NÚMERO CATORCE – DIOS PUEDE SANAR COMPLETAMENTE EL DAÑO HECHO

Bienvenidos a la número catorce de nuestras conversaciones acerca de Dios. Otra visión de nuestro Padre celestial en el amplio escenario del gran conflicto sobre su carácter y gobierno. Y el tópico de nuestra conversación de hoy es: “Dios puede sanar completamente el daño hecho”.

Otra oportunidad para considerar de nuevo la doctrina cristiana de la perfección, pero desde el amplio escenario del conflicto en la familia de Dios. Y una de las razones para incluirla en esta serie, es que comprendida correctamente, la perfección puede ser buenas noticias y habla muy bien de nuestro Padre celestial. Pero si se malentiende, puede hacer ver muy mal a Dios, claro que sí, como arbitrario, exigente y severo.

Fue en el Sermón del Monte que Cristo expresó esas memorables palabras las que, desde entonces, continúan perturbando a santos y pecadores por igual: “Sed, pues, vosotros perfectos”. O ¿debería ser traducido: “Ustedes pues, serán perfectos”? ¿Es una promesa o es una orden? La versión más conocida de esas palabras es la “Reina Valera” que tiene ya más de 300 años. Y es el primer versículo en la hoja de referencias bíblicas. Casi ni tenemos necesitad de buscarlo: Mateo 5:48.

“Sed pues vosotros perfectos, como vuestro Padre, que está en los cielos es perfecto” (RV1602).

Y el que esas palabras sean de ánimo o prohibitivas, dependerá como con tantas otras, de nuestras creencias, del tipo de persona que nosotros creemos que es nuestro Dios. Y de lo que entendemos que Él quiere de sus hijos en todo el universo. Pero especialmente de nosotros, los que vivimos en este planeta y que por lo tanto hemos quedado atrapados singularmente en las dañinas consecuencias del gran conflicto.

Como ya hemos venido considerando todo este tiempo, todo lo que Dios quiere en su familia es paz y libertad. Pero para tener paz y libertad tiene que haber amor mutuo y confianza, madurez y dominio propio. Y este tipo de cosas no pueden solamente ordenarse o producirse a la fuerza o por miedo. En vez de eso Dios ofrece rectificar y mantener recto todo lo que salió mal. Y eso significa sanar por completo todo el daño hecho.

Y por eso es que cuando Jesús estuvo aquí, para demostrar la verdad acerca de su Padre y el plan de salvación, que Él pasó la mayor parte de su tiempo sanando más que en predicar. Y esto no es que Él desestimara la influencia y lo valioso de predicar, pero es que no hay forma más elocuente de demostrar e ilustrar la verdad acerca de Dios y de su gobierno y qué es lo que quería decir con rectificar todo lo que salió mal. Ciertamente que Él no practicó las artes de la sanidad para atraer gente a sus reuniones. Cuando notó que la gente estaba llegando por la razón equivocada, ustedes recordarán, les dijo algo que causó que la mayoría se fuera a casa.

Cuando Jesús sanó al paralítico en el estanque, Él estaba predicando, por la forma en la que trató al hombre. Era una demostración de la verdad acerca de Dios. Perdonen la idea pero, imaginen que tienen cáncer terminal, como consecuencia de fumar toda la vida. Y se encuentran sentados ansiosamente en la oficina de su médico. ¿Cuáles serían las mejores noticias que usted podría escuchar? ¿Sería acaso que su médico le dijera: “Le perdono por fumar”? ¿Podría el perdón sanar el daño hecho? Usted moriría de todas maneras. La única diferencia es, que moriría perdonado.

Ahora bien, el perdón solamente le serviría si su médico estuviera acostumbrado a matar a sus pacientes que desarrollan cáncer del pulmón debido a toda una vida de fumar. Si eso es lo que él está acostumbrado a hacer, entonces sería un gran alivio el que su médico le dijera: “le perdono”. Así ya no tendría que matarle después de todo. Pero los médicos no matan sus pacientes que ya están muriendo. La ley no lo permitiría.

¿Y qué tal, si en lugar de eso, su médico le dijera?: –”Tengo muy buenas noticias para usted, puedo sanarle por completo”.

–”¿Cuánto me dijo que puede sanarme?”
–”Yo puedo hacerle perfectamente sano, si usted desea cooperar”.
–”¿Quiere usted decir que aunque he pasado toda una vida fumando, y que esto es solamente culpa mía, usted puede hacerme perfectamente saludable otra vez?”
–”Si, yo puedo”.
–”Bueno, a decir verdad doctor, en realidad lo único que quiero es ser perdonado”.

¿Diría usted algo tan absurdo como eso? Con todo, parece que muchas veces eso es lo que le decimos a Dios. ¿No preferiría decir: –”Doctor, si eso es cierto, de qué manera puedo cooperar? ¿Qué quiere que haga?” Y el doctor podría decir: –”Bueno, serán necesarios algunos cambios. Pero si usted confía lo suficiente en mí como para seguir mis instrucciones, puedo garantizarle absolutamente que usted será perfectamente restaurado”.

¿Diría usted?: –”Un momento doctor, esa palabra: cooperación, yo contaba con que usted lo hiciera todo. Yo esperaba que usted me pusiera la mano en el pecho y me sanara con un milagro. Si yo tengo que trabajar para estar bien, entonces me voy a buscar a otro médico”. ¿Diría usted eso? O diría usted: –”¿Quiere usted decir que si confío lo suficiente y coopero con usted y sigo las instrucciones que me dé, usted garantiza que me puede sanar? ¡Entonces, por favor dígame qué tengo que hacer!” Y no preguntaría usted ansiosamente, como el carcelero durante el terremoto en Filipos: “¿Qué tengo que hacer para ser salvo? ¿Qué tengo que hacer para ser sano?”

Como cristianos necesitamos más que simple sanidad física. Hemos sido dañados de muchas otras maneras. El daño más grave se hizo en nuestra habilidad de ser el tipo de persona que puede vivir en paz y en libertad, en nuestra habilidad de confiar y de ser dignos de confianza, de ser amantes. De ser el tipo de miembros en la familia de Dios en los que Él puede confiar de verdad para que tengan todos los privilegios de la vida eterna.

Así como hablábamos la vez pasada, en Romanos 3, todos hemos pecado y seguimos quedando cortos del glorioso ideal de Dios. Y ustedes recuerdan que pecado, de acuerdo a los versículos que vimos anteriormente, que el pecado es rebeldía y anarquía. Pecado es engaño. Pecado es saber lo que es correcto y no hacerlo. Pecado es desconfianza.

