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. ¿Qué es lo correcto?

(GM): Sí, ese era un problema en nuestra casa. Como crecimos en Inglaterra, allá era siempre “ofensas”. Y cuando nos mudamos a este país, aprendimos “deudas” y los miembros más jóvenes de nuestra familia todos cambiaron, pero mi padre nunca cambió. Y así que cuando yo llevaba a mis hijos a verle, todos nos arrodillábamos a orar, y aunque eran pequeños siempre sabían que al orar con el abuelito era: “Perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”. Pero al volver a casa era: “Perdónanos nuestras deudas,” y no recuerdo que alguna vez se hallan equivocado, aunque he escuchado algunas veces en la iglesia a personas farfullar sobre eso. Por eso es que algunas veces el boletín de la iglesia dice: “El Padre Nuestro (ofensas), o (deudas)”.

(LV): ¿De dónde viene la palabra “ofensas”? ¿Es esa una traducción en particular?

(GM): Bien, en particular en el idioma inglés, el libro: “The English Book of Common Prayer” tuvo cierta influencia en la forma en la que algunas cosas se dicen.

(LV): Entonces, puede ser que la palabra “ofensas” fue usada para alejarse de la idea que la palabra
“deudas” ofrece al asociarse con dinero.

(GM): Sí, en vez de pecado. A mi me gusta esta traducción: “perdónanos el mal que hemos hecho”. El significado es claro. La variedad de las palabras nos ayuda a concentrarnos en el significado. Eso es lo más importante.

(LV): Ahora esta, la Nueva Versión Internacional dice: “líbranos del maligno”. Y la frase que conocemos tan bien: “Líbranos del mal”. ¿Cuál es la diferencia entre “el mal” y “el maligno”?

(GM): En el griego es exactamente lo mismo, así el ser librados del maligno es en verdad ser librados del mal, así que no hay diferencia. He visto muchas versiones, pero prefiero “líbranos del maligno”. Porque trae a la mente el gran conflicto vívidamente. Me encanta. Pero, de cualquier manera el punto es claro.

(LV): Aquí hay otra frase que muchas veces ha generado preguntas. Yo mismo me he hecho esta pregunta. Cuando oramos, “No nos metas en tentación”, ¿qué es lo que en verdad estamos pidiendo? ¿Implica eso que…? ¿No se lo ha preguntado usted? … “Dios, ten cuidado, por favor no me metas en tentación”. Es que, ¿acaso Dios quiere hacer eso en verdad?

(GM): Bueno una cosa que ayuda aquí es la palabra “tentación” que quiere decir tribulación o prueba. Algunas versiones en inglés dicen: “No nos conduzcas a duras pruebas”. La idea de que Dios, como nuestro Padre celestial nos tiente es impensable. Recuerden que Santiago trata el tema. Que cuando somos tentados, ni siquiera culpemos al diablo. Él dice: “cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido”. Ciertamente no culpen a Dios. Él no haría tal cosa. Así que “no nos metas en tentación” no puede significar “por favor, no nos tientes”. Sino no nos dirijas a las pruebas,” según Jesús oró en el Getsemaní. Él dijo: “Pasa de mi esta copa, si es posible”. Yo no creo que uno debe orar: “Señor, estoy listo para esto. Deja venir las tribulaciones, me siento bien fuerte hoy”.

Yo creo que debemos decir: “Señor, con toda humildad, quiero decir que no me lleves a las tribulaciones, sin embargo, que se haga tu voluntad”. Yo creo que “no nos metas en tentación” tiene que estar acompañado de: “Sin embargo, que se haga tu voluntad”. Jesús lo hizo en el Getsemaní, y nosotros lo decimos en el Padre Nuestro. Ustedes saben que el Padre Nuestro y la oración del Getsemaní son muy similares en muchos aspectos. “No nos conduzcas a la tentación – pasa esta copa de mí. Sin embargo, que se haga tu voluntad”. Por lo tanto yo creo que la oración en el Getsemaní nos ayuda a comprender el Padre Nuestro.

