NÚMERO DOCE- LA LEY DE DIOS NO ES UNA AMENAZA A NUESTRA LIBERTAD

Bienvenidos a la número doce de nuestras conversaciones acerca de Dios. Otra visión de nuestro Padre celestial a la luz del conflicto universal sobre su carácter y gobierno. El tópico de nuestra conversación de esta noche es: “La ley de Dios no es una amenaza a nuestra libertad”. Una oportunidad para considerar una vez más, lo que la ley de Dios realmente demanda, de manera particular los diez mandamientos.

¿Habrá algo más precioso para los inteligentes seres humanos que la libertad? Libertad de la tiranía, libertad del temor, libertad para hacer las cosas que queremos hacer. Nosotros creemos que Dios nos hizo para ser libres. Y las buenas noticias son que para Dios no hay nada que valga más que nuestra libertad. Pero no todos sus hijos han creído eso. De hecho, Satanás convenció a una tercera parte de los brillantes ángeles de que eso no era verdad respecto de nuestro Dios. Que por el contrario, Dios es arbitrario, exigente, vengativo, no perdonador y severo. Y cuánto ha trabajado Dios para aclarar que Él no es el tipo de persona que sus enemigos le han hecho parecer.

Pero esta guerra que empezó en el cielo, a la que nosotros llamamos el gran conflicto, continuó y se extendió a este planeta. Y cuántos de nosotros en este mundo creemos en las mentiras de Satanás. Incluso entre la gente religiosa más devota, incluso entre los cristianos que de entre todas las gentes debieran conocer la verdad. Por miles de años ya, Dios ha buscado revelar la verdad de este asunto, no con aseveraciones sino demostrándolo con pruebas. La semana pasada considerábamos algunas de las medidas de emergencia que Dios ha usado para mantener la unidad de su familia, mientras Él sigue demostrando la verdad. La más notable de esas medidas de emergencia ha sido su uso de la ley. Y las más notables de entre las leyes han sido Los Diez Mandamientos. Pero el extenso uso que Dios ha hecho de la ley aparece con seguridad opuesto a la libertad. Y ha sido en verdad terriblemente malentendido.

Consideremos por ejemplo las palabras de Jesús a sus discípulos, sobre este tema en el primer texto de nuestra hoja de referencias bíblicas. En Juan 14 y Juan 15 Jesús dijo:

“Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Y añadió: “Vosotros sois mis amigos, si obedecéis lo que yo os mando” (RV60).

Ahora bien, ¿qué tipo de amistad es esa que demanda obediencia? ¿Cómo reconciliamos: “Guardad mis mandamientos” con “conocerán la verdad y la verdad los hará libres?” Algunas veces esto es explicado como queriendo decir: que somos libres siempre y cuando hagamos exactamente lo que se nos dice. Los que son padres, ¿ya probaron eso con sus hijos?

“–Ahora hijos, queremos que haya libertad en nuestra casa. Y vamos a tener libertad, siempre y cuando ustedes hagan exactamente lo que se les dice. ¿Está claro?” Y si sus hijos le tienen miedo a usted, le van a decir: “Te entendimos claramente”. Pero dentro de sí van a tener serias reservas. Porque parece una gran contradicción. Claro, todo depende de cómo entendemos lo que Dios nos ha pedido que hagamos. Y de cómo entendemos, para empezar, la razón por la que nos tuvo que pedir lo que pidió.

Yo creo, y estoy seguro que muchos de ustedes también, que Dios nos dió todas las leyes y en particular los diez mandamientos para nuestro propio beneficio. Nos las dió, de manera especial, para preservar la libertad y no para abusar de ella. Pero la ley, el uso de la ley, ha sido gravemente mal entendido a lo largo de todo el gran conflicto.

El ejemplo más notable de cómo fueron malentendidos sucedió unos 1400 años después del Sinaí, cuando el mismo Hijo de Dios vino a vivir entre el pueblo a quien de manera especial se le había confiado esa revelación de la voluntad de Dios, formulada en el decálogo, los diez mandamientos.

De entre todos los pueblos ellos debieron haber entendido que era una medida de emergencia, con Moisés allí para explicarles que no tenían necesidad de temer. Pero cuando Jesús vino encontró a un grupo de personas que estaban completamente preocupadas con las leyes de Dios y su obediencia en todo detalle. Él nunca tuvo que decirles que no se hicieran imágenes. Pues ya habían aprendido la lección a través de la disciplina de la cautividad en Babilonia, y nunca más cayeron en la idolatría corriente. Él nunca tuvo que decirles cuál era el día sábado. Ellos consideraban como el servicio más sagrado el obedecer todos los diez mandamientos. Él nunca tuvo que urgirles a pagar el diezmo. Mateo registra que acostumbraban diezmar hasta las cosas más pequeñas, como las semillas de menta, anís y el comino. Ni tuvo que decirles que debían observar las leyes de higiene. Hasta comentó que ellos colaban su leche de cabra para no comerse ningún insecto prohibido. Ni siquiera tuvo que decirles que escudriñaran las Escrituras. Él dijo que lo hacían todo el tiempo, ¡pero por la razón equivocada!, según Juan 5:39.

Tampoco tuvo que decirles que fueran cuidadosos de no juntarse con los incrédulos. De hecho, cuando volvían del mercado acostumbraban lavarse las manos de una manera especial, de una forma ceremonial para no contaminarse al juntarse con los gentiles. ¿Se dan cuenta? todos ellos podrían haber dicho como el joven rico del que se habló en la iglesia el sábado pasado: “Todas estas cosas las he guardado desde mi juventud”.

Uno pensaría que frente a tan rigurosa obediencia y disposición a hacer precisamente lo que se les decía, uno pensaría que Jesús estaría complacido y que ellos lo reconocerían y lo recibirían cuando vino. Pero todo el cielo observó la increíble escena de aquellos que decían amar la ley de Dios, que denunciaban al dador de la Ley como un infractor de la ley. Eso debió haber confundido mucho a los ángeles. Así que Jesús se aventuró a insinuar que aunque se esforzaban tanto en obedecer, ellos en realidad obedecían por el motivo equivocado. Y que al obedecer por el motivo equivocado, en realidad no obedecían en lo absoluto. Pueden imaginarse cuán ofensivo fue eso para ellos. De hecho, Él fue aún más lejos sugiriendo que si tan solo conocieran a Dios, el dador de la ley, ellos hubieran guardado la ley por un motivo completamente diferente. Un motivo que los hubiera hecho capaces de obedecer y ser libres a la vez.

Los profetas del Antiguo Testamento habían enfrentado eso siglos antes. Y para mencionar solamente a dos: Amós e Isaías habían reprendido al pueblo por su renuente forma de guardar el sábado. “¿Oh, cuándo pasará el Sábado para que podamos vender el trigo?”, registra Amós. Isaías deplora su obediencia mecánica, sin pensar, particularmente en el sábado. Y Jesús citó las palabras de Isaías y lo elogió por decir la verdad. Y lo que incluí en la hoja de referencias bíblicas son las palabras del mismo Isaías. Veamos Isaías 29:13

“El Señor Dios dice: «Este pueblo viene a mí con palabras y me honra de labios para afuera, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me rinden consiste en normas humanas repetidas de memoria»” (PDT).