Hemos hecho esto por tanto tiempo que nos hemos dañado a nosotros mismos muy gravemente, moriríamos si nos dejaran solos. ¿Sería suficiente que Dios dijera: “Bueno, te perdono?” ¿Sanaría el perdón el daño hecho? ¿O moriríamos de todas maneras? ¿Tal como el paciente en la clínica del doctor, al menos moriríamos perdonados?

Ahora bien, si usted cree que Dios amenaza a sus hijos con una tortura eterna como castigo por el pecado, entonces el perdón sería con todo derecho su principal preocupación. Porque así Dios no tendría que torturarle después de todo. Solamente piensen en cómo esa cruel enseñanza de una tortura eterna ha arrojado su infernal sombra sobre la imagen de Dios y del plan de salvación. Piensen en cuán ampliamente se le acepta. Ahora bien, uno debe ser cuidadoso al decir que, si usted todavía tiene miedo de Dios entonces es maravilloso escucharle a Él decir: “Te perdono”. Y Él ya dijo eso, ¿no es cierto?, muchas veces. Pero el cielo no va a estar lleno de criminales perdonados. Eso no sería seguro. El cielo será poblado con personas sanadas, transformadas, con santos dignos de confianza. Entonces, Dios propone rectificar todo lo que se dañó, para sanar por completo todo el daño hecho.

Y es de suma importancia el saber, como ustedes seguro ya saben, que la palabra salvación significa esencialmente sanidad. Ser salvado es ser sanado. Ahora bien, en una comprensión muy legal del plan de salvación ser salvado no es más que ser perdonado, casi como tener pagado su seguro contra incendio para que pueda ser admitido.

En el modelo de sanidad y confianza, la salvación significa sanidad del daño hecho. Y eso está bien claro en muchos partes de las Escrituras. Veamos los siguientes dos ejemplos en la lista, en Lucas 18:42, en dos diferentes versiones. Jesús le dijo al ciego:

“Ve, tu fe te ha hecho salvo” (Reina Valera 1865).

Pero inmediatamente después, la Nueva Versión Internacional:

“¡Recibe la vista! –le dijo Jesús–. Tu fe te ha sanado”.

En griego es exactamente lo mismo. Lo voy a pronunciar. En griego la palabra es sózo, só-zo. Algunas veces traducida: Yo salvo, y algunas veces traducida: Yo sano. Quisiera tener espacio suficiente para hacer una lista de todas las partes en donde la palabra está traducida: “sanar” en vez de “salvar”. Bueno, eso nos lleva otra vez a Mateo 5:48. “Sed pues, perfectos”. En el idioma griego dice: “Ustedes serán perfectos”. No se puede diferenciar si es una promesa o una orden. Puede ser únicamente una declaración futura: ustedes serán perfectos. ¿No es eso maravilloso? O puede ser una orden: ustedes serán perfectos, queriendo decir: Ustedes serán perfectos. Cuando el sargento escribe en las barracas del ejército: “No Fumar”, o escribe: “No se fumará en las barracas.” ¿Qué dicen ustedes? ¿Cuál tiene más autoridad? Así en griego el futuro puede equivaler a una orden. Noten entonces como las diferentes versiones han traducido esto. Mateo 5:48, en tres traducciones diferentes. En primer lugar la versión La Biblia en Lenguaje Sencillo:

“Ustedes deben ser perfectos.” (BLS)

En la traducción de Pablo Besson del Nuevo Testamento de hace muchos años atrás, 1919.

“Seréis, pues, vosotros perfectos” (NT Pablo Besson 1919)

¿Deben ser? ¿Seréis? Ellos lo hicieron lo más fuerte posible. Goodspeed, un traductor habilidoso, decidió al traducirlo al inglés, traer los dos significados del griego. Y lo traduce de la siguiente manera, y muchos otros en el idioma inglés han seguido su ejemplo:

“Ustedes han de ser perfectos”.

¿Entienden? Usted ha de ser perfecto. ¿No es eso maravilloso, que algún día usted ha de ser perfecto? ¿Qué es eso? ¿Una promesa o una orden? Algunos otros están familiarizados con las palabras del Deseado de Todas las gentes, “esta orden es una promesa” (pág. 278 cap. 31) Qué discernimiento el que nos da del significado del versículo. Ahora bien, si es una orden, ¿no es aterradora? Tenemos que ser perfectos. Bien, sería aterrador si no conociéramos a aquel que nos pidió que fuéramos perfectos. Y ese el tema de los sesenta y seis libros y el de nuestras conversaciones durante las últimas semanas. Cuántas ilustraciones pueden citarse, provenientes de las Escrituras, que nos hacen sentir confiados de aquel que nos dijo que tenemos que ser, o que seremos perfectos.

Permítanme escoger solamente dos, los casos de David y de Salomón. En 1 Reyes 9, el siguiente pasaje en la Hoja de Referencias Bíblicas. Hubiera querido poder mencionar todas las referencias que existen de esto. Se encuentra en muchísimas páginas de la Biblia. 1 Reyes 9:4 y 5, después 11:4 y 6. Aquí Dios le habla a Salomón:

“Y si tú anduvieres delante de mí,” Salomón, “como anduvo David tu padre, en integridad de corazón y en equidad,” ¿se recuerdan de la vida de David? Este es Dios describiendo a David. Él anduvo delante de mí en integridad de corazón y en equidad. Sí haces eso Salomón, “yo afirmaré el trono de tu reino…” Pero tristemente, “cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos,” y se los menciona. Hasta llegó a pasar a sus hijos por el fuego de Moloc, Salomón hizo eso. “y su corazón…” el de Salomón, “no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David”. ¿Se recuerdan ustedes de la vida de David? ¡Su corazón era completamente leal a Dios!. “Salomón hizo lo malo ante los ojos de Jehová, y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre” (RV1960).

¿Se pueden imaginar tener que lidiar con los problemas de David en esta iglesia, en junta de negocios y en la junta de iglesia? Hubiéramos tenido que censurarlo y desfraternizarlo periódicamente. Y Dios le dice a Salomón, tú no me has seguido con todo tu corazón como lo hizo David tu padre. ¿Qué piensan ustedes de este Dios, que describe a David de esa manera?

Y ahora, ¿qué hay acerca de Salomón? Salomón hizo lo que David nunca hizo. David nunca abandonó a Dios en pos de otros dioses. Salomón sí lo hizo. Salomón se fue en pos de los más abominables dioses, como dicen algunas versiones. Y aún así, al final de su vida cuando volvió en sí, Dios lo tomó de nuevo. Y ¿se convirtió Salomón de allí en adelante, en un miembro de la familia de Dios de segunda categoría? Dios le dijo a Salomón: “Escríbeme otro libro en la Biblia”. Y entonces escribió Eclesiastés después de ese tipo de vida. Y ahora, ¿qué tipo de personas escribieron los libros de la Biblia? Gente santa. Veamos el siguiente texto, 2 Pedro 1:21.

“Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (RV1960).

¿Cómo puede Dios describir a Salomón, quien pasó a sus hijos por el fuego del abominable dios Moloc? ¿Cómo puede describirlo como uno de los santos hombres de Dios? Eso no habla muy bien de Salomón o de David, pero ¿qué piensa usted de nuestro Dios? Pero bueno, a nosotros no gusta citar la promesa de que Él nos trata como que si nunca hubiéramos pecado. Estas no son promesas, son hechos. Esas son pruebas. Es una demostración. Dios demostró, a través de la manera en que trató a David y a Salomón que verdaderamente nos trata como que si siempre hubiéramos sido sus hijos leales. Y hay muchos otros ejemplos en la Biblia. Y este es el tipo de Dios que quiere que seamos perfectos. ¿Tenemos necesidad de tener miedo de Él?

Pero ahora, ¿qué significa ser perfecto y cuán perfecto tiene que ser uno en esta vida? Pero supongamos que usted vio a alguien aquí que nunca pecó. Nunca maldijo, nunca estuvo en casinos, nunca fumó, nunca bebió, nunca robó nada, nunca perdió los estribos, nunca violó el sábado. ¿Sería esa una persona perfecta? Usted bien podría estar viendo a un cadáver bien preservado, en el edificio de anatomía. Porque los cadáveres nunca hacen nada malo. Bueno, y tampoco hacen nada bueno. En realidad nunca hacen nada, que es una manera muy popular de describir la perfección. O por lo menos lo era en aquellos días pasados. Y el exponente número uno de ese punto de vista era un hombre llamado Simeón, un miembro de la iglesia en Antioquía. Y tanto deseaba él derrotar al pecado, que tan pronto como pudo sufragarlo, consiguió los materiales para construir un pilar. Se subió en él y eso estaba un poco mejor, pero no era lo suficientemente alto. Así que consiguió más materiales. Y siguió construyendo y construyendo hasta que finalmente llegó a unos 18 metros de altura. Y allí se atrincheró en la punta de ese pilar durante 30 años, hasta que murió. Piensen en todas las cosas malas que uno no puede hacer estando en la punta de un pilar de 18 metros. Y los otros miembros de su iglesia que envidiaban su vida perfecta, tan pronto como pudieron hacer los gastos, compraron los materiales y construyeron pilares en toda el área. Pronto la mayoría de los miembros se atrincheraban en sus pilares. Será así como el Señor encontrará a los santos cuando venga? ¿Todos atrincherados en pilares? No le sirven a nadie, pero nunca harán algo malo. Simeón fundó una nueva orden en la iglesia, conocida como la orden de los estilitas. Los religiosos y espirituales habitantes de pilares. Así es que su nombre es san Simeón estilita.

¿Es esa la idea de la perfección? ¿La ausencia de hacer el mal? Hay un enfoque mucho más positivo que estoy seguro todos ustedes conocen y comparten. Y es el de comprender que la mismísima palabra que aparece en la Biblia: Perfección; y que se pronuncia teleiotes. Usamos la misma raíz en múltiples palabras del español y significa terminado, o hasta maduro en el caso de un tomate. Madurez, en el caso de un ser humano. Ustedes tienen que crecer, ustedes tienen que madurar. Y hay una versión en inglés que lo pone de esa manera. ¿Notaron la siguiente referencia de Mateo 5:48? La traducción de Norlie al inglés, que en español diría.

“Ustedes tienen que llegar a ser espiritualmente maduros, así como su Padre celestial es perfecto”.

No hay muchas versiones en que aparece así. Busqué y busqué en toda mi colección de Biblias y me encantó encontrarlo en la de Norlie. ¿Se dan cuenta? Cuando una persona se convierte, cuando es ganada otra vez a la confianza y el maravilloso proceso total de sanidad comienza, el cambio es tan grandioso que es como si uno naciera completamente de nuevo. Jesús le dijo eso a Nicodemo. Y ustedes recuerdan las famosas palabras de Juan 3:3.

“Jesús le contestó: «En verdad te digo que el que no…»” ¿Es perdonado? ¡No!, “«el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios»” (NBLH).

Y ustedes se recuerdan del comentario de Nicodemo. Él pensó que eso era demasiado. Así de grandioso es el cambio. Y por eso es que Pablo interpretaba el bautismo de la manera en que lo hacía. Él dijo que el bautismo por inmersión simbolizaba de la manera más apropiada cuán grande es ese cambio. Veamos al conocido versículo en Romanos 6:4.

“Al ser bautizados, morimos y somos sepultados con él. Pero morimos para nacer a una vida totalmente diferente. Eso mismo pasó con Jesús, cuando Dios el Padre lo resucitó con gran poder” (BLS).

¿Ven ustedes por qué el bautismo por inmersión representa esto de la mejor manera? Además de que ese es el significado de la palabra, bautizar. Es incluso la misma palabra que se usa en la Biblia para lavar los platos. No sirve de mucho si los platos solo se salpican un poco. Aunque nuestros hijos podrían tratar de hacer solo eso algunas veces. La palabra significa, sumergir. Y pensé que debía incluir aquí cómo es que eso fue reconocido por algunos miembros de otras iglesias, particularmente algunos eruditos de la Iglesia Católica Romana. ¿Lo pueden ver, abajo, en la hoja de referencia la nota de Romanos 6:3 y 4? Antes que lo leamos, ¿ya vieron los nombres al final de la nota? ¿Kleist y Lilly? Lilly es un sacerdote católico romano. Kleist es un monseñor jesuita. Buenos eruditos. Hermosa traducción al inglés. Esta es la nota de pie de página de ellos en un Nuevo Testamento Católico Romano en inglés.

“San Pablo alude a la forma en la que el bautismo era comúnmente efectuado en la iglesia primitiva, por inmersión”. ¿Por qué? Porque, “el descenso dentro del agua sugiere el descenso del cuerpo dentro de la tumba, y el ascenso sugiere la resurrección a una nueva vida”.

¿Se puede decir eso de una mejor manera? Es por eso que muchos cristianos aún simbolizan la novedad de esta experiencia, el principio del sanamiento, por medio del bautismo por inmersión. Pero claro, a ese nivel el cristiano es solamente un principiante. Pablo les llama, bebés en la verdad, que necesitan de mucha protección. Y aún a ese nivel de principiante, Dios nos trata como si nunca hubiéramos pecado, como si siempre fuimos sus hijos leales.