(LV): Quiero ir hacia otra área, una que ha sido un verdadero problema para muchos de nosotros. Es la que tiene que ver con el lenguaje en la oración. Y usted ha hablado sobre el hablar con Dios como con un amigo. Y aún puedo recordar la conmoción que sentí cuando en una oración pública, un estudiante en nuestro seminario se dirigió a Dios con un “Tú”, de una manera muy familiar. Y me preguntaba si este joven había perdido la cabeza. Bueno, eso fue algunos años atrás. Pero en realidad, cuando venimos a la iglesia, generalmente nos ponemos ropa especial, algo que sea un poquito diferente que en otros momentos, por respeto. ¿No hay allí una analogía, quizás para el tipo de lenguaje que debemos usar cuando hablamos con alguien que es, bueno, nuestro amigo, pero al que aún queremos mostrarle respeto? En donde hay admiración y majestad, ¿qué hay al respecto de esto?

(GM): Bueno, en verdad, digamos que el sábado venimos a la iglesia y nos vestimos de manera especial para venir ante la presencia de Dios. Pero no he visto que vengamos vistiendo ropas antiguas. ¿Se da cuenta? y así es cuando venimos ante la presencia de Dios, de veras, yo creo que debemos usar las mejores palabras que conocemos, para ser reverente, para ser respetuoso, para ser claro, pero eso no significa que vamos a usar palabras bien pasadas de moda.

(LV): Pero ¿no es ese el propósito de referirse a Dios con un “usted”?

(GM): Oh, yo creo que ha llegado a ser así, pero pienso que la gente necesita darse cuenta del por qué lo hacen. De hecho, palabras tales como: “prevaricad”, “reliquias”, “henchir”, “suplícote”, etc. y todas esas cosas, esa era la forma en la que todos hablaban en esos días. Los hermanos debieran conseguir la exhortación de la segunda edición de la Reina Valera de 1602 y notar que allí el lenguaje es el mismo. En realidad si el recolector de la basura tuviera que pasar en esos días ustedes le hubieran dicho: “suplicámoste paséis allende y recolectad del henchido recipiente los desechos”. Ese es el recolector de la basura. Quiero decir que esa era la manera en la que uno hablaba con todo el mundo. Y ahora decimos que esa no es la forma de hablarle a Dios.

(LV): Así que ese era el lenguaje común.

(GM): Era el lenguaje común de esos días. Es un bello lenguaje, pero no era nada especial. ¿Y cuál es el especial hoy día? Yo creo que es algo muy personal. Lo que a mí me parece interesante es que cuarenta años atrás yo explicaba que no había justificación, partiendo de los idiomas originales, que al orar en inglés se deban usar expresiones típicas del inglés de principios del siglo XVII.

(LV): Bien, usted sacó el tema. Yo iba a mencionar eso porque me doy cuenta que yo ya me cambié al lenguaje moderno y usted todavía utiliza algunos términos típicos de principios del siglo XVII. Pero, ¿cómo ora usted en sus oraciones personales?

(GM): Uso el lenguaje moderno, oh sí.

(LV): Usted se siente bien con eso.

(GM): Oh sí, mucho. Y tengo que decirle que me gusta su forma de orar. Usted lo hace de una manera muy reverente, aunque sin expresiones del siglo XVII. Se nota en las palabras que usted elige, siento que lo hace con mucha reverencia. Yo estoy bien acostumbrado a hablar así, y siento que podría haber muchas personas que se sentirían un poco incómodas si yo cambiara. Y no quiero que las palabras sean un obstáculo. Las palabras son siervas nuestras, yo no les permitiría interponerse. Pero quizás es que me estoy poniendo viejo y demasiado viejo para cambiar. Pero estoy preparado para hacerlo.

(LV): Bien, yo pasé un poco de dificultades con eso, y mientras conversamos me vino a la mente que realmente yo cambié después de venir aquí a Loma Linda. Hubo un tiempo durante el que…

(GM): ¿Nosotros le hicimos eso?

(LV): Sí, ustedes lo hicieron. Hubo un tiempo durante el que me preguntaba cómo se sentiría la congregación. Así que al orar, por ejemplo, usaba las palabras del siglo XVII en la invocación y las modernas para la bendición final. Y estaba completamente confundido.