O como otra traducción dice: “El temor que me tienen no es más que un precepto humano, aprendido por rutina”. Y la rutina, la adoración irracional, son un insulto tal para nuestro inteligente Dios. Entonces Jesús les dijo la verdad acerca de su Padre y del tipo de obediencia que en realidad le complace a Él.

Ustedes recuerdan qué fue lo que hizo en sábado y a qué riesgo. Todo fue tan inocente y bueno. Él sanó y ayudó a la gente. Pero esos deprimentes legalistas quedaron asombrados y lo denunciaron de desobedecer la ley. Imagínense, el dador de la ley siendo denunciado como un infractor de la ley. “No”, dijo Jesús, “no vine a abolir la ley y los profetas”, refiriéndose no solo a los diez mandamientos sino a todo el Antiguo Testamento. “No vine a abolirlos”, o a malinterpretarlos, “vine a cumplirlos, a explicárselos”. Enseñándoles por el ejemplo, especialmente en el sábado, Jesús se dedicó a corregir la extensamente malentendida ley de Dios y a explicar de qué se trataba. Les dijo: la ley fue dada para ustedes. De manera especial, se les dio el sábado para que fuera una ventaja, no una restricción.

Y ese día, mientras defendía el derecho de sus discípulos de cortar unas espigas de trigo y frotarlas en sus manos para comerlas, les dijo que:

“El Sábado fue hecho a causa de ustedes y no ustedes a causa del Sábado”. “El sábado que ustedes trabajan tan duro para guardar y que se ha vuelto en una carga para ustedes, les fue dado para ayudarles, y no para que fuera una restricción y ciertamente no como una mera prueba de obediencia. Si tan solo conocieran la verdad acerca de Dios y sus leyes”, continuó Jesús, “se darían cuenta que su yugo es fácil y ligera su carga”, mientras dirigía su mirada hacia todos los libros de reglas y normas que habían acumulado.

Veamos las famosas palabras de Mateo 11:28.

“Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy…” porque aunque soy Dios, “…soy manso y humilde de corazón”; ¿pensaron alguna vez en el Infinito como manso y humilde de corazón? “y hallaréis descanso para vuestras almas”. Porque el yugo que les pido que carguen “es suave y mi carga ligera” (BJ).

Ustedes podrían pensar que el pueblo se sentiría aliviado al escuchar eso directamente de las oficinas centrales. Pero en lugar de eso acusaron al Hijo de Dios de blasfemo distorsionador de su Padre. Hasta llegaron a decir que tenía un demonio por hablar de Dios y de sus leyes de tal manera y lo condenaron por rebelde y lo crucificaron como a un hereje. Entonces el apóstol Pablo asumió la causa de aquellos que denunciaron a Jesús como un hereje y de quienes denunciaron su representación de Dios como falsa y hasta satánica.

Al principio, como ustedes saben por el registro bíblico, Saulo también obedecía por la razón equivocada. Él adoraba a un Dios tirano que se complacía en ver a la gente perseguida, apresada, y hasta apedreada a muerte para forzarlos a obedecer. Ese era el tipo de Dios que él adoraba. Él pensaba que tenía muchos textos bíblicos para apoyar su idea. Y realizaba su evangelismo en el nombre de ese Dios. Por eso era que se sentía libre de usar tanto la fuerza.

Entonces camino a Damasco él vio la luz y la verdad lo liberó. ¡Qué diferencia! Él no cambió su Biblia, ni aun el nombre de su Dios. Él no cambió el día en que adoraba por el sábado, ni su dieta o su forma de vestir. ¿Qué fue lo que Saulo cambió en ese día? Todo lo que Saulo cambió fue su imagen de Dios. Y desde ese entonces, ¿quién ha hablado más elocuentemente acerca de la libertad y de la fe y de la gracia? Y de Cristo como el fin del legalismo como medio de salvación. ¡Y de que no estamos bajo la ley, sino que estamos bajo la gracia porque adoramos a un Dios misericordioso!

“Pero claro, no me malentiendan mi nuevo énfasis”, dijo Pablo. “¿Piensan que mi énfasis en el amor, la confianza y la libertad anulan la ley?” Como estuvimos viendo la semana pasada, en Romanos 3:31, la fe no anula la ley. La fe establece la ley al ponerla en una perspectiva adecuada. Pero, ¿cuál es esa perspectiva adecuada?

Veamos, al adoptar la comprensión de Pablo del significado de la fe y la confianza, la persona que de veras conoce a Dios, lo ama y lo admira por sus sabias y misericordiosas decisiones, se siente absolutamente libre y perfectamente dispuesto a escuchar todo lo que Dios quiere decir. Y a prestar cuidadosa atención a todas sus instrucciones. Eso solamente puede ser sabio y sensible hasta que uno está convencido de que Dios es esa clase de persona.

“Así que déjenme decirles”, dijo Pablo, “por qué nuestro Dios, el mismo que desea que sus hijos disfruten de la dignidad y libertad por las que Él pagó un precio tal para garantizarlas, déjenme decirles por qué este Dios hizo tal uso de la ley: “Fue añadida”, les dijo, así como lo discutimos la semana pasada, juntamente con otras medidas de emergencia. Así como Gálatas 3 dice, la ley fue añadida para ser nuestro ayo, nuestro tutor, nuestro guardián, nuestro guía para llevarnos de vuelta a una relación correcta con Dios; en la cual haremos lo que es correcto porque es correcto y no porque se nos ordenó hacerlo. Esa palabra traducida desde el griego, que se pronuncia pe-da-go-gos. Ped, que ustedes han escuchado en palabras como pediatra y pedodoncia, quiere decir niño. La segunda parte, agogos, quiere decir líder. Un pedagogos es un líder de niños. Eso es lo que la ley es. Está diseñada para personas que se comportan como niños. ¡Y vaya que nos hemos comportado como niños! Cuando como pecadores, en nuestra rebeldía y nuestra anarquía e inmadurez, hemos necesitado la dirección y protección de las leyes de Dios. Pero detrás de todas esas reglas, detrás de todas esas medidas de emergencia, seguramente que ahora podemos ver a un Dios altamente misericordioso que ha usado todas esas medidas de emergencia por el bien del hombre. No tienen nada de arbitrario. Tienen mucha lógica y merecen ser inteligentemente obedecidas.

Y cuán evidente se hace cuando vemos con detenimiento precisamente a lo que Dios nos pidió que hiciéramos, particularmente en los diez mandamientos. Pero, más que eso, tenemos que comprender por qué tuvimos que ser instruidos de tal manera por medio de esas medidas de emergencia. Veamos por ejemplo, una vez más en 1 Timoteo 1:8, 9. Usé una versión diferente la semana pasada. Veamos esta vez la versión de la Universidad de Navarra de 1 Timoteo 1:8, 9.