¿Significa eso que, puesto que Él es tan generoso, que se suponga que debemos permanecer como bebés en la verdad? O ¿quiere Dios que crezcamos en perfección y madurez? Como sabemos, de acuerdo al registro bíblico, a Pablo le inquietaba mucho el que aunque solo pocos meses después, él notaba que los cristianos conversos permanecían como bebés en la verdad. Cuando una persona es físicamente retrasada, nos preocupamos, ¿no es cierto? Cuando una persona es mentalmente retrasada, nos preocupa aún más. Pero cuando una persona es espiritualmente retrasada decimos: “¿No es eso precioso? ¿No es eso algo dulce? Todavía tiene la fe de un niño”. El más grave de todos los males es ser espiritualmente retrasado.

¡La Biblia comenta al respecto! Veamos Hebreos 5, el siguiente texto en la hoja. Del 5:12 al 6:1, en donde el apóstol habla de los nuevos conversos unos pocos meses después.

“En realidad, a estas alturas ya deberíais ser maestros, y sin embargo necesitáis que alguien vuelva a enseñaros las verdades más elementales de la palabra de Dios. Dicho de otro modo, necesitáis leche en vez de alimento sólido. El que sólo se alimenta de leche es inexperto en el mensaje de justicia; es como un niño de pecho. En cambio, el alimento sólido es para los adultos…” o los perfectos, “para los que tienen la capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, pues han ejercitado su facultad de percepción espiritual. Por eso, dejando a un lado las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez” (BAD).

Es tiempo de crecer. Y para ponerlo exactamente como lo recomendó Pablo a los creyentes de Éfeso, leemos en Efesios 4:11 y del 13 al 15.

“Él dio esos dones para…que seamos maduros como Cristo … Así no nos portaremos como niños, ni seremos como un barco a la deriva arrastrados por cualquier corriente nueva de quienes buscan engañarnos con sus trampas… Por el contrario, maduraremos y seremos como Cristo en todo sentido, enseñando la verdad con amor” (PDT).

De hecho, como ustedes saben, Efesios dice que el propósito de la iglesia es ayudar a la gente a crecer en perfección y madurez. Y la Biblia explica por qué. En Daniel 12, y en Apocalipsis, las advertencias de Cristo y las de Pablo nos dicen que enfrentamos tiempos de confusión y engaño tales que el mundo nunca ha visto. Si permanecemos como bebés en la verdad, nunca sobreviviremos. Y así Dios en su misericordia espera a que maduremos y que estemos tan firmes en la verdad como lo estuvo Job.

De hecho, eso tiene un mensaje de motivación tal para la iglesia, que tengo una noche entera bajo ese título: “Dios espera a que sus hijos maduren,” y esa es la razón de su misericordiosa demora. ¿Se dan cuenta? no es un requerimiento arbitrario el que maduremos. Es absolutamente necesario, si es que queremos sobrevivir, el que no estemos satisfechos con ser bebés en la verdad, sino que maduremos y seamos capaces de distinguir entre lo correcto y el error.

Ahora, rápidamente, hay otra forma de mirar a la perfección: como la obediencia perfecta a la ley de Dios. Una persona perfecta es perfectamente obediente. Y eso puede sonar arbitrario, hasta que uno ve la ley de Dios desde otra perspectiva, y si se recuerdan ya lo hicimos. Que la ley no es una amenaza a nuestra libertad. Todo lo que Dios nos pide es amor. Pero, ¿qué significa amar? Veamos el siguiente pasaje en 1 Corintios 13:4 y 5, tan conocido.

“El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso, ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor” (BAD).

¿No es acaso esa la descripción de una persona madura? ¿Se dan cuenta? Obedecer en verdad los mandamientos de Dios es simplemente ser maduro, actuar como una persona madura. Ser una persona segura y agradable con mis vecinos.

La pregunta que resta es, ¿cómo puede uno madurar de esa manera? ¿Cómo llega uno a ser perfecto y maduro? Ahora bien, ustedes recuerdan los versículos anteriores, que somos salvados y sanados por la fe. Y fe, como lo hemos discutido tantas veces en estas conversaciones, fe significa confianza, significa amor, significa admiración. Y todo eso significa disposición a escuchar.

Y es una ley en este ordenado universo, tal como Dios lo ha diseñado, que inevitablemente nos convertimos como en la persona que admiramos y adoramos. Sabemos eso por experiencia. También vemos esto corroborado y confirmado en muchas otras partes de las Escrituras. Veamos 2 Corintios 3:18, la siguiente cita en la hoja.

“No tenemos el rostro cubierto y reflejamos la gloria del Señor como espejos claros. Y el Espíritu del Señor nos va transformando y cada vez nos vamos pareciendo más a él” (NT BAD 1979).

Así es como trabaja el Espíritu. Él nos trae la verdad. Nos trae la imagen de Dios. Nos trae todas las pruebas de las Escrituras. Vemos esa imagen. Nos gusta los que vemos y somos cambiados. Ahora bien, esto también funciona en la dirección opuesta. Veamos lo que dice Salmo 115:8 sobre aquellos que adoran ídolos.

“Se volverán como ellos…” como los ídolos, ” los que los hacen, y todos los que en ellos confían” (LBLA).

Es inevitable, nos volvemos semejantes a la persona o el objeto que adoramos y admiramos. Si consideramos a Dios como arbitrario, exigente, vengativo, no perdonador y severo, nosotros también nos volveremos así. Y la historia prueba la veracidad de esa declaración, ¿no es cierto? Piensen en la crueldad de tanta gente que ha dicho que adora a Dios, pero que teniendo la imagen de Dios que el diablo difundió ha sido increíblemente cruel al tratar a los demás. Incluso Pablo era así antes del camino a Damasco. Pero si vemos a Dios como Él es en realidad y tal como su Hijo demostró que es y todo el testimonio de las Escrituras y si nos gusta lo que vemos y admiramos lo que vemos y hasta adoramos a Aquel que vemos, entonces es una ley que nos volveremos semejantes a Él. Cuán absolutamente esencial es entonces tener la verdadera representación de nuestro Dios. El riesgo de tener una falsa idea de Él, es que si la preferimos, nos haremos semejantes a ella.

Pero claro, el problema en este asunto de la perfección, es que tendemos a hablar demasiado acerca de la perfección y no lo suficiente acerca de Dios. Tendemos a preocuparnos de nuestro desempeño en vez de preocuparnos de la verdad acerca de Dios, misma que es siempre buenas noticias. Y Pablo admite que ese fue su error antes de su experiencia en el camino a Damasco. Pero vean lo que le pasó cuando cambió la imagen que tenía de Dios haciendo que su preocupación total fuera por la verdad, por Cristo, en por qué tenía que morir Jesús y en lo que eso dice acerca del Padre. Y vean lo que eso hizo con Pablo a partir de Damasco en adelante, cuando su atención cambió de su desempeño hacia las buenas nuevas acerca de Dios. Vean cómo manejó los problemas en la ciudad de Corinto con una gracia y habilidad increíbles. Cuando ya había terminado escribió 1 Corintios 11:1.