(GM): Bueno, pero ¿sabe?, si usted molesta a la audiencia innecesariamente. Nunca olvidaré cuando el Dr. John Enríquez hacía la oración pastoral aquí una mañana de sábado. Y él acababa de aprender la verdad sobre Abba Padre, como una expresión de cariño que también significa papito. Así que el Dr. John Enríquez oró… y yo creo que mi papá predicaba ese día, y mi padre era muy cuidadoso acerca de esas cosas y John se arrodilló y con mucha reverencia dijo: “Buenos días papi…”. Y usted podía sentir a la audiencia en esta nuestra iglesia. “¿Buenos días papi?” Pero él continuó su oración. Y yo me preguntaba cómo hacía mi papá para aguantarse. Pero John lo hizo muy reverentemente. Yo pienso que lo importante es: “rasga tu corazón y no tus vestiduras”. Si hay reverencia, el lenguaje no es el asunto más importante. Y yo sé un buen número de idiomas, y me encantan las palabras. Yo quiero que las palabras sean mis siervos y deseo utilizarlas con cuidado y estoy listo para cambiar cuando se necesite.

(LV): Bien, volviendo al punto que parece ser el corazón de lo que usted ha estado hablando esta noche, la oración como cuando se habla con un amigo es realmente el asunto crucial.

(GM): Ese es el asunto.

(LV): Y quizás nuestra incomodidad con el lenguaje y nuestra dificultad aquí nos ayudará a darnos cuenta que ese es en verdad el corazón de esto.

(GM): El vocabulario no debiera ponerse de por medio entre nosotros y nuestro Dios. Ese es el asunto.

(LV): Tenemos que avanzar hacia otras preguntas muy importantes que están relacionadas. La frase: “Hágase tu voluntad”. Si en realidad queremos y deseamos que la voluntad de Dios se haga, ¿entonces, por qué pedimos? ¿No sería una mayor demostración de confianza decir simplemente: “Dios, haz lo que vas a hacer”?

(GM): Oh, sí. Muchas cosas vienen a la mente, pero especialmente el ver a Jesús hacerlo. Él fue realmente un ejemplo en cada área importante de la vida. Él le diría a su Padre: “Hágase tu voluntad, pero..”. Yo pienso que si orar es conversar con Dios, tenemos que ser honestos con Él. No me gusta lo que viene. Quiero entender esto y quiero que hagas las cosas a tu manera. Quiero someterme a tu sabiduría. Sin embargo, ¿puedo hablarte al respecto? ¿Puedo decirte, honestamente, que yo quiero esto, que quiero aquello y que evito esto y que evito aquello? Esa es una conversación honesta. Pero detrás de todo, nos vamos a someter a la sabiduría de Dios. Claro que sí. Pienso que subraya la idea de que eso es conversación, honesta y genuina.

(LV): Pero veamos eso de otra manera. Están aquellos que expresan una preocupación real, que cuando usted está orando, por ejemplo por alguien gravemente enfermo, un ser querido a quien uno en realidad quiere ver sanado, ¿es de alguna alguna manera una expresión de falta de fe, el que después de haber dicho: “Señor por favor sana a mi madre o a mi hijo,” decir entonces, “sin embargo, hágase tu voluntad?” ¿No sería una demostración mayor de confianza decir solamente: “Señor, sana. Yo creo que tú lo vas a hacer?”

(GM): Porque queremos decirle lo que queremos que Él haga. A mí me parece que mostramos mucha más confianza cuando decimos: “Dios, tú que sabes lo que es mejor, hazlo para esta persona”.

(LV): Usted está diciendo entonces que está perfectamente bien el expresar mi voluntad con bastante intensidad, es decir, decirle a Dios exactamente lo que yo quiero.

(GM): De otro modo, no le estoy diciendo la verdad. Yo quiero que esa persona este bien. Es mi madre, por favor sánala.

(LV): Pero ¿es eso entonces falta de fe?

(GM): “Hágase tu voluntad” es mucha más confianza.

(LV): No es falta de fe.

(GM): No, y me encanta cuando la persona por la que uno está orando dice: “Vea, no es necesario que le diga a Dios lo que Él tiene que hacer. Él no tiene que sanarme para que yo confíe en Él. Estoy dispuesto a aceptar lo que Él sabe es mejor y usted puede presentar su oración de esta manera”. Y usted sabe por experiencia, que no es fácil orar al lado de una cama cuando el paciente o alguien especial a quien uno ama, confía en Dios de esa manera. Yo he tenido muchas, muchas experiencias como esa. Es muy conmovedor.

(LV): Debo decir que es cierto. Pero vamos ahora a asuntos más prácticos quizás. ¿Sirve de algo orar para tener un viaje seguro?