“Sabemos que la Ley es buena si uno la usa legítimamente”. Porque se puede abusar de ella. “Teniendo en cuenta que la Ley no se ha dado para el justo sino para quienes no admiten norma ni sometimiento…” (U Navarra).

Si por medio del dominio propio uno se somete, entonces uno no necesita que se le ordene comportarse. Pero la ley no da dominio propio, ¿o sí? La ley es una medida de emergencia debido a que no tenemos dominio propio. Y la necesitamos hasta que recuperamos el dominio propio, el amor y la confianza para ser capaces de usar nuestra libertad de la manera correcta. Eso es lo que Pablo le explicaba a los creyentes de Galacia tan inclinados a malentender el uso que Dios hizo de la ley. Veamos en Gálatas 5:13, y los múltiples versículos que siguen. Vean la clara comprensión que tiene Pablo del uso de la ley de parte de Dios.

“Hermanos, ustedes han sido llamados a ser libres”.

Y siento tener que dejar unas partes fuera, porque esa sección completa es magnífica. “Hermanos, ustedes han sido llamados a ser libres… Toda la Ley se resume en un solo mandamiento: «Ama a tu prójimo como a ti mismo»… Pero, si ustedes son guiados por el Espíritu…”, el Espíritu de amor y verdad, “no están bajo la Ley… Pero el fruto del Espíritu es amor…”, el cual es el cumplimiento de la ley, “gozo, paz…”, es lo que Dios quiere, lo opuesto a la guerra, “paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad”, personas en las que se puede confiar, “humildad…” y vean el último: “Dominio propio” (NVI).

Ese es el significado real de la palabra “templanza” que aparece en la Reina Valera. De aquí es de donde viene el verdadero dominio propio. Ahora bien, algunas personas quieren que Dios les dé órdenes y los controle por el resto de la eternidad. Y eso parece tan humilde y seguro de su parte, pero es como decirle a Dios que no queremos la libertad por la que Él pagó tan elevado precio. ¿Cómo podemos dársela de vuelta y decirle: “No, yo no quiero dominio propio, yo quiero que Tú me controles?”

¿No es eso sorprendente?, dice Dios, “Cuando estás completamente bajo la influencia de mi Espíritu Santo, yo no te voy a controlar. Sino que habrás recobrado la dignidad y el gozo del dominio propio”. Entonces de verdad que seremos libres otra vez.

Ahora bien, como ustedes saben, esta idea de que “el amor es el cumplimiento de la ley” ciertamente no era nueva para Pablo. Jesús había dicho la misma cosa a aquel doctor de la ley. Pero el primero en mencionarlo fue Moisés. Jesús y Pablo citaron al hombre clave en la entrega de los mandamientos en primer lugar. Veamos Deuteronomio 6:5.

“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (NVI)
Esta es sólo la mitad de esto. Veamos ahora Levítico 19:17, 18.

“No odies en tu corazón a tu hermano… Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (BJ).

Jesús citó las palabras de Moisés, en el mismo principio. Pero usted no puede en verdad demandar cosas como el amor, y no odiar al hermano en el corazón, ¿o sí? Pero cuando el pueblo se comporta mal, usted podría hacerlo como una medida de emergencia. Pero eso es todo lo que es. No produce la motivación final que Dios desea.

Entonces, puesto que aún el amor no es claramente comprendido, y piensen en cuán groseramente esto ha sido pervertido a través de los años, Pablo añadió en Corintios 13:4-6. Este amor, del que estamos hablando y que es el cumplimiento de la ley,

“es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso, ni jactancioso, ni orgulloso. No es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. No se comporta con rudeza, el amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad” (NVI).

Imagínese viviendo en una comunidad en la que todo el mundo vive como lo describen los diez mandamientos. Eso quiere decir que todos aman a Dios y todos se aman entre sí. Lo que significa que nunca nadie es rudo o arrogante, o impaciente. Nadie insiste en que las cosas se hagan como él quiere. ¿Se pueden imaginar vivir en una comunidad así? ¿Sería usted libre?

Entonces uno sigue con los detalles del decálogo. Nadie roba, nunca. Nadie mata, nunca. Nadie odia, nunca. Nadie miente, nunca. Se puede confiar en todos y aún más que eso, vean el número diez. Las personas no solamente nunca hacen nada malo, ni siquiera quieren hacerlo. Ese el significado del número diez. Ese era el que tanto molestaba a Pablo al principio. Él pensaba que Dios estaba interfiriendo demasiado cuando se metía en eso.

Pero finalmente Pablo dijo que eso era lo que en realidad garantizaba nuestra libertad. Viviremos en un lugar en donde la gente no solo nunca hace algo malo, sino que ni siquiera quieren hacer nada malo. Y eso quiere decir que dichas personas han sido sanadas de verdad.

Y más que eso, de acuerdo al primer mandamiento, cada uno ama y venera al mismo Dios. ¿Qué tipo de Dios adora y admira usted? Cada miembro de la familia de Dios admirará al Dios para quien no hay nada que valga más que la libertad de sus hijos y por lo que pagó un precio tal para probarlo. Eso produce una unidad que es inherente en nuestra fe y el hecho de que todos amamos y adoramos al mismo Dios. Cuando usted tiene un grupo de personas que viven así, usted tiene verdadera libertad, verdadera paz y verdadera seguridad. Visto bajo esa luz, el decálogo es una garantía para la libertad. Porque Dios dice: “Yo siempre voy a administrar a mi universo de esa manera. Y preferiría morir que cambiarlo”.

Y algunos de nosotros decimos: “Dios, por favor no lo cambies. Por favor, administra siempre tu universo en armonía con los principios de los diez mandamientos, o no estaríamos seguros, ni libres en verdad”. La única diferencia es que cuando la emergencia acabe, ya no habrá necesidad de que Dios nos diga que nos amemos mutuamente o que seamos vecinos decentes. El espíritu de verdad nos habrá convencido de que esa es la única forma sensible y correcta de comportarse. Y eso es lo que significa que la ley esté escrita en nuestros corazones, de donde nacen los pensamientos del hombre. Eso significa que la hemos meditado profundamente. Estamos de acuerdo con Dios. Esa es la mejor manera de vivir. Esa es la mejor forma de administrar el universo. Es correcto. Eso significa que nuestro dominio propio ha sido restaurado.