“Sed, pues, imitadores míos, así como yo lo soy de Cristo” (Torres Amat).

Él sabía cómo es que eso funciona. Es una ley. Que nos hacemos semejantes a aquello que adoramos y admiramos. Cuán triste es que la oferta de Dios de sanidad perfecta, deba ser para muchas personas un requisito prohibitivo y gravoso y hasta causa de tanta ansiedad y temor. Hasta motivo, algunas veces, de odiosa crítica y debate. Y como nuestro Padre y médico, Dios nos ha ofrecido sanarnos enteramente y sanar completamente todo el daño hecho.
Nuestra parte no es sanarnos a nosotros mismos. Nuestra parte es cooperar. Así como Jesús le dijo al paralítico en el estanque: “¿Quieres ser sano? ¿Quieres ser hecho completo?” ¿Se dan cuenta?

La perfección es una generosa oferta, ¡no es una orden! ¿Cómo podría ser posible que rechazáramos una oferta tal?

PREGUNTAS Y RESPUESTAS
A. Graham Maxwell (GM) y Louis Venden (LV)

(LV): Mientras usted hablaba sobre la perfección, podía escuchar el énfasis en el generoso regalo de Dios. Su gran deseo de sanarnos y de que estemos bien. Hace que uno se pregunte, quién podría querer ser imperfecto o seguir enfermo cuando hay tanta sanidad disponible. Pero, ¿por qué cree usted qué ha habido tanto debate? Y usted decía que, en algunos círculos, ha sido un verdadero tema de debate.

(GM): Hasta se han escrito libros enteros acerca de ello.

(LV): ¿Por qué cree que un tema tan hermoso puede convertirse en uno de tanta disputa?

(GM): Supongo que hay muchas razones. Se me ocurren algunas. Una es que la gente que reclama ser perfecta puede ser bastante inaguantable. Eso le ha dado a la perfección un mal nombre. La gente que dice ser perfecta y santa, yo creo, le ha dado a esta oferta un nombre muy malo. Pero hay otra razón, la que pudiera llevarnos a simpatizar con aquellos a quienes les parece que es un tema prohibitivo. La perfección parece involucrar nuestra conducta. Y eso suena a obras, en que tenemos que hacer algo. Y ellos están tan preocupados en hacer que la salvación sea por fe, que no pueden hacer que esto encaje allí.

(LV): Bueno, quería preguntarle acerca de eso, porque usted ha mencionado el involucrarse en cooperación. ¿Cómo mantiene alejada la herejía, o la tendencia a pensar en términos de nuestro desempeño? ¿En concentrarnos en qué tan bien lo está haciendo, y en evaluarlo y ese tipo de cosas?

(GM): Creo que eso nos lleva de vuelta a lo que hemos discutido antes. ¿Qué fue lo que salió mal, y qué se necesita para corregir las cosas, y qué significa que Dios hará todas las cosas rectas otra vez? Si nuestro problema es legal, nuestra preocupación principal es, de alguna manera, hacer que las cosas estén legalmente correctas. Lo que significaría quizás, agradar al Padre y persuadirlo de que no nos castigue o destruya, entonces si estoy tratando de ser perfecto para quitarle la ira y mejorar mi situación legal, entonces eso es salvación por obras.

Pero en el modelo de sanidad, la mayoría de nosotros hemos tenido momentos cuando no hemos estado bien y hemos tenido que ir al médico. Y hemos escuchado al médico decir: “¿Haría usted lo siguiente?” Y lo más lógico en el mundo es ir a casa y hacerlo. Y no siento que estoy siendo un legalista. A mí me parece que si usted de veras confía en su médico, usted estará dispuesto a hacer muchas cosas. Creo en verdad, que aquel que está disfrutando de salvación y de la justificación por la fe, podría incluso trabajar más duro que un legalista. La única diferencia es que sus obras están totalmente en armonía con el médico divino. Él no está tratando de complacer al médico, ni está tratando de mejorar su situación legal ante el doctor. Sino que está tratando de hacer lo que es mejor para su propio bien. El misericordioso médico está diciendo: “Haga lo siguiente, le dará buenos resultados”. Y me voy a casa y trabajo duro para seguir el régimen que me da.

(LV): Así que en verdad la razón de la motivación es la que hace toda la diferencia.

(GM): Bastante, y el modelo, que usted tenga, ¿se da cuenta? El modelo legal ha lanzado una lamentable sombra sobre todo el asunto de la salvación como sanidad y de la perfección como la sanidad total del daño hecho.

(LV): El estar preocupado con la perfección algunas veces ha conducido a una persona a evaluar a otra para ver qué tan bien les está yendo al respecto.

(GM): Oh, creo que esa es otra cosa que le ha dado a la perfección una mala imagen. Algo así como, tengo mi plan bien detallado y cada vez me acerco más y más. Pero me doy cuenta que usted se está alejando del plan. ¿Quién es el que por sobre todo no quiere que comprendamos las buenas nuevas de que a Dios le gustaría sanar por completo el daño que se ha hecho? Así que ¿quién cree usted es el que nos ha confundido acerca de esto? Una cosa confunde a una persona y otra confunde a otra persona. El diablo tiene muchas versiones de perfección, mismas que son una corrupción de la verdad y que no son buenas noticias.

(LV): Pero yo creo que mucha discusión sincera sobre el tema y de preocupación con el mismo se ha centrado en una pregunta que aparece vez tras vez: ¿Significa la perfección el que uno nunca más va a cometer errores? Y el individuo espera que llegue el día en que no cometerá más errores, y uno piensa: “Bueno si tan solo pudiera ser perfecto, ya no cometería más errores”.

(GM): Y tenemos que volver al momento en que hablamos del significado de pecado. Pecar no es cometer errores. El pecado es rebeldía. El pecado es una necia falta de disposición a escuchar. El pecado es engañar. Pecado es romper con la confianza. Me imagino el mundo venidero, en el que puedo estar sembrando en mi huerta y siembro un árbol de granadas muy cerca, y empieza a crecer y se hace muy grande en la fértil tierra que hay allí. Y el Señor se acerca y me dice: “Veo que lo sembraste muy cerca, ¿no es cierto?” -Sí, le respondo, -¿por qué no me detuviste? -“¡Oh, no!”, me diría Él. -“Ahora ya sabes, los granados crecen muy grandes aquí. Siémbralos un poco más lejos”. Entonces me pongo a trasplantarlo.

(LV): Usted hace una distinción entre pecado y error.

(GM): Sí. No existe pecado en cometer un error como ese. No lo hay, a menos que tenga un espíritu de rebeldía dentro de mí, una necia falta de disposición a aceptar el consejo. Lo que significaría que soy un riesgo como para andar suelto por allí.