(GM): ¿Es el viaje lo suficiente largo para que lo amerite? ¿Es así como lo hacemos? No si es solo para ir a la tienda.

(LV): Para ir a la tienda, ¿por qué?

(GM): Porque es más riesgoso ir a la tienda Alfa Beta en un viernes por la tarde.

(LV): Es verdad. Pero ¿qué hay de esto? Si usted fuera a salir de viaje, ¿sirve en realidad de algo si usted ora: “Hágase tu voluntad” y usted sufre un accidente, entonces usted asume que, bueno, que Dios tenía eso en mente para ese viaje?

(GM): Hmm. Vea, siempre y cuando no sea una oración presuntuosa, que como ya oré puedo subir la velocidad otras diez millas por hora. Y que al orar tengo un viaje seguro garantizado. Una vez más, yo creo que se trata de ponernos en las manos de Dios y orar: “Dios ayúdame a conducir con más cuidado, ayúdame es estar más alerta. Y Señor, cualquier cosa que suceda tengo la confianza de que todo estará bien”. Y algunas personas mueren camino a una reunión de la iglesia y despertarán en la resurrección y allí estará todo lo bueno del mundo venidero esperándoles. Y le dicen: “Espera un minuto Señor, ¿me encuentro en el Reino? Esto no es lo que yo quería. Yo quería estar en el Sur de California”. Y el Señor le diría: “¿No estás feliz de estar aquí?” Dios garantiza que cuidará de nosotros, pero Él no dice que no habrá problemas, que no habrá enfermedad, que no habrá accidentes en este planeta. Este es un lugar peligroso para vivir.

(LV): Usted no está diciendo que Dios planeó el accidente y que lo tenía todo arreglado, si algo así sucediera.

(GM): Así es. Claro.

(LV): Ese no es el tipo de Señor que Él es.

(GM): Él podría meterse, claro, en cualquier momento, pero no lo hace. Él podría. Él está tratando de decir algo acerca del orden y los resultados del desorden y de que hay un enemigo rondando. Y Él espera que esperemos en Él y que aguantemos de su lado. Y entonces, cuando veamos hacia atrás a todo esto, no vamos a querer haber sido guiados de ninguna otra manera. Entonces, Él espera que confiemos lo suficiente en Él para eso.

(LV): En relación al tema de orar por otros, el tema de la oración intercesora, ¿sirve para algo?

(GM): Esa es una frase interesante, “¿sirve para algo?” Esa es una buena forma de plantearlo. Veamos, usted sabe que nunca queremos perdernos de algo bueno. Queremos obtener lo mejor por nuestro dinero, ¿verdad?

(LV): ¿No es esa la forma equivocada de plantearlo? ¿Lo presenté de una manera pobre?

(GM): Bueno, así no parece como si la oración es una conversación con Dios como con un amigo. Según me parece, para ser específico, aquí está una madre con un hijo que ha escogido seguir su propio camino. Ella ama a su hijo. Así que ella habla con Dios acerca de su hijo. Si ella no lo hiciera no fuera normal. Ella ama a su hijo. Uno habla con Dios de lo que le preocupa a uno, pero no decimos: “Dios, forza a mi hijo a que regrese”. Y sabemos que si Dios derramara su Espíritu Santo, con una intensidad cien por ciento mayor sobre ese hijo, eso no lo haría un cristiano. Todavía podría decir “no”. Así que le decimos: “Dios, escoge Tú el momento. Escoge la forma. Ayúdame a ser paciente. Ayúdame a hacer lo que tengo que hacer y quizás trae toda la influencia que Él pueda soportar. Pero yo sé que mi hijo aún así puede decir que no, así como Lucifer dijo “no” en tu misma cara. ¿Se dan cuenta? entendemos eso mientras oramos, pero no voy a decir que no sirve de nada el hablar con Dios. Yo voy a hablarle de cualquier manera. Ese es mi hijo. Voy a hablarle a Dios acerca de mi hijo.

(LV): Pero, por ejemplo, si hubiese una necesidad en particular. Recuerdo que algunos años atrás, había una situación en uno de los países de Europa, en la que la gente sufría persecución y estaban cerrando las puertas de las iglesias. Y tuvimos un día de oración y ayuno.

(GM): Yo me recuerdo de eso.

(LV): ¿Se recuerda?