Solamente hay un mandamiento que no parece encajar en esto. ¿Puede ser de tan alta estima el séptimo día sábado? ¿No es al menos este una restricción de nuestra libertad? ¿Recuerdan nuestra décima conversación? La titulamos: “El recordatorio de la evidencia”. Si el sábado es únicamente una prueba de nuestra obediencia, entonces no encaja en esta idea, en estas buenas nuevas de las que hemos estado hablando. Pero si el propósito del sábado es recordarnos de la verdad, recordarnos de la libertad en el Jardín del Edén, recordarnos de cómo Dios liberó a su pueblo de la esclavitud en Egipto, y de cómo murió Jesús aquel viernes de la crucifixión, para de esa forma liberarnos más que de ninguna otra, al decirnos que no hay necesidad de tenerle miedo a Dios. Entonces guardar el séptimo día sábado encaja bien en esto, porque necesitamos que se nos recuerden esas verdades que son la base de nuestra libertad. Dios nos dio el sábado para ayudarnos, no para probar nuestra obediencia. Veamos cómo entendía el sábado el profeta Isaías, en Isaías 58:13.

“Si retraes del sábado tu pie, de hacer tus negocios en mi santo día; si llamas al sábado delicia, al día santo de Yahveh venerando, y lo veneras, no haciendo tus encargos, no abordando tus negocios ni tratándolos, entonces te deleitarás en Yahveh” (CAB 2003). “Hallarás tu gozo en el Señor” (NVI).
El gozo es uno de los dones del Espíritu de verdad. ¿Qué verdad es la que encontramos que nos pueda dar un gozo tal? El asunto es, que si estamos dispuestos a tomar el tiempo, como Dios nos ha invitado y urgido a que hagamos, para escuchar y a recordar. Y piensen en todos los motivos que hay para recordar lo que el sábado representa. Entonces podemos encontrar el gozo que se obtiene de conocer esta verdad acerca de nuestro Dios. Ese es el tipo de gozo con el que viviremos por el resto de la eternidad. Entonces el día sábado cabe bien en esto.

Si a usted le preguntaran alguna vez, por qué le obedece a Dios, asumiendo que usted lo hace. ¿Cuál sería su respuesta? ¿Diría usted? “Hago lo que hago como creyente, porque Dios lo ha dicho y porque Él tiene el poder de recompensar y de destruir”. ¿Es esa la razón por la que usted no miente o no asesina? “No es que haya algo malo en hacer esas cosas, pero Dios se enoja cuando uno lo hace, y eso es algo peligroso”. Esa respuesta estaría bien para un principiante o para un niño pequeño, pero eso hace que las leyes de Dios parezcan muy arbitrarias. Como que no tuvieran sentido en sí mismas.
Ese tipo de obediencia no habla bien de Dios, ni dice la verdad acerca de Él.

¿No preferiría decir mejor: “Hago lo que hago como creyente, porque Dios lo ha pedido y yo le amo a Él y quiero agradarle?” ¿Es esa la razón por la que usted no roba o no comete adulterio? No es que haya nada de malo en hacer esas cosas en sí mismas. Es solo que a Dios no le gusta que uno haga eso. Y Él ha sido tan bueno con nosotros que estamos en deuda con Él y vamos a hacer lo que nos dice, sea lógico o no.

Esto, una vez más no habla bien acerca de Dios. Puede demostrar un poquito de progreso del obedecer por miedo o por nuestro deseo de recompensa. Pero todavía sugiere arbitrariedad. Todavía no habla bien acerca de Dios. Aunque algunas veces se considera como un antídoto para el escenario anterior.
¿Podría usted decir?: “Hago esto porque cada vez más y más estoy encontrando que eso es lo más correcto y sensible de hacer”. “Cuánto admiro y venero al que me lo ha aconsejado y hasta me lo ordenó en los días en que yo era ignorante e inmaduro”. Apresurándose a añadir: “Pero siendo que aún soy algo ignorante e inmaduro, estoy dispuesto a escuchar a este Dios y a prestarle atención a sus mandamientos cuando me pide que haga algo que está más allá de lo que hoy entiendo”. Eso dice que Dios no es arbitrario, pero que todo lo que Él nos ha pedido que hagamos tiene tanta lógica, que las haríamos así de todas maneras. Si usted puede decir eso, entonces verdaderamente la ley de Dios no es una amenaza a su libertad y usted le agradece a Dios por eso.

Se piensa que Santiago es el legalista de los escritores de la Biblia. Pero veamos en Santiago 2:8, 12; el último texto en nuestra lista.

“Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis… Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad” (RV60.)

Ese es Santiago; y ni siquiera Lutero lo pudo entender de esa manera.

Y entonces, yo me atrevo a agregar esto al final. Puesto que Elena White, a quien algunos de nosotros consideramos una verdadera amiga de Dios, puesto que frecuentemente se le ha visto como legalista, he incluido una de sus tantas definiciones de la verdadera obediencia. Veamos al final.

“El hombre que trata de guardar los mandamientos de Dios solamente por un sentido de obligación, «porque se le exige que lo haga» nunca entrará en el gozo de la obediencia. El no obedece… La verdadera obediencia es el resultado de la obra efectuada por un principio implantado dentro. Nace del amor a la justicia, el amor a la ley de Dios. La esencia de toda justicia es la lealtad a nuestro Redentor”. “Abraham creyó en Dios, y Dios dijo: «Eso es lo que yo quiero». Eso es justificación. Esto nos inducirá a hacer lo bueno porque es bueno, porque el hacer el bien agrada a Dios” (Palabras de vida del gran maestro, pág. 70).

Yo entiendo, que algún día seremos capaces de estar en la presencia de Dios y decir: “Dios, de aquí en adelante haremos todas esas cosas, ya sea que Tú las pidas o no, porque estamos de acuerdo contigo que eso es ser sensible y es lo correcto”. Y Dios podría responder: «Eso está bien. Al fin eres libre. Ya has aprendido la verdad y la verdad te hará y te mantendrá libre»”.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS
A. Graham Maxwell (GM) y Louis Venden (LV)

(LV): Lo que leyó al final fue una hermosa declaración. Lo toca a uno bien profundo. Pero me parece que nos lleva de vuelta al título de su presentación de esta noche. En el mismísimo título usted reconoce que hay muchos que han visto la ley de Dios como una amenaza a nuestra libertad.

(GM): Ah, sí

(LV): Y muchas personas sinceras, cristianos que de alguna manera han sentido que la ley de Dios era algo de lo que querían liberarse. Por ejemplo, he escuchado ese texto que se menciona tan a menudo: Romanos 10:4 “Cristo es el fin de la ley”. ¿Significa eso verdadera libertad de la ley? ¿No sería esa la respuesta al problema de que la ley es un estorbo para nuestra libertad? “Cristo es el fin de la ley”.

(GM): ¡Ya no hay que amar ni comportarse más! ¿Podemos ser desordenados y vivir en caos?

(LV): Bueno, ¿entonces qué quiere decir ese texto?