(LV): Pero, ¿puede una persona perfecta pecar? ¿No solamente cometer errores, sino pecar de verdad?

(GM): ¿Puede una persona perfecta pecar alguna vez? Vean a Lucifer, lo más perfecto de toda la creación de Dios, y aún así era libre. Y ejerció su libertad en rebelarse. Pienso en Adán y Eva. Ellos eran perfectos y se rebelaron. Entonces aunque Dios sana todo el daño que ha sido hecho, no quita nuestra libertad y seguiremos siendo libres en el mundo venidero.

(LV): Pero usted se refirió a Job. Y si me recuerdo correctamente, Dios llamó a Job “varón perfecto”. Se refirió a Job como perfecto. Y cuando uno llega al final del libro, allí dice que Job se arrepintió.

(GM): En polvo y cenizas.

(LV): Sí. ¿De qué tenía él que arrepentirse? ¿Qué significa el arrepentimiento cuando Dios había dicho: “He aquí un varón perfecto?” Dios le dijo eso a Lucifer, es decir a Satanás: “¿Has considerado a mi siervo Job, varón bueno y perfecto?”

(GM): Así es. Ante la audiencia del universo que observa: “Este es un hombre perfecto”. Y el hombre perfecto dice: “Me arrepiento”. Bueno, he notado que estamos más inclinados a señalar su arrepentimiento que a aceptar las palabras de Dios de que él es perfecto. Necesitamos leer de nuevo todo el libro esta noche. Pero entiendo que es bajo la presión de los malos consejos de sus amigos que Job finalmente llegó al punto de decir: “Dios, lo siento, he estado hablando sobre cosas que están más allá de mi comprensión”. Y Dios intervino inmediatamente y le dijo: “¡No te des por vencido Job, has estado espléndido! Has dicho la verdad acerca de mí. No dejes que estos tres teólogos te desanimen. De hecho, ora por ellos, ellos necesitan mucha ayuda para llegar a conocerme como tú me conoces” (Job 42:7,8). Así es que de veras necesitamos tomar el libro como un todo. Dios dijo que Job era perfecto. Job en su humildad dijo: “Dios, he hablado mucho y lo dije con todo mi corazón. Si en lo más mínimo he parecido irreverente, me arrepiento”. Y Dios le dijo: “Un hombre cubierto de ampollas y que ha perdido a toda su familia, ¡Oh, puedo entender el por qué clamáste así! No me insultaste con eso, me has honrado con tu confianza”. De lo que a propósito, hablaremos la próxima semana en el tema “Hablando con Dios como con un amigo”. Job es un maravilloso ejemplo de cuán libremente podemos hablar con Dios y aún así ser reverentes.

(LV): Regresemos por un momento al tema de la perfección como la sanidad del daño hecho. ¿Incluye eso la restauración física y mental? Y estoy recordando una de las preguntas que hemos recibido por algún tiempo aquí: “Pastor Maxwell, ¿podría usted decirme por qué la gente del Antiguo Testamento vivía más que la gente de nuestros días? ¿Qué cosa era la que les permitía vivir tanto? ¿Tiene algo que ver con eso la comida?” Y yo creo que eso encaja muy bien ahora que estamos hablando de la sanidad del daño que ha sido hecho.

(GM): Encaja muy bien, sí, y con gusto vamos de vuelta para leer sobre Matusalén, de cuánto vivió y todo eso. Hasta el diluvio todos vivían mucho tiempo. A menos que fueran asesinados o trasladados, como Enoc. Y todavía recuerdo la primera vez que hice el viaje a través de los sesenta y seis libros de la Biblia. Ya olvidé que versión usé esa vez, creo que fue la versión en inglés American Standard de 1901. Anoté en el margen como disminuían los años de los patriarcas después del diluvio. ¡Es impresionante! Se les agotó la vida, ¿no es cierto? de casi mil años a un poco de más de cien. Físicamente hemos perdido muchísimo. Somos como pigmeos comparados con Adán y Eva.

Afortunadamente todos hemos decaído casi al mismo tiempo, por lo que parecemos respetables ante los demás. Pero si Adán y Eva entraran a este cuarto nos avergonzarían, ¿no es cierto? Necesitamos sanidad física y también necesitamos sanidad mental. Pero en esta vida, aunque debemos hacer lo mejor con lo poco que tenemos, todos nos estamos envejeciendo. Yo ya lo siento. Estamos envejeciendo. Y no será sino hasta que la tierra sea hecha de nuevo que todo será restaurado. Así que algunos dicen: “Bueno, si no puedo ser perfecto física y mentalmente en esta vida, creo que no puedo ser perfecto en ninguna otra manera”. No, la perfección espiritual, la perfección de carácter nos ha sido ofrecida. Eso es lo maravilloso de esto. Entonces Dios puede decirnos como le dijo a Job: “Puedo confiar en tí aun a través del tiempo de angustia y no me fallarás”. Eso es ser maduro. Y ese es el verdadero significado de perfección. No es algo trivial. En verdad significa simplemente madurar. Es antinatural el no madurar.

(LV): Entonces la pregunta que surge al respecto es: ¿Tiene uno que ser perfecto en todos los sentidos para poder ser salvo?

(GM): Ciertamente en lo que respecta a nuestra disposición a escuchar, la que empieza cuando uno se convierte, como solemos decir. Y es que la conversión es simplemente cambiar la ruta que uno lleva. Si yo era neciamente renuente a escuchar, ahora soy reverente y humildemente dispuesto a escuchar. Nadie puede hacer eso si no tiene un corazón nuevo y un espíritu recto. Y yo diría que la maravillosa obra del Espíritu Santo que nos convence de la verdad y nos lleva a decir con libertad: yo quiero dar vuelta atrás, yo diría que esa obra es obra de Dios. Y será hecha a la perfección, aunque yo sea un perfecto bebé. Eso es todo.

(LV): Pero ahora usted nos ha alejado, con mucha delicadeza, de estar concentrados en nuestro desempeño, en detenernos a revisar y decir: “bueno, estoy haciendo todo muy bien hoy”. Ese tipo de énfasis en el individuo.

(GM): Es solo que si estoy haciendo trampa en mi disposición a escuchar, entonces todavía hay algo gravemente mal.

(LV): Bien, he extrañado algunas palabras en su presentación de esta noche que frecuentemente he escuchado asociadas con este tema, como una forma de solucionar las dudas creadas por la declaración de Jesús en el Sermón del Monte: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. (Mateo 5:48) Palabras tales como: “imputado”, “la justicia de Cristo imputada”, o “cubriéndonos con la justicia de Cristo”, como algo que se nos puso encima y que hace que entonces Dios diga: “Eres perfecto”. Como que quizás Dios no comprendiera qué es lo que hay abajo. ¿Por qué no usó ese tipo de frases?