(GM): Me recuerdo muy bien.

(LV): Si nos reuniéramos para orar juntos, ¿significa eso que al unirnos en un tipo de movimiento especial, trae algún poder especial?

(GM): Siempre y cuando eso no quiera decir que mientras más somos para retorcerle el brazo a Dios, es más probable que logremos lo que queremos. Cuando eso sucedió eso, un grupo entero de estudiantes de teología en la Universidad de la Unión del Pacífico… yo me encontraba todavía allí cuando eso pasó, en la década de 1950. Dijeron: “vamos a reunirnos para almorzar cada lunes y vamos a discutir eso hasta quedar satisfechos”. Y finalmente llegamos al acuerdo que dentro de las limitaciones del gran conflicto, con un enemigo allí acusando a Dios de interferir y de manipular las cosas, y con los ángeles que merecen entender, yo creo que nuestras peticiones unidas liberan a Dios de hacer cosas que Él ha estado deseando hacer. Porque cuando todos juntos dijimos, “por favor, puedes abrir las iglesias en Rumania,” o en donde sea que eso fue, Dios le pudo decir al adversario: “Hazte a un lado que voy hacia allá”. Y le pudo decir a los ángeles: ¿Es esto interferir? ¿Es esto manipular? ¿Escucharon a todos ellos pedírmelo? Yo creo que el gran conflicto está bien involucrado aquí, y entonces me pregunto si más de entre nosotros nos uniéramos para pedirle a Dios por esas cosas, si no lo liberaríamos más frecuentemente para que pudiera decirle al adversario: “Hazte a un lado, se me ha pedido que haga esto”. Y Él lo podría hacer. Entonces, yo creo, que nuestras oraciones lo liberan para hacer eso.

(LV): Hacen la diferencia en realidad.

(GM): Sí. Lo deberíamos hacer de todos modos.

(LV): Pero, ¿qué hay acerca de una persona? ¿Si nos uniéramos para orar por la conversión de una persona? y usted hablaba de esto antes, pero ¿podemos empujarlo, tendría Dios que responder a la oración para que esa persona pudiera, de hecho, ser convertida?

(GM): Vea inmediatamente lo que eso diría acerca de Dios. Si Dios a la fuerza, pudiera mantener su familia reunida, ¿cómo fue que perdió a una tercera parte de los ángeles?

(LV): Esto llega en verdad al meollo del asunto, ¿no es cierto?

(GM): Absolutamente. Dios no presionaría de tal manera a mi hijo.

(LV): Usted hizo referencia a Romanos 8 en la hoja de referencias bíblicas. Ahora bien eso continua diciendo algo acerca de cómo el Espíritu intercede por nosotros con gemidos indecibles, o según veo en la Nueva Versión Internacional: “Con gemidos que no pueden expresarse con palabras”. ¿Qué es lo que sucede allí? ¿Qué es lo que el Espíritu está haciendo con Dios, de nuestra parte?

(GM): Bueno vea, con Dios, inmediatamente necesitamos recordar Juan 16:26. Si no hay necesidad de que el Hijo interceda ante el Padre por nosotros, entonces no es necesario que el Espíritu Santo interceda ante el Padre por nosotros. Todos ellos están de nuestro lado, los tres. Y me impresiona que los estudiantes de la Biblia a través de los años se han puesto de acuerdo en lo que eso significa. Que el Espíritu Santo de verdad viene y nos ayuda a orar al darnos la verdad acerca de Dios, para que podamos ser animados a orar. Él también nos entrega la verdad sobre nosotros mismos y nos ayuda a ser honestos y a decir la verdad. Nos ayuda a decirle la verdad en oración, a Dios como Él es en verdad, y esa oración hace la diferencia. De manera que, el Espíritu Santo a través de nuestros gemidos, nos inspira de alguna manera a desear mucho esas cosas. Él es el que nos guía hacia la verdadera conversación con Dios como con un amigo.

(LV): Recientemente he escuchado a varias personas, uno de ellos, un ministro bastante conocido aquí en nuestro país, hablando de cómo Dios le habla a él. ¿Qué hay de eso? ¿Cuál es su juicio de ese tipo de cosa? Usted hablaba sobre la oración. Tiene que ser, si eso es una conversación con un amigo. Uno tiene que tener una conversación de dos vías, no solo un monólogo. ¿Qué hay sobre el que Dios hable con nosotros?