(GM): Ese es el asunto. Ese texto debe analizarse, primero las palabras y después el contexto.
Primero que nada la palabra “final”. Bueno, un significado muy raro es «el propósito de la ley», pero dudo que de acuerdo al contexto, ese sea el significado. Yo pienso que quiere decir: “cesar”, muy bien. Antes de la palabra ley no hay artículo, lo que quiere decir cualquier ley en particular. Aunque, de acuerdo al contexto, no es totalmente convincente si hay o no un artículo. Usted tiene que leer todo el relato para saber lo que esta sucediendo. En el relato, Pablo a lo largo de todo el libro de Romanos está contrastando la obediencia motivada por el amor y la confianza con la obediencia que resulta de la ley. Y la obediencia que resulta de la ley es con frecuencia motivada por el miedo, y eso puede incluso convertirnos en rebeldes obedientes.

Y aquí viene el capítulo 10 y versículo 4, es bien interesante: 10:4. ¿No significa eso algo en el periodismo o en las radiocomunicaciones? Diez-cuatro. “Cristo es el Diez-cuatro”, “Cristo es el cese de la ley como medio para ser salvo”. Ese es el significado.

(LV): Muy bien.

(GM): Lo que quiere decir es que Él es es el fin del legalismo. La Versión Moderna lo expresa claramente: “Porque Cristo es el fin de la ley para justicia, a todo creyente”. Eso está bellamente claro.

(LV): Pero juntamente con un texto como el de Romanos 10:4, pienso en uno en Romanos 6, que puedo escuchar a algunos preguntar. Y el texto dice: “Ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia”. ¿No es esa otra declaración de verdadera libertad, de que ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia?

(GM): Una vez más: ¿Qué quiere decir eso de que ya no estamos bajo la ley? Y frecuentemente explicamos que eso significa que ya no estamos bajo la condenación de la ley. Y yo pienso una vez más que este es el contraste con Pablo, que en nuestra relación con Dios, no estamos bajo la ley, estamos bajo la gracia. No tenemos que ver con un dios legalista. Estamos tratando con un Dios que es la misericordia en persona. Y Él nos dice: “Si se dieran cuenta que ustedes cuentan con un Dios misericordioso, eso les ayudaría a deshacerse del pecado”. Porque tratan con Dios de manera legalista, hasta provoca a pecar.

Y ustedes recuerdan que en Romanos 7, Pablo describe eso. Él dice: “En un tiempo cuando yo veía a la ley me provocaba a pecar. Especialmente el número diez me irritaba, hasta que me dí cuenta del misericordioso propósito de Dios al dárnoslo”. “Ahora”, dice Pablo, “me deleito en la ley”. Así es que en realidad uno no puede entender la ley sino hasta que uno entiende el misericordioso propósito de Dios, lo que quiere decir que uno tiene que saber cómo es Él. Y ese es el mensaje. No tenemos que ver con un Dios de legalismo sino de misericordia. Y eso hace toda la diferencia del mundo. Eso hace que el pecado sea aún más grave.

(LV): Y entonces, lo que usted está diciendo es que en esas circunstancias, la ley tiene su posición apropiada.

(GM): Claro que sí.

(LV): Otra de las medidas de emergencia de Dios.
Usted ha hablado acerca de varios de los Diez Mandamientos, pero mientras pienso en el séptimo día sábado recuerdo la declaración de Pablo en Romanos 14:5. Hablando en este contexto acerca del sábado, él dice: “Que cada uno esté plenamente convencido en su propia mente”. ¿No lo está dejando allí como una elección personal? ¿Cómo deberíamos de tomar eso?

(GM): Si lo tomamos de esa manera, eso sugeriría que cuando llega el momento de decidir a qué Dios usted va a seguir, usted no esta en libertad de tomar su propia decisión; o ninguno de los otros mandamientos y que es solamente con respecto al sábado. Y me parece a mí que si no nos hemos decidido libremente, en nuestra propia mente, acerca de Dios entonces nuestra adoración no vale nada. “Que cada uno esté plenamente convencido en su propia mente”, es la manera en la que Dios se acerca a nosotros en todo lo que Él nos pide que hagamos. No es solo con respecto al sábado. Así que el hecho de somos libres para decidir por nosotros mismos no sugiere que el sábado es de menor importancia. Solo está diciendo que con respecto al amor, la verdad, la obediencia, lo que usted quiera, estamos en libertad de tomar nuestra posición personal.

(LV): Él no está diciendo que no importa lo que usted piensa.

(GM): No

(LV): Él no dice que uno no tiene libertad, eso sería incompleto.

(GM): Así es. Y por eso es que Él dice: “Y por lo tanto, no vayan por allí condenando a los demás”. Dios no los condena. Cada quien está libre de decidirse por sí mismo.

(LV): Pero Él no está diciendo que todos los caminos llevan al mismo lugar.

(GM): No, para nada.

(LV): Y que no importa que decisión usted toma.

(GM): La elección es muy importante, pero todavía tiene que ser suya.

(LV): No se le impone a la fuerza.

(GM): Antes de que Pablo conociera a Dios como un Dios misericordioso en el camino a Damasco, él hubiera dicho: “Yo sé que algunos de ustedes están equivocados acerca de eso; y voy de camino para meterlos en la cárcel y voy a ordenar que los apedreen”. Pero ya no. Ahora él había aprendido que no estamos bajo la ley sino bajo la gracia.

(LV): En su presentación de esta noche, parece claro que usted está convencido de que necesitamos prestar atención a todos los Diez Mandamientos. Pero no es una persona…? Usted mencionó la palabra «legalista» aquí; ¿no es una persona que está preocupada de la ley, que incluso piensa en los Diez Mandamientos, no es esa persona un legalista? ¿No es eso lo que quiere decir legalismo? ¿Una persona que piensa acerca de la ley? ¿No debiéramos mejor pensar en Jesús, en lugar de pensar en la ley?

(GM): Es interesante cuando usted piensa en el hecho de que el obedecer la ley es amar. Eso indica que esa amante persona es legalista. Y eso no parece tener lógica. Pero pienso que en un sentido más amplio uno necesita considerar cuál es el verdadero significado de legalismo. Hoy por hoy, mi mejor idea de lo que significa el legalismo es esta: Creo que la esencia del legalismo es el estar preocupado de mi situación legal ante un Dios legal, legalista. Y muchos cristianos están preocupados de su posición legal, porque en realidad ellos no conocen a Dios. No se han dado cuenta de que Él es un Dios misericordioso que no está preocupado de nuestra situación legal, sino que como el padre de la parábola del hijo pródigo, está muy preocupado acerca de nuestro bienestar y de si vamos o no a volver a casa. Eso es lo que le preocupa a Dios. Pero desafortunadamente la palabra “legalismo” es frecuentemente mal utilizada, así que lo voy a repetir: La esencia del legalismo es el estar preocupados acerca nuestra situación legal delante de Dios.

(LV): Ahora bien, Graham, si usted está diciendo que una persona puede no estar solamente preocupada acerca de los Diez Mandamientos, déjeme entonces preguntarle esto: ¿Puede una persona creer y aceptar por ejemplo, el sacrificio de Cristo en su lugar de tal manera que, puede él o ella pensar en el sacrificio de una manera verdaderamente legalista?