(GM): Tenemos que conocerlas y utilizarlas en el momento correcto. Pero en verdad esas palabras pertenecen al modelo legal, “al modelo de emergencia”, en el que la justicia de Cristo es contada como nuestra, para que nuestra cuenta se vea bien durante el juicio y todo eso. Y eso se atribuye frecuentemente al versículo: “Abraham creyó en Dios y le fue contado, imputado, como justicia”. La palabra griega en ese caso quiere decir en realidad: “considerado, reconocido”.

En el modelo de la confianza que sana, yo traduciría el verso así: “Abraham creyó en Dios, y Dios dijo: «¡Muy bien! Eso es lo que quiero. Si confías en mí, todo estará bien»”. Todo lo que Dios nos ha pedido alguna vez es confianza. Y él confió en Dios lo suficiente como para llegar a ser amigo más firme. Y Abraham maduró en verdad y no tuvo miedo de Dios, aunque era reverente. Vean la relación que había entre ellos, ese es el ideal. Y uno no tiene que explicar eso en términos legales, para nada.

Es lo mismo con “cubierto”. Piense en todo lo que hemos hecho con la palabra “cubierto” para sugerir que yo como pecador (y todos somos pecadores) estoy de pie delante la presencia del Padre y que Él estará muy enojado y destructivo conmigo si no estoy cubierto. Así que estoy cubierto con algo, y afortunadamente Dios no tiene una visión 20/20 y no sabe la verdad. Yo sé lo que hay adentro. El Señor sabe lo que hay adentro. Mi ángel guardián sabe lo que hay adentro. Y el diablo les está recordando, como el acusador de los hermanos, qué es lo que hay adentro. Pero el Padre me ve y soy perfecto.

¡Él lo sabe muy bien! Dios sabe exactamente cómo es que soy yo. Creo que eso significa que… que en el modelo legal usted puede tener un mensaje tranquilizador de emergencia para aquellas personas que tienen miedo de Dios. No se preocupen, Dios no puede ver como son ustedes en realidad. Esas son ideas, expresiones propias del modelo de emergencia.

En el modelo de la confianza que sana, Dios me ve a mí y sabe exactamente cómo soy, sin embargo me trata como si yo hubiera sido tan leal como su propio Hijo.

Me trata como si yo hubiera vivido tan rectamente como Cristo. Yo sé que no es así, y Él también lo sabe. Pero así de generoso es Él. Y esto es cierto. Y esto es mucho más maravilloso que lo otro. Así que podemos usar esas frases, pero cuando lo hacemos, si la audiencia está lista debemos explicar allí el modelo de la sanidad. Esos términos tienen su lugar, pero como usted dijo una vez creo yo, es una estación en el medio de la ruta principal.

(LV): Una estación en el medio de la ruta principal.

(GM): Sí.

(LV): Al principio de su presentación usted hablaba de que no era suficiente el ser perdonado. Pero si fui perdonado, si sé que de cada pecado Dios ha dicho: “Estás perdonado”, ¿qué más necesito para ser salvo?

(GM): Pero el solo decir que una persona ha sido perdonada no sana el daño que fue hecho. El simple perdón para Idi Amín no lo hará, a menos que él haya sido cambiado, no lo hará un vecino más deseable en el mundo venidero. Ahora bien, si Manasés pudo ser cambiado, entonces también puede serlo Idi Amín, así que dejemos lugar para él allí. Pero si me lo encuentro en el Reino, yo no querré saber si fue o no fue perdonado. Lo que voy a querer saber es si se puede vivir seguro a la vecindad de él. Y como decíamos con Isaías, cuando se encuentre con Manasés en el Reino, él no va a querer saber si Manasés ha sido perdonado. Él quiere saber si se puede confiar en Manasés aunque tenga una afilada sierra en sus manos. Porque este lo cortó a él en dos adentro de un tronco vacío. Así es que el perdón no es suficiente.

Pero aún hay más acerca de esto. Porque solamente el que Dios diga: “Te perdono”, no significa que yo haya sido cambiado de ninguna manera. Porque recuerden que estando en la cruz Jesús le dijo a la gente que lo rechazó y lo torturó: “Los perdono, los perdono”. Ellos ni siquiera querían ser perdonados. Y usted puede pensar en otras ocasiones en las que Dios ofrece perdón, pero nosotros no lo recibimos. Yo diría que a menos que nosotros respondamos al perdón y que la bondad de Dios nos guíe al arrepentimiento y a la confianza, que el perdón no nos sirve de nada.

(LV): Entonces la oración de Jesús por aquellos que le crucificaban representaba el corazón de Dios…

(GM): Así es.

(LV): …qué era lo que Él sentía en realidad por ellos en ese momento.

(GM): Con perdón.

(LV): Pero no tendría ningún significado para ellos si ellos no estuvieran abiertos para recibirlo.

(GM): Correcto. A menos que respondamos.

(LV): Quiero hacerle la misma pregunta, pero de una manera diferente: ¿No es suficiente el ser justificado? ¿Tengo también que ser santificado? ¿Está usted diciendo aquí que el modelo de la confianza que sana desafía en realidad ese tipo de separación y ese tipo de forma de pensar?

(GM): Así mismo en realidad. Claro que esas dos palabras no aparecen en la Biblia. Esas son palabras derivadas del latín. No quiero hacerlas de menos, pero la palabra griega para justificación puede ser traducida más literalmente como: “enderezar”, “poner derecho”. Así que si una persona ha sido en verdad puesta en derecho con Dios y ahora ama a Dios y confía en Él y está dispuesto a escuchar, ¿no cree usted que ahora dirá: -“Qué más quieres que hagas Señor”? -“Deseo sanarte si deseas cooperar”.

-“¡Claro que sí! Solamente dime y te seguiré”. No hay forma de ser justificado sin que siga la santificación. Si usted no está dispuesto a ser mantenido recto, es obvio que usted no ha sido enderezado. Así es que el ser enderezado y el ser mantenido recto son parte del mismo paquete. Se pertenecen entre sí.

(LV): Pero estoy un poco preocupado, por ejemplo, en una de las preguntas que llegaron al inicio de nuestra serie dice: “Usted ha complicado todo esto. Hay mucho en que pensar, justificación, santificación y todo eso. Si lo que cuenta en realidad es sencillamente confiar en Dios, ¿por qué no es suficiente decir: Voy a tener la fe de un niño pequeño? Solamente voy a confiar en Dios y no me voy a molestar con el resto”.

(GM): Pero no desestime la fe de un pequeño niño. La fe de un pequeño niño implica que él está realmente dispuesto a escuchar. Así que si realmente tenemos la fe de un pequeño niño, estaremos dispuestos a escuchar y a confiar, lo que a propósito es la razón por la que los pequeños necesitan protección, porque están demasiado dispuestos a confiar en cualquiera. Así que él necesita protección. Pero viéndolo del lado bueno, la fe de un pequeño es maravillosa. ¿Por qué? Tengo a todos mis nietos en casa conmigo, están de visita.