(GM): Cuando alguien viene y dice: “Dios me habló anoche,” no tengo que ser tan rudo como para decir, “yo creo que eso es mentira”. Pero tengo que recordar aquellos versículos que mencionamos en nuestras primeras conversaciones, las del profeta que dijo: “El ángel del Señor me dijo esto y esto, pero le mintió”. Yo tengo que, si la persona dice: “Dios me habló en mi estudio de anoche, o aquí o allá, y les traigo este mensaje”. Yo tengo que comparar el mensaje con las Escrituras y ver si da la altura. Así que no importa quién viene a mí con un mensaje del Señor, aunque pueda decir: “El Señor me habló anoche,” yo tengo que llevar el mensaje a las Escrituras. Bueno, y si llevo el mensaje a las Escrituras, y ¿qué autoridad más alta, sino las Escrituras? Entonces ¿por qué no ir directo a ellas? Yo creo que Dios nos habla primordialmente a través de las Escrituras.

(LV): Muy bien, pensé que eso es lo que le escuché decir antes, que en lo que respecta a una conversación de dos vías, Dios ya habló y sigue hablando en el presente en su palabra.

(GM): Y É le habló a individuos, en verdad. Y yo pienso que hemos tomado los mensajes de algunos de ellos a la Biblia, y han dado la talla. Una persona que usted y yo conocemos especialmente bien. Lo que ella escribió da la talla de forma magnífica. Es allí en donde se basa la autoridad. Pero yo examino lo que ella escribió, con las Escrituras.

(LV): Es el momento para un par de preguntas cortas. ¿Debemos orar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo? ¿A los tres?

(GM): A los tres, como en la doxología. Alabamos al Padre, alabamos al Hijo y alabamos al Espíritu Santo.

(LV): Y ¿qué hay acerca de orar en el nombre de Jesús? ¿Cuál es el significado, la importancia de eso?

(GM): Pienso que tiene un gran significado lo que Jesús dijo: “Oren al Padre en mi nombre y el Espíritu les ayudará a hacerlo”. Yo creo que eso es por razones históricas. El Hijo es el que vino a revelar la verdad acerca del Padre. El Espíritu nos entrega el registro y nos da la confirmación. Y así, en armonía con la historia completa de la revelación, Él dice: “Oren al Padre pero en mi nombre,” y “en mi nombre” no es una fórmula, y ciertamente no es una indicación para el coro para que se preparen para el responso. Quiere decir: “Reconozco que si Jesús no hubiera venido, yo no te conocería, yo no tendría el valor de venir. Yo no sabría cómo orar”. Así que “en su nombre” es una declaración de gratitud y de adoración.

(LV): ¿Puede decirnos sólo unas palabras sobre esta pregunta que llegó acerca de las oraciones que Dios dice que Él no escucha? Por ejemplo en Isaías 1:15, “Cuando extendiereis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; también cuando multiplicareis la oración, yo no oiré…”. ¿Qué tipo de oraciones son las que Dios se rehúsa a escuchar?

(GM): Ah, eso es de suma importancia, y en 1 de Juan dice algo similar. La oración de hipocresía, la oración que en realidad no está solicitando ninguna ayuda, la oración que es un engaño a Dios. ¿Qué más podría hacer Dios? Ahora bien, Él ama al infiel, Él ama al hipócrita. Él simplemente no puede ayudarles, y entonces les dice: “Voy a tener que dejarte”. Así que la oración tiene que ser honesta. Tenemos que caminar en humildad con nuestro Dios y decirle la verdad. Sucede lo mismo con un médico. Un médico no puede ayudar a un paciente engañador que no dice la verdad, y con Dios es lo mismo.

(LV): Ahora unas breves palabras sobre el siguiente tema, el dieciséis de nuestra serie. ¿Cuál es nuestro tópico?

(GM): El siguiente es “El último ruego de Dios a sus hijos,” y como algunos ya pudieron adivinar, será ver el mensaje de los tres ángeles desde la perspectiva del gran conflicto.

(LV): Y eso nos va acercando a la conclusión de nuestra serie.

(GM): Así es. Porque la que sigue después es: “El esfuerzo final de Satanás por engañar”.

(LV): Bien, muchas gracias y esperamos verles el próximo viernes de noche.

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