(GM): Sí, y esto es algo que debe decirse con mucho cuidado. Pero creo, de veras creo que eso es verdad. Si usted cree que Jesús murió principalmente para ajustar nuestra situación legal delante de un dios preocupado por nuestra situación legal, entonces usted es un legalista. Y eso quiere decir que usted ya no lleva ante Dios la sangre de toros ni machos cabríos para ajustar su situación legal, y quiero decir esto con mucha reverencia, ahora usted lleva ante Dios la sangre del Hijo de Dios y le dice: “¿Puede esta sangre ajustar mi situación legal? Y que Él le diría: “Muy bien, ahora sí me estás trayendo la sangre correcta”. Eso es legalismo.

(LV): Está usted diciendo entonces que si el propósito de nuestra idea de salvación o nuestra experiencia de salvación es como un tipo de requisito legal para satisfacer un requisito legal lo hace ser legalismo.

(GM): Esa es la triste perversión de Satanás. Satanás realmente ha tomado la muerte de Cristo, que es un monumento a nuestra libertad y que indica que Dios no está preocupado de nuestra situación legal, Satanás la ha hecho meramente como otra ceremonia que sirvió para ajustar nuestra situación legal. En otras palabras, quienes malinterpretaron las ceremonias del Antiguo Testamento y que posteriormente se hacen cristianos, le aplican el mismo significado equivocado a la cruz y a la sangre de Cristo. Solo que ahora ellos presentan una sangre de mejor calidad y que es más persuasiva delante del Padre para ajustar su situación legal. Suena horrible decir eso.

(LV): Al decir eso me parece a mi que usted ha abierto la idea del significado y del problema del legalismo hacia una perspectiva mucho más amplia, una perspectiva muy importante. Nos ha dado algo en que pensar.

(GM): Es que eso apoya las acusaciones del diablo de que Dios es arbitrario, exigente, vengativo, no perdonador y severo. ¿Se da cuenta? todo legalismo está basado en la idea de que Dios tiene que ejecutar a quienes le desobedecen. Por lo tanto, el perdón lo arregla todo. Eso es lo que produce el legalismo.

(LV): Quiero ir ahora a una pregunta bien básica que he escuchado una y otra vez y que estoy seguro que está en la mente de muchos en la audiencia. ¿Cómo respondería la siguiente pregunta?: “¿Tiene que obedecer uno la ley de Dios para ser salvo? Usted dijo que la ley no es una amenaza a nuestra libertad, pero por otro lado, ¿no tengo que obedecerla de todas maneras?

(GM): Quizás la forma más segura de abordar el tema en tan corto tiempo es analizar la palabra “obediencia”. La palabra bíblica quiere decir: “escuchar, prestar atención”. La palabra griega quiere decir literalmente: “escuchar humildemente”. Tal como lo dijo Miqueas: “Todo lo que Dios pide de nosotros es que caminemos humildemente delante de nuestro Dios”. El ladrón en la cruz no tuvo mucho tiempo como para vivir a la altura de los preceptos de las muchas, muchas leyes que habían sido usadas como medidas de emergencia de Dios. Pero es cierto que él estaba humilde, agradecida y reverentemente dispuesto a escuchar a quien estaba en medio de ellos. Y murió dispuesto a escuchar, con sinceridad y honestamente dispuesto a escuchar. Y va a resucitar con la misma actitud. Y vaya que tiene mucho que aprender, pero él va ser un buen alumno, un buen discípulo. Quiere decir que está dispuesto a escuchar, a aceptar instrucción, a aceptar corrección.

(LV): Se sentiría mejor entonces, Graham, si ya no digo: “Usted tiene que obedecer la ley de Dios para ser salvo”. ¿Qué le parece: “Usted tiene que escuchar para ser salvo”.

(GM): Bueno, para ir un poco más lejos, obedecer la ley de Dios es ser amante.

(LV): ¿Entonces tengo que ser amante para ser salvo?

(GM): Jesús le dijo a Nicodemo: “A menos que seas nacido del Espíritu, no serás salvo”. Y el hombre que es nacido del Espíritu, cuyos frutos son el amor, la verdad, tendrá entonces la verdad en su interior. Tendrá un corazón nuevo y un espíritu recto. Sí, yo diría que a menos que uno tenga la esencia del principio de esta experiencia de amor y confiabilidad, uno no podrá ser salvo. Y eso está en 1 Juan: “Así es como sabemos que uno ha pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos”. Y quiero decir que a menos que veamos desde el principio una nueva estima mutua, no tendremos ni el primer síntoma de la salvación.

(LV): ¿Está usted diciendo que de hecho hay algo equivocado en la forma en la que estoy tratando de hacerle esta pregunta? ¿Tengo que hacer eso? Estoy tratando de averiguar. ¿Hay algo que yo tenga que hacer para ser salvo? ¿Me salvo porque hago esto y lo otro?

(GM): Me gustaría saltarme a una de las últimas reuniones, y es sobre el tema de la perfección. ¿Tengo que ser perfecto? Yo diría que de todas esas cosas, que Dios no nos demanda nada de eso; Él nos las ofrece. Él dice: “Yo te ofrezco un nuevo corazón. Yo te ofrezco un espíritu recto. Yo te ofrezco sanidad. ¿Los quieres?” Si yo no los quiero, entonces no soy salvable. De hecho, la palabra «salvar» significa «sanar». Si yo digo que no quiero ser sanado, pero ser sanado es tener un corazón amoroso y verdad en el interior. Sí.

(LV): Déjeme probar de otra manera.

(GM): Pero colgar los Diez Mandamientos en la pared, de una manera algo así como mecánica, es como no haber entendido de todas maneras.

(LV): Pero nuestro tema de hoy tiene que ver con una amenaza a nuestra libertad. Pero, de acuerdo a lo que usted dijo, déjeme preguntarle esto. Yo confío respetuosamente: ¿Soy en realidad libre si tengo que amar y obedecer? ¿No es eso lo que usted está diciendo, que necesito escuchar y cómo puedo pensar que soy libre en realidad? Tengo que hacer eso.

(GM): Bueno, pongámoslo de esta manera. Si vivimos en una sociedad en la que no hay amor mutuo y no se puede confiar, entonces no hay libertad. No puede haber libertad sin ello. No puede haber libertad en una sociedad desordenada y caótica. En un lugar sin ley no puede haberla. Así que esa es una pregunta interesante. ¿Se da cuenta? ¿No es interesante que uno puede enunciarlo de tal manera que suena como una carga y como una restricción de la libertad y entonces uno se detiene y piensa: qué es lo que Dios nos está pidiendo que hagamos? Solo que nos amemos los unos a los otros, que seamos dignos de confianza, que no seamos un riesgo, que seamos libres. ¿Quién despreciaría eso? Usted dice: “¿Tengo que ser libre? ¿Tengo que ser salvado? ¿Tengo que ser saludable? ¿Tengo que estar bien?” Y Él responde: “No. Y no te puedo ordenar eso, pero te lo ofrezco”. Y algunos decimos: “Eso me gusta mucho”.