(LV): ¿Hoy?

(GM): Hoy mismo. Todos están en mi casa. Me encanta.

(LV): Eso es tener la casa llena.

(GM): Y se van a sentar y van a escuchar y a creer en todo lo que el abuelo dice. Podría darles gato por liebre, sabe. Pero no lo haría. Pero tenerlos allí sentados, mirándome y espaciarse con cada palabra es hermoso. Me encanta. Bueno, si tuviéramos la fe de un pequeño niño estaríamos allí sentados escuchando a Dios y diciendo: “Cuéntame, cuéntame más, cuéntame más”. Vea, no hay manera de tener la fe de un pequeñuelo sin seguirle por donde Él va y la santificación vendría añadida y seríamos sanados. No hay manera de evitarlo.

(LV): Según recuerdo a los pequeños de nuestra casa, ellos confiaban, pero también les encantaba preguntar por qué.

(GM): Ah, eso es parte de la fe de un niño.

(LV): Están ansiosos de crecer.

(GM): Sí, eso me encanta.

(LV): En nuestra hoja de referencias bíblicas tenemos esta interesante referencia del bautismo. Y esa nota de pie de página a la que usted hacía referencia. Y quiero que comente un poco sobre el por qué. ¿Qué sucedió con el bautismo que se cambió la forma de bautizar, a rociar, según usted mencionaba, a derramar agua, a una variedad de formas?

(GM): Bueno, puesto que cité una traducción católica romana, que es una de las mejores notas que uno puede encontrar. Permítame citar otra traducción católica romana para la explicación. Dice así: “Admitimos que el método cristiano primitivo fue la inmersión. Sin embargo, basados en la autoridad de la iglesia y por conveniencia, fue cambiado”. Eso está en otra versión católica. Nuestros amigos comprenderán que solamente estoy citando ambas notas de pie de página. Lo triste de esto es, que ese cambio de rociar a derramar agua encima también conllevó un cambio en el significado. Y es por eso que tal vez se rocía y se derrama agua sobre los pequeños bebés que no comprenden que eso representa la sepultura del viejo hombre y el resurgimiento a una nueva vida. Y de esa manera, el cambio en el método ha traído consigo un cambio en el significado, y nosotros somos los perdemos. Debiera ser una ocasión memorable cuando yo diga: “Sepulto al viejo hombre, al hombre que yo era. Quiero empezar todo una vez más”.

(LV): Entonces ese simbolismo tan rico encaja muy bien con el tema de esta noche, ¿no es cierto?

(GM): Esa es la idea. Sí, claro que sí.

(LV): Usted ha hablado de Jesús como nuestro ejemplo en esta serie de conversaciones acerca de Dios. Hemos recibido muchas preguntas sugiriendo que quizás Él tuvo ventaja sobre nosotros. ¿Cómo podríamos considerarlo nuestro ejemplo si tuvo tales ventajas? Permítame hacer referencia a algunas de ellas. “Cuando Cristo vino al mundo y tomó nuestra humanidad, ¿tomó Él sobre sí nuestra carne de pecado en esencia o vicariamente? La pregunta sobre Jesús y su humanidad, cómo era su humanidad, creo yo, encaja bien aquí de una manera muy importante. ¿Podría comentar brevemente al respecto?

(GM): Bueno, voy a citar a Pablo para eso. Él dijo: “Cristo vino en semejanza de carne de pecado para enfrentar al pecado”. Creo realmente, que lo que está detrás de todo esto es: ¿Podemos realmente ver a Jesús como el ejemplo de perfección que debiéramos tener?

(LV): Sí, creo que es correcto.

(GM): Pero, ¿era Él exactamente como nosotros? Hay algunas diferencias muy interesantes. Él nació del Espíritu Santo. Y yo puedo tener sesenta y cinco antes de ser nacido del Espíritu Santo. Así que cuando yo vuelvo a nacer ya tengo sesenta y cinco años de malos hábitos contra los que tengo que luchar por el resto de mi vida. Jesús nunca adquirió un mal hábito. La única manera en la que usted puede llegar a tener un mal hábito es haciendo algo malo. Lo que Él nunca hizo. Y usted puede entonces decir: “Bueno, entonces Él no es un ejemplo para mí”. ¿Cuán bajo queremos que Él llegue? ¿Queremos verlo tirado en las calles como un borracho para que pueda ser nuestro ejemplo de cómo salir de eso? Yo no quiero que Jesús sea más y más como yo. Yo quiero ser más y más como Él. Así es que Él vino en forma humana, en semejanza de carne de pecado y sin utilizar ningún poder que no esté disponible para nosotros. Y así mostró que aun los niños pequeños pueden ser buenos. Y usted puede crecer siendo bueno así. Y si usted dice: “Bueno, yo tengo malos hábitos”. “Mira”, le dice Él, “Yo soy tu médico, yo entiendo, y seré muy paciente.

Y te garantizo que te voy a ayudar a dejar todas esas cosas. Solamente confía en mí”.

¿Así que, qué más cosas queremos que Él haga, de las que hizo? Él es suficiente ejemplo como para mostrarnos cómo pudimos haber vivido. Y bueno, no vivimos así. ¿Y ahora, qué va a hacer con nosotros?

Bien, Él es el médico, y Él sabe exactamente lo que es pasar por lo que nosotros pasamos. Así que usted puede contar con que Él va a ser paciente. Usted dirá: “Bueno, yo creo que eso quiere decir que el Padre no es tan paciente como Él”. No, Jesús vino a mostrarnos cuán pacientes son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Yo creo que a veces nos metemos en problemas cuando hacemos las preguntas equivocadas acerca de lo que Él vino a decirnos, de lo que vino a mostrarnos.

(LV): Pasemos rápidamente a otra pregunta más que llegó: ¿Es la sanidad, la sanidad de nuestros cuerpos, la sanidad de la que hemos hablado esta noche, dependiente de nuestra perfecta obediencia a las enseñanzas de Cristo? O no deja a veces, la misericordia de Cristo, a un lado incluso las dudas de aquellos que cuestionan su divina autoridad?

(GM): Ah, eso es verdad. Supongo que se refiere a cuando Jesús iba por todas partes sanando a todos. Fue por las aldeas y no dejó a nadie enfermo. Sanó a los diez leprosos, y solo uno volvió para agradecerle. Creo que en esa ocasión Jesús estaba diciendo algo más, que era crucial, acerca del Padre, que Él es el sanador, no un destructor. Así que a donde quiera que Jesús iba, Él sanaba a la gente, le creyeran o no.

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