(LV): Cuando Jesús dijo, y tenemos el texto en nuestra hoja de referencias bíblicas, en Mateo 11: “Vengan a mí todos los que están cargados y yo los haré descansar”. Pero luego Él habla de escuchar y obedecer. Él dice: “Mi yugo es fácil”. ¿Es de verdad fácil? ¿Es liviano?

(GM): Al compararlas a las tantas y tantas reglas y regulaciones que tenían, que no tenían lógica alguna, era liviano. Pero Jesús añade: “Habéis olvidado las cosas más esenciales de la ley” (T Amat). Entonces, en un sentido es pesada. ¿Qué es el amor? ¿Es de peso en su importancia? Es muy importante. Yo pienso que lo que hace que los mandamientos de Dios sean livianos es que son muy lógicos. Que nos piden una obediencia inteligente. Y cuando yo obedezco algo inteligentemente, yo quiero hacerlo. Tiene lógica. Sería una necedad no hacerlo. Entonces la carga se va. Yo pienso que es en ese sentido porque en realidad requiere de un compromiso completo. ¿No es cierto?

(LV): Y si describiéramos o tratáramos de describir el tipo de mundo en el que nos gustaría vivir, en donde las cosas fueran maravillosas y distintas al trauma que encontramos en este mundo, terminaríamos describiendo el mundo que Dios ha inventado para nosotros.

(GM): Exactamente.

(LV): ¿Cuál es la verdad? Usted ha estado hablando acerca de la verdad que nos hace libres. Por favor recuérdenos una vez más, ¿cuál es la verdad?

(GM): Sí, desafortunadamente en el modelo legal la verdad es que hemos sido perdonados, y que no tenemos que ir al infierno. Y yo pienso que la verdad que nos libera es la verdad acerca de Dios. El tipo de persona que Él es.

(LV): ¿Perdonar a una persona, la hace libre? ¿El solo perdonarla?

(GM): El perdón no necesariamente cambia el corazón. ¿Recuerda la última vez, cuando yo decía que el cielo no va a estar habitado de criminales perdonados?

(LV): Porque todavía serían criminales.

(GM): Todavía serían criminales. A menos que el corazón haya sido cambiado, entonces no habría verdadera libertad. Esto trae a colación una vez más la diferencia entre el modelo legal y el de la sanidad, la salud, la confianza. Y la última vez, después del servicio, usé una corta ilustración de ese contraste.

(LV): Sí.

(GM): Supongamos, que usted tiene que tener veneno para ratas. Estamos teniendo muchos problemas con las ratas ahora, así que yo tengo un poco. Así que usted tuvo que tener veneno para ratas en su casa, pero usted tiene un hijo pequeño. Y si él lo toca y come un poquito de eso, se puede enfermar gravemente y hasta morir. Así que usted le dice: “Hijo, no toques ese veneno para ratas”. Lo voy a poner en el estante más alto, cerrado con llave. Poco tiempo después usted escucha que algo se rompe en la cochera, y usted corre a ver y encuentra a su hijo tirado en el suelo. Ha tomado del veneno para ratas y se está muriendo. ¿Le serviría de algo decirle: “Hijo, te perdono, te perdono?” Moriría perdonado únicamente, eso es todo. Eso no le evitaría la muerte. Tampoco le serviría de nada decirle: “Hijo, no quiero que te mueras, así que yo voy a tomar del veneno para ratas”. Y los dos se mueren. Ese pequeño no necesita perdón. ¡Necesita un antídoto! ¡Necesita ser sanado! Pero Dios no esperó a que eso sucediera. Dios ha dicho: “No me estás tomando muy en serio, ¿no es cierto? que el pecado es como un veneno que te puede llevar a la muerte. Déjame a mí tomar del veneno”. Y Jesús muere. Y nosotros, como ese pequeño, decimos: “Padre, es cierto. Y nadie te está matando. El pecado es realmente un veneno y te estás muriendo. De ahora en adelante voy a tomar en serio lo que me dices”. Lo hermoso de esto es que Dios era capaz de tomar su vida otra vez y continuar viviendo. Aclaré mi punto. No hay un requisito legal en eso. Hay una sorprendente verdad que debe ser revelada. No hay nada de arbitrario en esto. Dios no quiere que nos envenenemos. Y el perdón no elimina los resultados del envenenamiento, necesitamos ser sanados. Será mejor que escuchemos su advertencia: ¡La consecuencia del pecado es muerte, ya no lo hagas! Este es el otro modelo, este es el modelo de la sanidad, no el modelo legalista.

(LV): Bueno, hemos tratado de tomar cada una de las preguntas que recibimos de una manera general. Pero me gustaría tomar las preguntas más específicas que han llegado de la congregación. Aquí tenemos una: “Creciendo como un adventista, siempre pensé que el sábado sería el asunto más importante al final del tiempo. ¿Es el sábado algo a lo que nos debiéramos de aferrar como creencia? ¿Algo tan importante como para morir por eso, o es solamente una medida de emergencia temporal para el presente? Es una buena pregunta.

(GM): Es una buena pregunta. Es cierto que el gran conflicto no es acerca de un día. Es acerca de un compromiso, es sobre una gran verdad, y el significado del sábado es el que habla de esa verdad y por eso es importante. Que aquellos que tan intencionalmente observen el sábado en los últimos días declaren públicamente que adoran a Cristo como su Dios, que el Padre es tan misericordioso como el Hijo, y todas las otras cosas de las que hemos hablado en las últimas dos semanas. Alejados del significado del sábado, no hay una buena respuesta para esa pregunta. Pero a la luz de lo que significa, entonces sí, el sábado puede ser un asunto central y de enormes consecuencias. Y es debido a ese significado que puede continuar a través de toda la eternidad. Porque, piensen en todo lo que habrá para recordar en el mundo venidero. Es un monumento a la libertad.

(LV): Ya hemos recibido este tipo de preguntas antes, muchas veces. Y me gustaría tomar esta pregunta específica como una muestra de las tantas que se hicieron de este tipo: “Si el propósito de Dios es restaurar a sus hijos a una relación de amor, ¿cómo podría lograrlo pidiéndoles que mataran un animal? En mi opinión, eso solo inclinaría a la gente a ser más cruel y a endurecerles el corazón, en vez de crearles un espíritu amante y lleno de simpatía. A mí me parece que eso solo reflejaría el cruel espíritu de Satanás más que el de un amante y misericordioso Dios”. Esto tiene que ver con las medidas de emergencia del Antiguo Testamento que usted mencionó. ¿Que dice de eso?

(GM): Desafortunadamente, ha tenido ese efecto. Porque muchas personas ofrecieron el sacrificio esperanzados en que a Dios le gustaría el olor y los perdonaría y bendeciría. Y se convirtió en algo satánico más que otra cosa. Y Dios tuvo que haber odiado esa medida de emergencia y que tuviera que ser tan impresionante. Porque lo fue para Adán. Por ejemplo cuando mató el primer cordero, para convencerse de la gravedad del pecado, y que sí conduce a la muerte. Me pregunto qué tan fuerte golpeó al cordero y con qué lo golpeó. Quizás no lo suficientemente fuerte como para matarlo, y lo lastima solamente. Y lo golpea más fuerte. Entonces aparece la sangre. Él nunca la había visto antes. Y Adán se vuelve hacia Dios y le dice: “Dios, no creo que pueda seguir con esto. Me estoy sintiendo enfermo”. Y Dios le dice: “Que siempre pueda hacerte sentir enfermo. Todas la veces”. Pero ellos se acostumbraron a hacerlo. Lo podían hacer casi como un circo, declara Josefo, descuartizando a los animales y blandiéndolos mientras los colocaban en el altar para ser quemados. Se les olvidó el significado. Ese es el asunto. Pero Dios eligió algo, como tantas de sus medidas de emergencia, algo sorprendente, y algunas veces casi horrible, para poder impresionar suficientemente a su pueblo.

(LV): Casi puedo escuchar a alguien decir: bueno, pero con todos esos riesgos, ¿por qué Dios tenía que seguir adelante, sabiendo que eso podría suceder? ¿No había una manera mejor?

(GM): Algunas veces quisiéramos que la Biblia hubiese sido escrita de una manera diferente y un poco más clara. Yo diría que el que todo lo sabe, utilizó la mejor manera que Él sabe, y hubieron quienes no lo malentendieron. Algunos dijeron: “Si Tú eres aquel que nota cuando cuando el pequeño gorrión cae, y aún así nos pediste que matáramos esos animales, tuvo que haber sido, en Tú sabiduría, necesario para impresionarnos lo suficiente. Y tener claro el significado particular de que el Inocente vendría más adelante a morir esa muerte.

(LV): En relación con la semana pasada y las medidas de emergencia, una persona escribió: “Me decepcionó que usted usara Gálatas 3:19, 24, 25 como refiriéndose a los Diez Mandamientos, en donde Pablo estaba preocupado acerca de la doctrina de la circuncisión, y el libro entero era su intento de cambiarles el punto de vista respecto a la ley ceremonial. Ver Hechos 15 entre otros. ¿No es cierto que el sistema de sacrificios era la ley que fue añadida? ¿Acaso no habla Colosenses 2:14-16 acerca de la ley que iba a ser abolida?

(GM): Uno puede fácilmente llegar a esa conclusión, pero pienso que uno pagará el precio de tomar esa perspectiva y no incluir toda la ley. Lo que ha sucedido es que pensamos que una persona legalista es la que sigue la ley ceremonial y entonces pensamos que no hay manera de ser legalista con respecto a los Diez Mandamientos”. Y aún así el legalismo más dañino ha tenido que ver con los Diez Mandamientos. Y quizás el mayor daño ha sido con respecto al que se ha hecho con el cuarto de los Diez Mandamientos. Así que yo creo en el punto de vista de Pablo de toda la ley. Toda la ley fue una medida de emergencia para llevarnos de vuelta a la confianza y a una relación correcta. Ese es el punto. Así que si usted deja fuera los diez, usted sugiere que no se puede ser legalista con los diez.

(LV): Veamos si podemos cubrir estas dos en los últimos dos minutos que nos quedan: “Si el universo quedó satisfecho cuando Cristo murió, entonces ¿por qué estamos aquí todavía?”

(GM): Ah, esa es una buena pregunta. Hablaremos de eso pronto: “¿Qué está Dios esperando?”, es algo que tenemos que mantener en mente a lo largo de las conversaciones restantes. ¿Qué está Él esperando? ¿Por qué esperó tanto para enviar a su Hijo? ¿Por qué está esperando tanto tiempo para enviarlo por segunda vez?

(LV): Aquí tenemos una pregunta intrigante: “¿Perderíamos nuestra libertad si Dios siempre recompensara a los justos? Si el ser justo siempre compensa, ¿por qué es así?

(GM): Ah, eso podría explicar el por qué algunas veces Él actúa como con Job en las Escrituras. Es cierto, si cada vez que yo hiciera lo que es correcto Dios me recompensara, ¿se dan cuenta de lo que eso lograría, hablando en términos de motivación? “Entonces yo haría lo que hago porque Dios me dijo y Él tiene el poder de recompensar y de destruir”. Yo pienso que produciría obediencia del tipo uno. Y entonces incluso en momentos como los de Job, no somos recompensados inmediatamente y de todas maneras amamos a Dios. “Aunque Dios la vida me quitare, en Él confiaré,” fue lo que ese amigo de Dios fue capaz de decir.

(LV): Y esa sería la obediencia del tipo tres, de la que ya habló anteriormente. Si Él me manda que haga algo que todavía no comprendo, puedo confiar en Él incluso cuando parezca que la rectitud no es recompensada. “¿Cuál es la diferencia entre matar y asesinar? ¿Es porque uno se daña a sí mismo solo por odiar al hermano?” Y otra persona dice: “Estoy confundido. «No matarás» es un mandamiento y aún así Dios le dijo su pueblo que matara”. ¿Podría explicar eso rápidamente?

(GM): Tanto en el hebreo como en el griego, ambas palabras significan asesinato. “No cometerás asesinato”. Algunas versiones modernas lo traducen así, y lo que es más malo acerca del asesinato es lo que sucede en el interior. Y Jesús dijo: “El que odia a su hermano ha hecho el daño. Es un asesino”. Dios nunca les dijo “vayan a asesinar gente”. Ahora bien, Él los instruyó vayan y maten en batalla, pero Él no quería que lo hicieran. Está bien claro, Él les dijo: “Dejen a mi ángel hacerlo. Déjenme poner a mis hijos a dormir”. Él nunca quiso que ellos mataran para nada. Esa también fue una medida de emergencia. Pero al final de milenio Dios no viola esa ley. ¿Creen ustedes que Él odia a sus hijos mientras mueren? Él ni siquiera los mata. Él los ve morir y llora. Dios nunca ha violado sus diez mandamientos. Nunca.

(LV): Tomemos un momentito aquí para hablar sobre el tema del próximo viernes. La número trece de nuestra serie: “¿Cómo trata Dios a sus hijos descarriados?”

(GM): Sí. Esa es la prueba más convincente de que Dios no es arbitrario, exigente, vengativo y severo. Demostrado con pruebas, no con palabras.

(LV): ¿Es eso lo que sucede cuando pecamos y cómo…?

(GM): Cómo nos trata Él. No que su bondad nos haga descuidados acerca del pecado. Lo hace sentirse a uno mucho más deshonesto y mal agradecido cuando uno peca.

(LV): Hasta el próximo viernes.

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